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Buena Fe y su nueva Morada (+ Fotos y Videos)

Este martes se estrena la más reciente producción discográfica del popular dúo cubano. Sobre este proyecto «que abre un nuevo ciclo creativo» y otros desafíos de su carrera artística, Juventud Rebelde conversó con Israel Rojas, director de la agrupación

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Un disco que está centrado en las ganas de acompañar y cuidar del otro, tanto o más que como somos cobijados en lo que podemos llamar la «casa» o el «hogar». Eso es precisamente Morada, el nuevo álbum que este martes estrena el popular grupo Buena Fe en las plataformas digitales, con el cual «se abre un nuevo ciclo creativo para la agrupación musical».

Lo confiesa a Juventud Rebelde Israel Rojas, el director de esa agrupación que ha logrado mantenerse en la preferencia de cubanos y de no pocos amigos de otras partes del mundo, porque Buena Fe se crece en el desafío de «retratar» en canciones la vida en toda su dimensión y no han abandonado su espíritu de cuestionamiento, pertenencia, de ganas de hacer por la nación y por la humanidad.

«Así como los discos Sobreviviente y Carnal los considero dos caras de una misma moneda, en tanto son trabajos de introspección, de búsqueda interior y reflexiones antropocéntricas, puedo decir que Morada tiene un carácter extrovertido, empático y solidario», asegura el reconocido músico, quien añade que se trata de un fonograma nacido después de dos años de confinamiento, «cuando muchos redescubrimos la importancia de los pequeños “mundos cotidianos” que nos amparan y la necesidad imperiosa de volver a socializar físicamente, más allá de las redes sociales».

—En Morada has trabajado también con muchos jóvenes… ¿Por qué le gusta a Buena Fe unirse a ellos?

—Tanto Yoel como yo siempre hemos concebido a Buena Fe como un taller de creación colectiva. Y los jóvenes siempre imprimen frescura, novedad, ímpetu y osadía a la mayoría de las tareas que acometen. Independientemente de que no emprendemos una producción musical si no tenemos claros cuáles son los objetivos concretos, conceptos y tiempos en que debe suceder, nos encanta sumar músicos, diseñadores e ingenieros de sonido jóvenes que asuman los desafíos de forma distinta, disruptiva y comprometida con el proyecto.

«Participan en este disco arreglistas jóvenes como Tiago Felipe, Daniel Torres Corona, Eduardo Corcho Torres, además del pianista y profesor Ernesto Oliva y el aún muy joven —aunque ya conocido— Vicente Alejandro Trigo. Todos junto a los ya habituales Ernesto Cisneros Cino y el propio Yoel Martínez, a quien se sumó esta vez el baterista Maikel Pérez Leiva. La colaboración de Arian Rodríguez Álvarez como asistente de grabación fue de gran utilidad e importancia. También estuvieron los muchachos de la Banda de Boyeros con Daya al frente. Los jóvenes diseñadores gráficos Gerly Cruañas Pérez y Emilio Ferrás Almaguer, bajo la batuta del miembro de nuestro equipo Gabriel Dávalos.

«Espero que aquellos que trabajaron con nosotros durante su etapa de juventud se hayan llevado siempre una impresión positiva sobre cómo afrontar una carrera (musical o de cualquier orden) con seriedad, constancia, perseverancia, respeto desde todo punto de vista, sin perder el buen humor y entendiendo que lo divertido y lo riguroso no son irreconciliables».

—¿Cómo valoras el trabajo realizado para lograr Morada? ¿Qué desafíos tuvieron que enfrentar?

—Este ha sido el disco más difícil que hemos hecho jamás. Como telón de fondo nada más y nada menos que una pandemia. Los estudios de grabación son el lugar ideal para la transmisión de cualquier enfermedad gripal, por más que uno se cuide. Luego, hemos vuelto a ser artistas independientes, lo cual quiere decir que no tenemos el respaldo de ninguna disquera en materia de financiamiento.

«Eso supuso una inversión arriesgada e insuficiente en medio de la espiral inflacionaria. Pero lo más difícil ha sido lo ocurrido en la esfera social. La pandemia exacerbó una especie de infodemia de la “pos verdad” que ha cobrado protagonismo gracias a los algoritmos de las redes sociales, propiedad de conglomerados empresariales de poca o ninguna responsabilidad social. Cuba no escapa de lo que está sucediendo en el planeta.

«El tipo de canción que cultivamos hace rato que no está de moda. Se lee menos poesía. La industria cultural quiere éxitos fáciles y rápidos. Y el arte que haga pensar, que ponga ideas en circulación, que se arriesgue a desafiar lo “políticamente correcto” dentro de las normas del “socialismo real” o del liberalismo predominante, será siempre visto con sorna o atacado con ferocidad. La idea al final es lograr un artista dócil al “pensamiento oficial” pero del gran capital y las grandes corporaciones.

«A nosotros nunca nos interesó hacer un tipo de arte que haga peor al ser humano. Que nos vuelva viles entre nosotros mismos. Una música que compulse a la ofensa, al odio, a la antipatía. Entonces, ha sido un período muy hostil para nosotros, pero sobre todo para nuestras familias. El gran reto ha sido que ni una onza de todo ese veneno se cuele en casa o en el alma. Pretendemos seguir apuntando al crecimiento y a la buena fe de la gente. Ojalá lo hayamos logrado».

—El tema Café fue el primer adelanto de Morada, que cuenta con los arreglos, grabación y guitarras de Yoel, uno de los fundadores de la banda…

—Es una canción compuesta por Andrés Suárez y yo. Fue presentada en noviembre último en las plataformas digitales con un hermoso arreglo de Yoel y un video muy bonito de Leandro de la Rosa. La canción no nos deja de sorprender y de regalarnos hermosas experiencias. Ya se va volviendo imprescindible en los conciertos. Debo agradecer a la Egrem, que es nuestra distribuidora en el país y nuestra empresa artística y ha ayudado a socializar la canción para el público cubano.

—Ya con una decena de discos, ¿cómo calificarías esta nueva producción en tu vida artística y en la del grupo?

—Esta producción ha sido un reto desde todo punto de vista. Pero es ya un disco muy querido para mí. Tenga éxito o no, son 14 canciones cargadas cuesta arriba. Cada una de ellas dejó heridas y cicatrices. La Cuba reflejada en nuestros primeros diez discos, de los cuales estamos tan orgullosos, ya no es. Hay otra. Y habrá que contarla y cantarla desde el amor, en tiempos en que el odio está al alza en los grandes mercados de la palabra.

—Ante las realidades que vivimos pudiéramos decir que no basta con poseer un buen paquete de canciones, pues hay maniobras para que este tipo de música no se escuche…

—Nunca basta con tener un paquete de canciones. Ya lo dijo Polo Montañez hace más de 20 años: «Qué cantidad de poetas se les llenan las gavetas de cosas interesantes que son verdad». Lo mejor que uno hace es concentrarse en hacer bien las cosas que están bajo su control: la música, la grabación y el arte audiovisual aprovechando las bondades de la era digital, los conciertos con la mejor calidad posible y absoluto respeto al público. Ya todo lo demás se va del alcance del artista.

«Y con respecto a Cuba, hay una guerra cultural que quien no la quiere ver es porque o está ciego o está de parte del agresor. Así como la propia prensa norteamericana, un día de 2014, reveló las maniobras de la Usaid para la subversión contra Cuba utilizando jóvenes artistas cubanos del arte urbano. Así como hoy ya se sabe (por ellos mismos) que el “Síndrome de La Habana” fue una mentira sobre la que justificar el desmontaje del acercamiento de Washington y La Habana durante el Gobierno de Trump. Así mismo un día no muy lejano se sabrá la verdad de cómo funciona el sistema de premios y asesinatos mediáticos. Espero estar vivo para verlo».

—Un nuevo disco, otros proyectos, Buena Fe no se detiene… ¿por qué hay algunos que no los quieren?

—Vivo feliz de tener los amigos y los enemigos que me merezco. Se ha publicado tanto de mí, me han “cazado” tanto las palabras, me han desdibujado tanto que hay quien cree de verdad que nací en cuna de oro, o disfruto de privilegios. Han intentado volverme tóxico en el ambiente artístico. En algunos casos y con alguna gente lo han logrado. Pero mi hijo y mis hijas saben la verdad. Mis hermanas, mis sobrinos. Mi papá murió orgulloso de mí y mi mamá aún lo está. Cualquier reclamación, con ella… (Risas).

«No tengo poder alguno que no sea el de sentirme libre. Libre para recibir el abrazo de un niño o la ofensa de alguien que necesita desahogarse. Yo no me escondo de mí mismo, ni tengo miedo a ser quien soy. Ando por Cuba y fuera de ella consciente que a nadie hice daño. Con eso me basta. Nada de lo ocurrido para bien o para mal me ha impedido hacer canciones. Que es lo que a mis 50 años (los cumple este martes) tengo comprobado que hago productivamente bien o menos mal. Y todo eso gracias —o a pesar— de mi ideología política, de mis imperfecciones o de mis malos días».

—¿Qué buscan con sus canciones?

—Buena Fe busca hacer música que construya un ambiente de paz, de reflexión constructiva, de amor y concordia. Buena fe busca que nuestra música ayude a ser feliz a quien la escucha, esté donde esté y sin condicionamientos. Buena Fe es un grupo de amigos que no piensan todos igual y a pesar de eso han edificado algo, donde no había nada. Buena Fe no tiene todas las respuestas ni las soluciones para los problemas de este país, ni del mundo; pero cree que desde la canción puede contribuir a que este mundo y este país sean mejores.

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