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Para seguir creciendo por los caminos de la música

El saxofonista Yosvany Terry ve en la educación musical un vehículo para evolucionar como artista y contribuir a la formación de las nuevas generaciones en la Mayor de las Antillas

Autor:

Sergio Félix González Murguía

Yosvany Terry siempre supo que su camino sería la música. Tal vez tuvo algo que ver el ejemplo de don Pancho Terry, el Rey del Chekeré, su padre, o que su casa de Florida (Camagüey) fuera una auténtica «embajada musical» por donde pasaban desde Miguelito Cuní, hasta la orquesta Aragón o Los Van Van.

Lo cierto es que por las venas de Yosvany corre una autenticidad sonora que es capaz de percibirse en su forma de interpretar el saxofón y sobre todo, el chekeré, un instrumento autóctono africano que es sello de identidad de los Terry. Ello, combinado con una formación académica, primero en escuelas de arte cubanas y luego en el extranjero, ha hecho de este artista cubano de 51 años, un creador versátil capaz de tocar en los más variados formatos y, a la vez, desarrollar una labor excepcional como educador.

Desde hace aproximadamente dos décadas, Yosvany tiende puentes a través del jazz entre Cuba y Estados Unidos, país donde reside y ejerce el magisterio como profesor titular de la especialidad de Música en la Universidad de Harvard, labor que no le resta tiempo para emprender proyectos culturales, investigativos y formativos que habitualmente lo traen a la Mayor de las Antillas, para no perder el contacto con el quehacer artístico de la tierra que lo vio nacer.

«Siempre que vengo intento empaparme de todo lo que está sucediendo con el arte en general y tomarle el pulso, sobre todo, al termómetro musical de la escena habanera. Es algo que uno tiene que hacer como músico para mantenerse al corriente de las cosas», comenta a JR el artista cubano, cuya más reciente visita fue una oportunidad para cumplimentar un proyecto de colaboración educativa con artistas cubanos dedicado a estudiantes de escuelas de arte.

«Es un proyecto que vengo desarrollando desde hace cuatro años junto a la organización Horns to Havanna que promueve la donación de instrumentos a las escuelas de arte y otros empeños de promoción cultural. La idea es realizar talleres de jazz y música popular junto a músicos profesionales para que los estudiantes tengan ese contacto con aspectos esenciales de la creación, sobre todo de la música popular que no son habituales en su formación, lamentablemente.

«También es importante llevar la improvisación a las escuelas y verla como un vehículo para obtener todo tipo de libertad musical y de expresión. La improvisación no solo existe en el jazz, también está en otros géneros como la música afrocubana, en todas las tradiciones populares que vinieron desde el África, algo que hay que estudiar y que toma tiempo para poder desarrollar una voz propia, unas ideas y tener control del instrumento que permita una opinión artística y musical», reflexiona el profesor y compositor cubano, que en su último viaje ofreció un concierto
abierto a los estudiantes de la enseñanza artística en los estudios Abdala, junto a otros músicos cubanos como su hermano, el contrabajista Yunior Terry, el pianista Rolando Luna, el baterista Oliver Valdés, entre otros.

En opinión de Yosvany Terry, «hay una generación de jóvenes intérpretes que está tratando de decir musicalmente, con un nivel de actualización y creatividad bastante alto. Aun cuando muchos músicos están entrando y saliendo, decidiendo vivir en diferentes lugares, siempre llega una nueva generación que va ocupando los espacios».

El saxofonista se considera un artista puente, no solo entre generaciones, a través del magisterio, también entre culturas. Terry, asegura, ve la educación como un vehículo para continuar aprendiendo y creciendo como músico. Pareciera que sus ansias creativas no tienen fin y es algo que es posible dilucidar en algunos de sus fonogramas como Today’s Opinion (2012), New Throned King (2014) o Ancestral Memories (2017), disco que comparte junto al pianista francés Baptiste Trotignon.

A este creador es posible verlo asumiendo la música como un viaje que, instrumento en mano, puede llevarlo a cualquier destino, en cualquier formato. Esa curiosidad le permite asumir proyectos como en Bohemian Trio —piano, chelo y saxofón—, o Atlantic Connections, basado en poemas escritos por poetas de la diáspora africana, así como una ópera que está concibiendo sobre José Antonio Aponte.

Yosvany Terry es un convencido de que «el reto del compositor es verse en diferentes contextos. En mi caso, estoy hecho de la formación que tuve en Cuba con la música clásica, luego por familia vienen las culturas afrocubanas y la música popular. Luego estudié composición y aparecieron el jazz, la música americana y europea. Siempre me ha gustado la música de todos los lugares. Para mí lo importante es crear proyectos que reflejen esa curiosidad que me invade. Entonces Bohemian Trio, por ejemplo, es otra oportunidad para repensarme dentro de un contexto por completo diferente a lo que hago normalmente».

En función de la música

«El músico, como buen artista, debe ponerse siempre en función de la música», es una convicción que Yosvany Terry sigue a rajatabla. Ahí tuvo una influencia directa don Pancho Terry, un ejemplo para sus hijos, más allá de la música. «Mi padre primero nos enseñó a ser serios y disciplinados. Luego nos pasó el legado del instrumento del chekeré que representa a la familia y que también conocemos a muy temprana edad. Es un referente en todos los sentidos, artístico y ético», asegura este músico, un referente actual cuando se habla del instrumento que popularizó su padre.

Yosvany cuenta que cuando él y su hermano decidieron dedicarse a la música no lo tuvieron nada fácil. «Casi tuvimos que probarle a nuestro padre que queríamos ser músicos, porque él quería estar seguro de que no era un capricho de niños. Él nos enseñó todo el rigor que llevaba ser músico profesional, algo que veíamos siempre, cada vez que ensayaba en casa cuando era violinista de la orquesta Maravillas de Florida».

Unidos por un instrumento percutido, el padre brilló en el violín, Yunior se decantó por el contrabajo y Yosvany por el saxofón. Pero no es hasta 2001, cuenta el hoy profesor de la Universidad de Harvard, que tuvo la oportunidad de desarrollar el chekeré, una sonoridad que atrajo el interés del músico israelí Avishai Cohen, quien lo llamó a integrar las filas de The International Vamp Band. El sonido del chekeré atrapó a Cohen, como es capaz de envolver al auditorio más exigente e internacional.

—Instrumento peculiar a la par que difícil, el chekeré, ¿cierto?

—Se ve fácil, pero cuando tratas de tocarlo es cuando te encuentras con el reto. Primero, la maya que lo cubre. Hay que cogerle el tiempo y saber cómo trabaja el instrumento en diferentes lugares y, cuando no lo sabes, tienes que inventarlo en diferentes momentos. Mi padre llevó el chekeré a tantos lugares donde nunca se había escuchado, pero también incursionó con él en el jazz afrocubano, en la música clásica y en todo tipo de lugares a donde lo llamaron a trabajar. Yo solo sigo sus pasos, intentando ir más allá y conectando culturas.

«Servir de puente cultural es uno de los conceptos más fuertes que mi padre nos legó de su experiencia. Desde pequeño nos enseñó que los músicos eran embajadores musicales, gente que tenía la responsabilidad de conectar países y esa es una de las razones por la cual yo trato de seguir investigando, buscando sonoridades nuevas, para crecer y tratar de convertirme en mejor músico, mejor persona. Estudiar es la única forma de seguir creciendo y no detenernos en el tiempo».

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