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Evas y Adanes

De la indagación social y deber de documentar tomó forma el libro Evas y Adanes, de la fotógrafa Belice Blanco Garcés, que vivió este miércoles una hermosa presentación, en Santiago de Cuba

Autor:

Reinaldo Cedeño Pineda

Hace mucho someto a crítica la socorrida frase de que una imagen vale más que mil palabras. Siempre he creído que es un reduccionismo, un comodín. ¿Acaso para expresar idea tan rotunda, no se usan justamente palabras?

Hoy, sin embargo, voy a ceder mis frases al portento de la imagen. Cuando la luz se encuentra con una maestra como Belice Blanco Garcés, esta chica cardenense nacida en el antiguo central Dos Rosas (Humberto Álvarez) y devenida santiaguera, hay que rendirse.

Ella tiene la capacidad de juntar, y así agrupó a algunos de los imprescindibles, de los más prometedores, en el Club Fotográfico de Santiago de Cuba Tomás Padró, que ella preside. Durante un cuarto de siglo, ha sostenido una labor vinculada con las agencias de viaje, la fotografía artística, la fotografía de celebraciones; así como con instituciones culturales de gran prestigio.

Esos rostros que ella atrapa se le fueron apareciendo en su andar por las calles. Rostros desvencijados. Rostros del más allá. Rostros con la épica historia de la vida sobre sus espaldas.

Belice tuvo que apagar la cámara muchas veces, tuvo que irse, tuvo que volver.  Ellos, con sus miradas, la desarmaron.

Viví uno de esos momentos como para detener el mundo, lo quise hacer. En una de sus exposiciones, los fotografiados traspasaron el umbral y se encontraron con sus propias imágenes. La cicatriz reconoció su cicatriz. Y ella siguió su luz en los tiempos oscuros, los tiempos terribles de la COVID-19, la mano tendida de la comunidad de Saint Egidio, la solidaridad de unos cubanos con otros cubanos.

Ella inspiró a Juan Edilberto Sosa Torres, director del grupo de experimentación escénica La Caja Negra, para su obra Leviatán, una inmersión en la lucidez de la locura, en esos seres que viven una existencia paralela; mientras nosotros, los tan cuerdos, subimos y bajamos la ciudad.

Toda esa indagación social, ese deber de documentar, esa manera de estremecer, tomó forma en el libro Evas y Adanes (Roque Libros, 2023) que vivió este miércoles una hermosa presentación (siempre prefiero decir celebración) en la galería Oriente, en Santiago de Cuba, en su mismísimo centro.

Nos encontraremos con nosotros mismos, nos indagaremos, nos sumergiremos en la existencia del señor del parque, que no mueve un músculo, que anda buscándose en algún lugar remoto, perdido. O en los ojos azules de Francisco al que nada le quitaba la sonrisa, que se ganó su apodo de Papá, porque era su forma de dirigirse a todos.

No podremos pasar de Angelita, que cuando la fotógrafa le pidió permiso, se arregló para lucir hermosa. Del semblante dulce, dulcísimo, de Reina, la recogedora de latas. Ni de la maestra de Trocha, con su mirada augusta, que la invitó a vivir con ella, aunque su única casa era su corazón.

Belice Blanco tiene un don.  Ella viene de otra galaxia, de otro mundo. O será que se ha detenido justamente donde otros pasan, que ha sido llamada para mostrarnos.

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