Vale destacar que se intenta rescatar un tipo de diseño de imágenes más sobrio Autor: Juventud Rebelde Publicado: 26/07/2025 | 09:00 pm
PARA comenzar el Festival de cine de verano, tuvo lugar en el Cine Chaplin el estreno absoluto de un cortometraje con temática y estilo bastante inusuales en nuestro medio: Tacón On/Off, que cuenta una historia cercana a las claves narrativas, tipológicas y visuales del cine de horror, un género desacostumbrado en Cuba, si descontamos algunas producciones, mayormente de breve duración, de las escuelas de cine y de origen independiente, porque Juan de los Muertos es mayormente una comedia.
Coproducido por el Icaic y Axioma Films, y dirigido, escrito, editado y protagonizado por Humbertini Fermar, el corto es el primero de lo que será una serie titulada Cuenta la leyenda, integrada por otros diez, más o menos enlazados narrativamente, y todos relacionados con alguna leyenda urbana o rural, capitalina o de provincia.
Uno de los principales méritos de esta producción radica en el sano intento por naturalizar en nuestro medio un género que, cinematográficamente, suele localizarse bastante lejos de nuestras tradiciones audiovisuales. Por ese camino, Humbertini Fermar se remite a una sola localización: el interior de un albergue de becas, en la época en que no existían redes sociales y para entretenerse por las noches algunos relataban historias de terror, tenebrosas, acontecimientos sobrenaturales, muertos vivientes y asesinatos en masa.
Al menos en esta primera parte se crea en el espectador una cierta sensación, no tanto de miedo como de desasosiego, inquietud y molestia, en tanto el realizador se remite ciertamente a historias de la tradición oral que, como se sabe, es uno de los orígenes tradicionales del género, solo que en Cuba apenas se había aprovechado, en el cine, tal anecdotario.
Luego, la segunda parte también es fiel a la visualidad de centenares de filmes de horror, en tanto se recrea la maldad y la crueldad, la sangre y la muerte, o la acción violenta de personajes cuya identidad combina lo vivo y lo muerto, lo humano y lo animal. La primera parte es más eficaz cuando emplea el suspenso ante la inminencia del ataque de un monstruo, pero la segunda parte es menos lógica y narrativamente comprensible, en tanto el filme pareciera demasiado ávido por mostrar la consecuencia de ese ataque, el presagio cumplido, el contagio de la crueldad, muy en la línea, del llamado Wet Horror o Splatter, que recurre más a la violencia explícita que al rencor sicológico.
Más que hablar sobre las varias inconsecuencias narrativas de la segunda parte, sobre todo en cuanto a la velocidad de acontecimientos insuficientemente explicados respecto a la naturaleza y el poder del monstruo (o de los monstruos) que aparecen en el filme, queremos celebrar el entusiasmo y el talento insurgente de Humbertini Fermar, quien se atrevió incluso a verificar un complicado giro en la tradicional tipología del género, y sus monstruos son seres humanos que súbitamente pierden su esencia y se transforman en algo que nadie quisiera tener delante.
De ese modo, el realizador y guionista pulsó con una historia demasiado compleja, en cuanto a la naturaleza de dos o tres personajes, y así se torna confusa una narración que debe ser macabramente nítida, con la perfecta caracterización del monstruo y del guardián, papel este último que desempeña con sumo dominio del tono Michel Pentón, quien interpreta a Rafiky, macabro y enigmático, conocedor de los secretos y encargado de alertar en vano a los que juegan con lo prohibido.
De todos modos, Tacón… acierta a recrear en varios miedos ancestrales, universales, y cumple a cabalidad con las dos principales convenciones narrativas que los teóricos le atribuyen al cine de horror: «la rutina amenazada por un monstruo» y el enfrentamiento de los personajes
«normales» con fuerzas inmorales o sobrenaturales, capaces de violar todos los tabúes civilizatorios, tal y como ocurre en clásicos como Tiburón, El exorcista o El resplandor, los tres con monstruos de muy diversa índole, pero siempre perfectamente comprensible y aceptables por cualquier espectador.
Seguro estoy de que, a fuerza de entusiasmo, cinefilia y deseos de aprender, los próximos cortometrajes de la serie, pendientes de encontrar financiamiento, deberán solucionar paulatinamente ciertas improvisaciones y las inconsecuencias dramatúrgicas de este primer corto, que además tiene el privilegio de contar con una fotografía barroca y atractiva de Alejandro Pérez, que a lo mejor abusa de barridos y movimientos violentos que impiden distinguir al mínimo lo que está ocurriendo.
Al nivel de los efectos especiales, vale destacar que se intenta rescatar un tipo de diseño de imágenes más sobrio, como el que predominaba en la etapa previa a la contemporaneidad, marcada por las imágenes generadas por computadora en la etapa de posproducción.
Tacón On/Off comulga con ese principio del cine de horror que tiene que ver con la sublimación de lo raro y lo desintegrador, lo salvaje y lo enloquecido, con un matiz erótico que tampoco le es ajeno al género en su variante clásica, además de crear un entorno medio espectral entre las comunes literas de una beca. A través de la edición, que es al fin y al cabo la especialidad que favoreció la entrada en el cine y la televisión de Humbertini Fermar, se logra el dinamismo que se percibe cuando aparecen planos detalles en vertiginosa sucesión que logra crear, a veces, una atmósfera de sugestión, más que de horror gráfico.
En Cuba, como en cualquier otro país, el gusto del espectador por el cine de horror está asociado con el rechazo al racionalismo y el buen gusto que impusieron el romanticismo y la modernidad. En general, un gran sector del público se siente atraído, primero, por un pasado y por espacios donde pueden ocurrir situaciones paranormales. Y, en segundo lugar, por la recreación de las zonas más oscuras del inconsciente y las vivencias extremas de los personajes, sus culpas, creencias y delirios. En esa línea clasifica, con todos sus naturales defectos, este cortometraje recientemente estrenado en nuestras salas.