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Complicada la presencia cubana en la final de la XX Liga Mundial de Voleibol

Autor:

Ricardo Quiza

Así lo sugieren la obligada renovación del elenco cubano y su ubicación en el grupo C junto con las potentes escuadras de Rusia y Bulgaria

Falta poco menos de una semana para que la Liga Mundial de Voleibol esté de cumpleaños cerrado. Y para quienes piensen que 20 años no son nada, ahí está la historia de un torneo que ha revolucionado esta disciplina y disparado su popularidad alrededor del mundo.

En la celebración de sus dos décadas de vida se vuelven a dar cita todas las escuadras que alguna vez han escalado lo más alto del podio. Italia y Brasil como los grandes protagonistas vuelven a estar entre los favoritos, junto a un elenco de Estados Unidos que ha vuelto con paso triunfal a la élite. Para el onomástico regresa Holanda y no podía faltar Cuba, que aunque no tuvo el privilegio de pertenecer al grupo fundacional, se ha hecho sentir en la mayoría de sus 18 presentaciones.

Otra vez vuelven a ser cuatro los equipos que integrarán igual cantidad de grupos, algunos más balanceados que otros según el «cristal con que se mire». Solo los líderes podrán acompañar de forma directa a los anfitriones en la final, pactada a partir del 22 de julio en la ciudad serbia de Belgrado. Y un invitado especial —que no debe faltar en una buena fiesta— tendrá el honor de unirse al banquete de cierre.

Los «molinos»

Matices quijotescos tendrán las aspiraciones cubanas de llegar hasta Belgrado, pues para ello deberán derrumbarse las aspiraciones de dos escuadras como las de Rusia y Bulgaria, ubicadas tercera y quinta durante los pasados Juegos Olímpicos de Beijing.

Ambos elencos son conocidos, pues compartieron grupo con los cubanos en las rondas clasificatorias de las ediciones disputadas durante el pasado ciclo olímpico.

Hace un año los rusos dominaron los cuatro duelos particulares, y solo cedieron en tres parciales. Pero más allá de los antecedentes está la permanencia en sus filas de la mayoría de los jugadores premiados con bronce en la capital china.

Así, la inscripción para la presente Liga recoge los nombres de Maxim Mikhaylov, Sergey Grankin, Alexander Volkov, Alexey Kuleshov, el líbero Alexey Verbov y el capitán Sergey Tetyukhin, integrantes de la formación regular en la pasada cita estival. Allí, el primero fue segundo entre los máximos anotadores y cuarto por su efectividad en el ataque, y varios de sus compañeros se ubicaron entre los diez mejores en los diferentes departamentos.

Lo único que cambia en su entorno son las voces de mando, pues a Vladimir Alekno lo sustituye el técnico italiano Daniele Bagnoli, un estratega de vasta experiencia que ha ganado ocho campeonatos de su país y cinco Ligas de Campeones en el Viejo Continente.

Algo similar pudiera decirse de los búlgaros, quienes curiosamente tendrán a partir de ahora a otro italiano empuñando la batuta. Silvano Prandi, quien llevara a Italia hasta el bronce olímpico en 1984, remplaza a Martin Stoev y sigue contando con los aportes del talentoso Kaziyski —segundo más efectivo en Beijing— Zhekov, Tsvetanov, Nikolov, el líbero Salparov y el experimentado capitán Plamen Konstantinov.

Al menos sobre el papel, la selección japonesa parece la menos temible del grupo. El timonel Tatsuya Ueta conserva a la mayoría de un grupo cuyo mayor mérito ha sido hasta ahora la clasificación para concursar en el torneo de la pasada Olimpiada.

El reto

Si algo le faltó al voleibol masculino cubano durante el pasado ciclo olímpico fue estabilidad en su nómina y constancia en el desempeño de sus figuras. Armar un equipo a la altura de los mejores del planeta vuelve a ser la gran tarea del prestigioso técnico Orlando Samuels y sus auxiliares, quienes tienen en la inexperiencia de sus pupilos el mayor obstáculo, pero en sus potencialidades, talento y deseos de triunfar sus mejores armas.

Vuelve a ser el central Roberlandy Simón la principal referencia de un grupo aún con muy poco roce al máximo nivel, y necesitado —entre tantas cosas— de mejorar la «salud» del recibo y el pase, tener variedad ofensiva, y contar con ese líder en el ataque capaz de definir en los momentos cumbres de cada partido.

Samuels y sus colaboradores están conscientes de que la tarea es complicada. No es un secreto que sus muchachos necesitan para crecer más que dos partidos frente a la selección mayor de Argentina —otra de las que regresa a la Liga— y tres frente a juveniles, pero como dicen los hombres de campo, «son los bueyes que hay, y con ellos hay que arar».

Más allá de cualquier resultado, será importante la oportunidad de ver el comportamiento del equipo frente a rivales acostumbrados a desempeñarse al máximo nivel, y que llevan más tiempo de juego colectivo.

También se hace interesante constatar los progresos de jugadores como el jovencito de solo 16 años Wilfredo León, así como la evolución del pasador Yoandri Díaz y el atacador Michael «el Ruso» Sánchez, quienes en tierras argentinas tuvieron sus primeros minutos de juego oficial después de encarar serias intervenciones quirúrgicas.

Aunque las expectativas deben pasar por el realismo, el equipo contará con la entusiasta afición que año tras año ha hecho del Coliseo de la Ciudad Deportiva capitalina una de las mejores sedes del torneo, algo que ha soslayado la Federación Internacional a la hora de otorgar el polémico wild card para acceder a la final.

A pesar de la altura de los oponentes, todos encontrarán net por medio a un equipo que les hará sudar para conseguir la victoria, y estamos seguros de que en La Habana, Khabarovsk o Varna, a rusos y búlgaros se les trabará en algún momento «la escoba».

Entonces disfrutaremos junto a los jugadores como si hubiéramos ganado la Liga, conscientes de que será el primer paso para encarar con optimismo la ruta hacia los Juegos Olímpicos de Londres 2012, donde la malla no nos debe quedar tan alta.

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