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Que la bola no se mueva torcida

La Serie Nacional anda reñida, y esa parece que será la tendencia hasta el último out, pero en los últimos días han estado en aumento algunas jugadas nocivas que afectan el espectáculo

Autor:

Norland Rosendo

El béisbol en Cuba es una de esas pasiones que no mueren nunca por mucho que le tiren a matar todos los días. Recibe ráfagas de afuera de nuestro campo de juego y a veces, desde adentro, también lo exponemos demasiado a francotiradores que lo quieren ver noqueado.

Ahora mismo no está viviendo sus mejores tiempos en cuanto a calidad. Los números la desnudan a los ojos de una afición que, por muy pasional que sea, sabe de béisbol, aunque las gradas llenas dicen también que nuestra pelota es capaz de resistir la competencia de otros deportes muy publicitados y hasta de los subyugantes juegos tecnológicos.

La Serie Nacional anda reñida, y esa parece que será la tendencia hasta el último out. Sin embargo, en los últimos días han estado en aumento algunas jugadas nocivas que afectan el espectáculo y también los resultados de los partidos.

El asunto del arbitraje no es nuevo, por mucho que los reportes camuflen con altos números de efectividad los desajustes visibles en la zona de strike. Un bateador me dijo un día: yo lo primero que pregunto cuando entro al estadio es quién va a trabajar en home.

Tenemos ampayas muy profesionales, que no dejan de superarse, pero se nota la ausencia de una escuela de arbitraje, y el impacto de ese «cada uno tiene su zona y hay quien ni zona tiene» deja saldos negativos en competencias internacionales, en las que, generalmente, hay más uniformidad, de acuerdo con lo que dictan las reglas.

Ojo con el tema, porque un mal conteo cuesta carreras, saca de enfoque a los jugadores y directivos, y después vienen sanciones que calientan los juegos y las gradas.

También se entiende que hay que actuar enérgicos para que los partidos sean de béisbol y no de deportes de combate. Resulta complejo el equilibrio, pero es imprescindible apostar por él. Y sobre todo, la imparcialidad. La ley es la misma. Apliquémosla con la misma severidad para todos.

Demasiados salticos, miraditas, desafíos verbales y groserías, que, aunque no se oyen, se leen en los labios. Ya son pocos los juegos en que no se vivan esas situaciones las cuales llegan, con frecuencia, a excesos que, en buena lid, ameritan medidas más rigurosas.

Y por favor, directivos del béisbol, si van a hacer algún conteo al respecto, háganselo también a quienes se están negando últimamente a hablar con la prensa acreditada.

 

 

 

 

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