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Pantalla en negro

La capitalina Odalys de la Torre Pérez (Arellano No. 264, e/ C y Altarriba, Lawton, Diez de Octubre) tiene bastantes imágenes «borrosas» de su televisor Sanyo. No porque el equipo esté fallando por el natural desgaste del uso, sino porque en un proceso que aún ella no ve con la nitidez necesaria, fue dañado al manipularlo cuando venía hacia Cuba o al llegar aquí.

El día 16 de diciembre de 2012 arribó  Odalys a La Habana, procedente de Estados Unidos, en el vuelo K8-3709. En ese viaje venía también el equipo —marca Sanyo LCD, de 39 pulgadas— que era regalo para su hijo.

«Al llegar a mi casa nos dimos cuenta de que el TV tenía señales de mala manipulación y lo comprobamos. Cuando nos disponíamos a instalarlo pudimos percatarnos de que la pantalla se encontraba dañada por golpes sufridos en la parte inferior».

Al día siguiente —evoca Odalys— se dirigieron hacia la oficina de Havanatur-Celimar de la Terminal No. 2. Llegaron y comunicaron lo sucedido a la compañera Susana Marrero, quien en ese momento se encontraba a cargo de la entidad. Ella le explicó a la remitente que la aerolínea no tenía nada que ver con esa problemática, y le recomendó contactar al jurídico de la Aduana, que se encontraba en la Terminal No.1.

Allí los atendió una compañera —no se especifica el nombre en la misiva—, según la cual «ese problema era de la aerolínea o de la empresa Ecasa; que ellos nada más tenían que ver con las cosas decomisadas. Cansada del peloteo me volví a dirigir a la oficina de Havanatur-Celimar, donde la compañera que me atendió en la ocasión anterior me explica nuevamente que ellos no tenían que ver con eso, ya que esta situación no tenía reclamación».

Al preguntar por algún organismo o centro ante el cual llevar su demanda, le indicaron a la capitalina que podía encaminarse a la Oficina de Havanatur-Celimar Central, ubicada en Paseo No.19, en el Vedado, Plaza de la Revolución.

«Aquí me atendió muy amablemente el compañero Vladimir Marrero, quien me explica que yo estaba en todo mi derecho a hacer una reclamación; que fuera nuevamente a la oficina de Havanatur-Celimar de dicha Terminal No. 2, para levantar una queja formal».

Volvió la afectada al local de marras y allí, la misma compañera que ya la había atendido le corrobora que sí, que podía reclamar, pero que era «de pura cortesía, ya que esto no tenía solución». Le pidió a Odalys un teléfono para contactar con ella cuando se terminara la investigación del hecho. «Pasaron tres meses y nunca se comunicaron conmigo», relata la lectora.

«Al presentarme pasado ese tiempo, se pudo notar que la compañera no se acordaba de la reclamación y por pura formalidad en ese mismo momento llamó a Ecasa (…) Según ella, el teléfono siempre daba ocupado».

La afectada solicitó, de favor, que de concretarse alguna respuesta se le avisara al móvil. Cuando la compañera Susana la contactó por esta vía le aseveró que había comunicado con la oficina central y «le habían informado que no procedía la reclamación, por lo que no tenía solución».

¿Alguien puede explicarle estas incongruencias a Odalys? ¿Por qué no se investigó de forma correcta el caso y se le ofreció solo un cierre sin argumentos? ¿Y del equipo dañado quién se hace cargo? No se puede transmitir una imagen tan irresponsable de los servicios aeroportuarios. Hay que conectar la antena a la señal del respeto.

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