Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¡Ay, vecino!

Parte I

Ay, vecino!, es inevitable la evocación de la homónima tira cómica del gran humorista cubano Blanquito, cuando arriban denuncias sobre dañinas colindancias con total impunidad. Desesperado anda Delmiro Ariel Mendoza (calle 28 s/n, Pueblo Viejo, Jesús Menéndez, Las Tunas) porque no llega aún la justicia ante la queja de su esposa en la Dirección Municipal de Higiene y Epidemiología.

 El motivo es un corral de cerdos que el vecino mantiene muy próximo a la casa de Delmiro: irrespirable el aire con olores a orine y heces fecales. Además, tienen el pozo de agua contaminado, que en ocasiones ni para bañarse se puede utilizar.

 Relata que a fines de mayo pasado dos inspectoras visitaron su casa y la del vecino, y dieron a este último un plazo de 72 horas para sacar sus animales. Pero aún a estas alturas permanecen allí impunemente.

 «El 9 de junio pasado, afirma, mi esposa visitó la Dirección de Higiene y Epidemiología, y conversó con su vicedirector, Miguel Escalona, quien le aseguró que ellos tenían la autoridad para resolver el asunto, y nos darían respuesta, lo que hasta ahora no se ha hecho».

 Estudioso de nuestra Constitución, sobre todo para esgrimirla en pos de la justicia, afirma: «Están violando los artículos 40, 46, 71 y 72, 75 y 76, y el artículo 90, incisos i y j. Y según el vicedirector, el municipio tiene autonomía. Pero no hace uso de ella, no puede o no quiere. Es increíble con lo que estamos viviendo, y lo que lucha nuestro Gobierno para resolver la situación con el virus, que en este municipio se hagan los de la vista gorda y no les preocupe la situación que mi familia enfrenta», dice.

Parte II

 Inés María Entenza Arrechea (calle 219 no. 21658, interior, entre 101 y 1ª., Cruz Verde, Cotorro, La Habana) cuenta que su vivienda colinda con la base de taxis del municipio, que fue construida hace años. Pero la casa de sus padres, donde ella vivió desde niña, es mucho más antigua. Hace unos años ella y su esposo construyeron con esfuerzo propio al final de ella una nueva vivienda, con los requisitos correspondientes, y apego a la Ley.

 «Poco tiempo había pasado después de terminada la nueva construcción, dice, cuando ocurrió un gran aguacero: mi casa se llenó del agua que corría de la base de taxis.

 «Estábamos pensando en soluciones, cuando supimos que en la base de taxis iba a hacerse una reparación capital, y se planeaba levantar un muro. Nos alegró la noticia, ya no nos afectaría el agua. El administrador de la base nos informó del muro, y que estaba previsto poner una tubería de desagüe con un filtro. Nunca cumplió con esa parte. Se levantó el muro, y con el primer aguacero sus áreas se llenaron de agua. La solución que dieron fue abrir tres grandes huecos en el muro, para que aliviara de nuevo hacia mi terreno, justo por nuestro pasillo de entrada, pues nuestra casa es interior.

 «Ahora es peor: la base de taxis está toda cementada, y el agua corre íntegramente hacia nosotros. Tiene inclinación hacia mi terreno. Según ellos, ahora la solución la tenemos que buscar nosotros. El agua de lluvia de ellos es responsabilidad nuestra.

 «Es una muestra de irrespeto y mala vecindad. Estamos en plena temporada ciclónica y las lluvias ya arrecian. Actualmente esperamos la visita de un inspector de la Dirección Municipal de Planificación Física que recientemente solicitamos. Hechos como este revelan la ineficiencia de algunas administraciones, y provocan el malestar de personas que trabajan y tratan de mejorar sus condiciones de vida», concluye.

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