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Faltan elementos

El pasado 12 de junio, desde el central Los Reinaldo, municipio santiaguero de Songo La Maya, Eduardo Céspedes Díaz contó aquí que llevaba 35 años laborando en la UEB Agropecuaria Carmen Rosa 304, y se desempeñaba como jefe de la nave microordeño Ceiba 2. Nunca se le señaló por mal trabajo o incumplimientos, y la nave siempre se reconoció por ser la de mejores resultados.

Pero hacía año y medio se había incorporado un nuevo ordeñador, que intentaba violar la disciplina implantada, al punto de que en varios meses se incumplió con el ritmo diario de leche. Desaprovechaba la jornada laboral, se iba antes de hora, con incumplimiento de las normas productivas. Alegaba que hasta que no sacara a Eduardo del trabajo no pararía,  solo porque nunca estuvo de acuerdo con su actitud, y varias veces como jefe le llamó la atención.

Añadía Eduardo que a ello se unieron otro ordeñador, el vaquero y uno de los custodios. Y por ello él en varias ocasiones se acercó al jefe superior de la entidad, para plantearle las indisciplinas que se estaban cometiendo en la nave. Pero este no tomó partido por lo que le planteaba, si no que escuchó a quienes cometían las indisciplinas. Y decidió separar a Eduardo de su trabajo.

«¿Exigir para que se cumpla lo que se nos solicita día a día del esfuerzo de los productores agrícolas para alimentar al pueblo es un error?, cuestionó. ¿Qué ayuda puedo obtener para regresar a mi trabajo, al que dediqué toda mi vida, pues me siento desamparado?».

Responde René Berenguer Rivera, secretario general de la CTC en la provincia de Santiago de Cuba, que se creó una comisión investigadora presidida por Inalvis Ayarde Guevara, miembro del Secretariado Provincial de la organización, la cual comprobó que a Eduardo se le impuso la medida disciplinaria por ser el mayor responsable de esos trabajadores, quien debía exigir y controlar, y no permitir ninguna indisciplina. No había llamadas de atención. Al resto de los trabajadores se les impuso una amonestación, y ninguno reclamó en su momento.

Agrega que «en entrevista con el trabajador Eduardo, quien ahora se desempeña como operario agropecuario en la misma unidad, este refiere que no desea laborar como Jefe de la unidad y que entiende que la medida fue justa».

Y concluye que la queja se declara sin lugar, Eduardo se manifestó conforme con la atención y la respuesta, dejando su firma como constancia en la entrevista.

Agradezco la respuesta. Y solo lamento que si esta difiere en el enfoque de los hechos con respecto a lo señalado por Eduardo, hubiera sido muy útil profundizar más y rebatir puntualmente cada elemento que él arguía. ¿Era mentira todo lo que Eduardo argumentaba y él era el único responsable de las indisciplinas de los otros? ¿Fue separado de su trabajo o renunció a su cargo? No se esclarece lo referido a la actitud del jefe superior ante lo que le planteó Eduardo.  ¿Este mintió en su carta y al final estuvo conforme con lo dispuesto? No es que dude de la respuesta ni mucho menos, pero algo falta en ella.

¿Para qué trabajó el 2021?

Con 41 años de trabajo, Lorenzo Isaac Vidal (Flor de Mayo, Carretera Santa Cruz del Sur,  Kilómetro 47, Santa Cruz del Sur, Camagüey) cuenta que en enero pasado la cooperativa de producción agropecuaria Julio A. Mella presentó su solicitud de jubilación en la filial municipal del Inass, pues había laborado hasta el 31 de diciembre de 2021. Y según la tramitadora, la pensión saldría con 2 346 pesos.

Y en marzo se entregó  su expediente al Inass provincial. Él volvió por el Inass municipal, y entonces le dijeron que su pensión iba a ser de 2 052 pesos, pues no se iba a tomar el salario correspondiente a 2021.

«¿Para quién laboré entonces en 2021?, cuestiona. ¿Por qué entonces tuve que esperar a cerrar el 2021 para disfrutar los beneficios salariales de este año? ¿Por qué no se me tomó en cuenta el 2021?», termina.

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