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A tiempo para reclamar su derecho

El pasado 7 de marzo, y desde Alto Songo, en la provincia de Santiago de Cuba, Luis Columbié Digurnet denunció aquí lo que considera una injusticia y una violación de la legislación laboral.

Refería que él era trabajador de la unidad Rancho Chico de la Empresa Municipal de Comercio y Gastronomía de Songo La Maya. Y en noviembre de 2022, la jefa de Recursos Humanos comunicó que iban a cerrar esa unidad, porque desde el 23 de septiembre no reportaba ventas, y los que allí laboraban quedarían sin trabajo y sin salario.

De esa medida, decía Luis, «nosotros dudamos, porque sí vendíamos; lo que sucedió es que el nuevo Administrador no depositaba el dinero de las ventas». Y añadía que, unido a ello, la unidad pasó a un proceso de licitación desde el mes de noviembre, y ya a finales de febrero, cuando me escribió, seguía cerrada. «Y los trabajadores sin salario, desempleados y desprotegidos», concluía.

Este redactor señalaba entonces que «cualquier proceso de extinción de una entidad laboral a otra forma de gestión requiere un análisis con los trabajadores y un tratamiento con cierta protección. No puede ser al estilo de un úkase y boca abajo todo el mundo. Ese no debe ser el estilo de una administración socialista».

Y responde Asohy Hernández Orta, especialista principal de la Dirección Jurídica y de Relaciones Internacionales del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, que «si la unidad se extinguió como se plantea en el escrito, los trabajadores deben recibir el tratamiento laboral o salarial aplicable a los trabajadores disponibles previsto en la Ley 116 Código de Trabajo, del 20 de diciembre de 2013, y en su Reglamento, el Decreto 326, del 12 de junio de 2014».

Agrega que «de considerar que se ha producido una violación de la legislación laboral vigente o se ha violado el procedimiento previsto en la ley, el trabajador cuenta con un término de 180 días naturales para presentar su inconformidad ante el Órgano de Justicia Laboral (OJL) en materia de derechos de trabajo. De persistir su inconformidad, contra la decisión del OJL, el trabajador puede acudir a la vía judicial», termina.

Entonces, Luis debe seguir esas orientaciones para defender lo que considera una injusticia y una violación laboral. Por lo pronto, esperamos respuesta de la Empresa emplazada aquí.

Manos prodigiosas

Maritza Soto Vasallo relata desde edificio C-14, Apto. 18, Zona 6, Alamar, La Habana, que el pasado 31 de enero llegó con su madre en pésimo estado al cuerpo de guardia del Hospital Luis Díaz Soto (Naval), en la capital. Y narra sus experiencias:

«Llegamos tarde en la noche. La “seño” inmediatamente acudió a nuestro encuentro y guiándonos hasta el personal médico y su consulta de urgencias. ¿Los galenos? Sin vacilar indicaron exámenes y de inmediato la rehidratación de mi madre.

«Manos prodigiosas las de Yuyú, la laboratorista, y del enfermero para hacer los exámenes y canalizar vena con una precisión milimétrica (ojalá recordara todos los nombres). Manos prodigiosas las de los médicos, en especial el doctor Joalberto Delgado Prieto, especialista en Medicina Interna. Y la doctora Yunei. De ambos recibí explicaciones precisas, profesionalidad. Y el cariño con que nos decían: Todo estará bien». Y así fue.

«Cuando ya todo mejoraba con el tratamiento oportuno y los medicamentos necesarios, comencé a distinguir el entorno: limpieza, pulcritud, cambio de sábanas, colcha para abrigar a mi madre…

«Salí con mi esposo un momento y dejé a mi hijo con ella. Lo mismo sucedía con otros pacientes que llegaban: inmediatez en la atención, trato amable y cariñoso que sana por parte de todos los que laboran allí: enfermeros, laboratoristas, muchachos del servicio militar que mantienen la higiene. Y los médicos, con esa prestancia, disciplina y profesionalidad…

«Ya mi madre afortunadamente está mejor, y el doctor Joalberto ha seguido atendiendo su evolución. Sin nada a cambio. Sin conocerlo de antes, sin referencias de nadie. Así fue con todos los que llegaban. Por todo esto y más quiero agradecer infinitamente a todos en ese centro hospitalario. Y en especial a nuestro doctor. Sí, porque ya es nuestro. ¿Quién dijo que todo está perdido?», concluye.

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