Acuse de recibo
Luis Alberto Kuan Morell (Ramón López Peña No. 15, ciudad de Sancti Spíritus) refiere que el pasado 3 de julio mediante la aplicación Transfermóvil mandó a reimprimir su tarjeta 9204 1299 7876 9687, porque se le despegó la carátula con los datos. Y al otro día recibió la notificación de que ya estaba entregada para reimprimir. Todo parecía perfecto…
Pero el 21 de julio, cuando fue a realizar una extracción con su otra tarjeta de salario, la número 9204 1299 7578 9928, le dijeron que estaba cancelada. Fue entonces a la Sucursal 5222 del Banco Popular de Ahorro (BPA), donde la comercial revisó y detectó que cuando él envió a reimprimir la tarjeta averiada, se canceló la otra. Y no se sabía por qué. Tuvo que mandar a reimprimir esta última.
«Desde el 23 de julio, manifiesta, las tarjetas 9224 1299 7080 9651 y 9224 1299 7076 4948 están impresas y en transportación. Hoy, 6 de agosto, la situación es la misma. Y como consecuencia no tengo activas mis tarjetas de salario, por lo que no puedo extraer efectivo en cajeros y otros bancos. Tampoco puedo transferir en el Transfermóvil para mis tarjetas en Bandec. Solo puedo extraer efectivo en los bancos BPA y realizar transferencia pagando 30 pesos de comisión».
A los clientes, añade, se les informa que entre 15 y 20 días se les entrega la tarjeta. Y ya lleva más de un mes sin tarjetas por un error del sistema de Transfermóvil o del Banco.
«Todo parece indicar, afirma, que no se sabe cuándo recibiré mis tarjetas. Y sigo pasando trabajo para poder tener efectivo y realizar otras operaciones», concluye.
El pasado 10 de julio, y desde Guisa, en la provincia de Granma, José Guzmán Barreto Hernández contaba aquí que hace algunos años se inauguró en Guisa una base de ambulancias. Y posteriormente a alguien se le ocurrió concentrar las ambulancias en una base provincial en Jiguaní, distante a unos 30 o 40 kilómetros. El problema, decía, es que cuando hay un paciente con una urgencia mayor, hay que llamar a Jiguaní para que vayan a recogerlo, recorrer la ambulancia esos 30 o 40 kilómetros sin paciente alguno hasta Guisa. Y seguir, 18 kilómetros más, hasta Bayamo.
Luego, añadía, si el paciente es un niño, al ir acompañado del pediatra de Guisa, la ambulancia debe recorrer de nuevo esos 18 kilómetros para retornar al pediatra hasta allí. Otra vez kilómetros sin un paciente; para al final volver a Jiguaní 30 kilómetros más, también sin un paciente.
«¿Cuántos litros de combustible malgastados, con la situación actual?», cuestionaba. Y refería también que en Guisa, que contaba con el personal calificado para ciertas intervenciones quirúrgicas, había un salón de operaciones. Y se trasladó para Jiguaní. Ahora, si tienes que operarte, debes trasladarte a Bayamo o a Jiguaní para sacar un turno. Y eso, con la crítica situación del transporte.
Su otro planteamiento era que en el consejo popular Victorino, en la Sierra Maestra, había un hospital de montaña, creado por la Revolución, con las condiciones mínimas. Pero se desmanteló y desaparecieron los equipos por arte de magia. Resultado: irritación, malestares y desesperación de los vecinos, que deben esperar por una ambulancia. Y si no es una urgencia, tienen que pagar 400 pesos de transportación para llegar a Bayamo a atenderse, concluía.
Vuelve a escribirme Barreto para revelar que, hasta ahora, ningún organismo se ha tomado un minuto de su tiempo para intercambiar criterios sobre los aspectos en cuestión.
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