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Un domingo en La Rampa

Toda ciudad —todo país— tiene su historia y su pequeña historia. Con la primera se confeccionan los anales y se conforman las efemérides, se redactan libros de texto y se llenan discursos académicos y oficiales; se incorpora al turbión colectivo y sirve de acicate y ejemplo. Con la otra, condenada al olvido, obligada a transmitirse a lo sumo de boca en boca, se escriben novelas y se enhebran páginas como esta.

¿Cuántos de los miles de transeúntes —cubanos y no— que a diario bajan o suben por La Rampa conocen los antecedentes de ese pedazo de vía que es, desde hace varias décadas, el corazón de La Habana? Más, aún. La Habana no sería La Habana sin La Rampa, como tampoco lo sería sin la escalinata de la Universidad, la heladería Coppelia y su Malecón. Por eso urge salvarla.

La Rampa es el tramo que corre desde la Calzada de Infanta hasta la calle L, en el Vedado. O lo que es lo mismo: los 500 metros que se extienden desde el lugar donde radica la sede del Ministerio de Comercio Exterior hasta el que ocupa el hotel Habana Libre.

Hay una foto de La Rampa cuando todavía no lo era. Una foto aérea que se tomó hace unos 70 años desde el mar hacia arriba. Son terrenos yermos, entre otros, el del servicentro de Malecón y 23 —que no es La Rampa propiamente—,  el del Motor Center, llamado también edificio de la Ámbar Motor, que ocupa el ya mencionado ministerio, y el del centro comercial La Rampa, ocupado por las oficinas de agencias de aviación.

¿Qué se observa entonces en la fotografía? Nada. Casi nada. A la derecha, el edificio del actual Ministerio del Trabajo, más arriba el demolido edificio Alaska, y en la acera de enfrente, el de la lujosa y también desparecida funeraria Caballero. Nada más.

Aquel ras del mar

Trascurre el mes de septiembre de 1919. El día 9, un fuerte huracán hace sentir su furia sobre la costa norte de la Isla y provoca un ras de mar a la altura de La Habana. El Valbanera, un buque español de 7 000 toneladas de peso y con más de 400 pasajeros y tripulantes a bordo, imposibilitado de entrar en la bahía, decide afrontar el cataclismo mar afuera y desaparece para siempre.

Pasado el torbellino, una familia salió en su automóvil a presenciar los destrozos del huracán, se internó por el camino que hoy es La Rampa y nunca más regresó a su casa. Murió ahogada cuando el vehículo cayó en una de las furnias del lugar.

Eso era La Rampa en la década de 1920, un camino bordeado de sumideros de gran profundidad. El propietario de los terrenos, Bartolomé Aulet, había construido su vivienda en el fondo de un hoyo cercano al lugar donde hoy se encuentra el Instituto Cubano de Radio y Televisión.

Fue precisamente en esos tiempos en que empezó a edificarse en La Rampa. Se construyó el edificio de la Havana Autos para la Agencia Ford, de Cuba, y en su azotea se instaló el cabaré Hollywood. Espacio que ocupa el Ministerio del Trabajo y antes el de Agricultura. En lo que fue después el cabaré Montmartre se instaló un cinódromo, cuyo propietario terminó ahorcándose en la misma instalación. Ya en 1930 se construyeron el edificio de apartamentos  Alaska y el Hotel Nacional de Cuba.  En 23 y M, cruzando esta última vía, tenía su residencia Carlos Manuel de Céspedes, hijo del Padre de la Patria y presidente de la República por poco más de 20 días en 1933.

La calle 23 se trazó en 1862 y recibió el nombre de Paseo de Medina. Se interrumpía en L, pero en 1916, bajo el Gobierno del presidente Menocal, se extendió hasta Infanta. Solo el centro de la calle estaba asfaltado; el resto era de tierra, y allí, perpendiculares a la acera, aparcaban los vehículos. En la intercepción de 23 y L, donde se halla la famosa heladería Coppelia, prestaba servicio el hospital Reina Mercedes, llamado así en honor de la primera esposa de Alfonso XII, tatarabuelo de Felipe VI, actual rey de España. Dicho hospital funcionó hasta entrada la década de 1950. Sus terrenos, que en 1886 costaron 7 000 pesos, se vendieron entonces en 300 000. Se quería construir allí un hotel de 500 habitaciones. Un hotel que no fue.

El testamento

Aulet murió en los primeros años de la década del 40. Tenía una sobrina como única heredera y a ella dejó los terrenos que bordean La Rampa. Pero la muchacha no podría disponer de sus propiedades, según cláusula testamentaria, hasta 1975. La heredera no esperaría tanto. Procuró un buen abogado y este se alió con el coronel José Eleuterio Pedraza, segundo hombre fuerte de la Cuba de entonces, y entre todos convencieron a un juez de lo absurdo y arbitrario de la voluntad del muerto. Dicho y hecho. Evangelina Aulet y sus compinches se enriquecieron de la noche a la mañana.

Fue Goar Mestre, el todo poderoso propietario del Circuito CMQ, de radio primero y luego de TV,  y de otras veintitantas empresas, quien primero se percató de las posibilidades de La Rampa. Sus asesores le aconsejaban que construyera  en Monte y Prado, en La Habana Vieja, sede de los antiguos estudios de la emisora, pero él intuía que si edificaba en el nuevo sitio, los terrenos se revalorizarían y el lugar se poblaría de inmediato.

El periodista Guido García Inclán, pese a no mostrarse partidario de la elección, lo conectó con Evangelina y Mestre llegó a un acuerdo con ella. En 23 y L edificaría Radio Centro, donde, el 12 de marzo de 1948, instalaría su primera emisora radial y, en diciembre de 1950, su primer  canal de televisión.

Antes, el 23 de diciembre de 1947, en la misma esquina, y como parte del complejo, se inauguraba el teatro Warner —después Radio Centro y hoy, Yara— con una función de gala a la que asistió el doctor Ramón Grau San Martín, presidente de la República, acompañado por la Primera Dama. Se exhibió la película norteamericana Night and Day, y la entrada al teatro costó diez pesos. La concurrencia fue apoteósica; el teatro contaba con 1 650 lunetas, y la recaudación de la noche fue donada por Mestre a una institución religiosa.

Gran arteria comercial

El edificio de Radio Centro impactó en su momento y sorprendió por acoger no solo estudios de radio y TV, sino numerosos locales comerciales y de oficinas; primer complejo con tal concepción y magnitud construido en Cuba.

Poco después se construía el Motor Center con agencia bancaria, locales para oficinas, amplia planta comercial,  canal de TV y facilidades para la distribución en Cuba de los automóviles Cadillac, Oldsmobile y Chevrolet.

Esos dos edificios, sitos en los extremos de la vía y en aceras opuestas fueron, se dice, la levadura para el desarrollo de La Rampa que, de una vía abandonada, se convirtió en una gran arteria comercial, residencial y de entretenimiento, venciendo la ausencia de portales en los que se podía caminar bajo techo y obligando al comprador a bajar y subir cuestas. Las ocho o nueve agencias bancarias instaladas en esa calle, más las que se establecieron en sus proximidades, dan idea de la actividad comercial de la zona.

Es imposible referirse a esa calle habanera sin aludir al cine La Rampa que con sus 900 capacidades está considerado el mejor de la ciudad. Se inauguró en 1954 con el nombre de Arte y Cinema La Rampa. En la acera de enfrente, en lo que es hoy el Centro de Prensa Internacional, tenía cabida la distribuidora de vehículos Willys y los automóviles Kayser. Al lado se hallaba la agencia Kodac. El edificio del Seguro Médico, en la esquina de N, obra de Antonio Quintana, mereció la Medalla de Oro del Colegio de Arquitectos.

El número 105 lo ocupaban las instalaciones de la Pan American Airways y de la Compañía Cubana de Aviación. En los altos, las oficinas de la revista Selecciones del Reader´s Digest, que en español se imprimía en Cuba para toda América. En los bajos del Montmartre, la distribuidora de los automóviles Dodge y De Soto.

Es imposible olvidar además, en este recuento apresurado y por fuerza incompleto, el Pabellón Cuba, que desde 1963 ha acogido eventos tan importantes como el Salón de Mayo y las primeras ferias del libro organizadas en la Revolución. De esa fecha data el museo a cielo abierto que son las aceras de La Rampa, sitio ideal para un paseo de domingo.

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