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Mensaje raigal de la prehistoria

Escenas de caza del paleolítico, símbolos, signos y pictografías que desbordan el existir humano entreabren una puerta al mundo cognoscitivo del hombre prehistórico

Autor:

Juventud Rebelde

Bisonte. Cuevas de Altamira. Santander, España Hasta hace poco más de una centuria los humanos habíamos ignorado que nuestra especie estuvo dotada desde sus albores de la habilidad de «cronicar» o de plasmar sus vivencias mediante la pintura rupestre. Solo gracias a importantes descubrimientos de pictografías halladas en lo profundo de cuevas y la comprobación de la inusitada edad de muchas de ellas, el Homo sapiens moderno ha constatado con asombro la capacidad creativa e intelectual de sus antepasados prehistóricos.

Así, numerosas excavaciones arqueológicas realizadas en todos los continentes, han revelado ante los ojos del mundo escenas de caza del paleolítico, símbolos, signos y un sin fin de perfectos dibujos que desbordan el existir humano, más allá del hallazgo de fósiles óseos o de herramientas, para entreabrir una puerta al mundo cognoscitivo del hombre paleolítico.

El equipo de investigadores en plena faena en Atapuerca. Pero, ¿cómo descifrar el significado de esa valiosa herencia documental? Sobre el tema habla el Doctor Ramón Viñas Vallverdú, del Equipo de Investigaciones de Atapuerca (EIA) y del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), quien ha dedicado una parte importante de su vida al estudio de las manifestaciones rupestres en España, África y México.

—¿Qué significado le atribuye a este arte?

—Sería muy difícil llegar a interpretar esos valiosos «documentos» de la prehistoria en su sentido original, más bien lo que podemos es inferir información a través de ellos y proponer hipótesis que deben sustentarse en evidencias arqueológicas. Así podremos aproximarnos al contenido y simbolismo de las manifestaciones rupestres.

«Un planteamiento imprescindible, a la hora de explicar las pictografías, es el momento de la historia en que se produjeron, el tipo de sociedad a la que pertenecieron y si sus autores formaron parte de comunidades de cazadores-recolectores del paleolítico, de agricultores del Neolítico, de la edad del bronce o del hierro», indicó el científico.

Según Viñas Vallverdú, las cuevas y sitios donde se elaboraron una buena parte de las pictografías y manifestaciones rupestres constituyeron espacios donde el grupo habitante realizaba sus ceremonias, ritos o practicaba una cultura. «Entonces, se puede decir, incluso, que las expresiones rupestres son también una forma de identidad étnica».

—Suele creerse que la inteligencia no es tan antigua. ¿Cómo relaciona esa interpretación con las manifestaciones rupestres?

—Cada vez más nos damos cuenta de que sabemos muy poco de las sociedades del paleolítico superior. Desde entonces han transcurrido poco más de 30 000 años, pero cuando vemos los diseños rupestres de aquella etapa nos «conectamos» con ellos como si hubieran sido creados por contemporáneos nuestros, e igual sucede con pictografías todavía más arcaicas.

«Lo sorprendente es que se hayan conservado. Hoy podemos contemplar el arte paleolítico en cuevas, pero el realizado sobre otros soportes o en exteriores no pudo resistir el tiempo. De eso no tenemos evidencia y seguro que existió; solo nos ha quedado una pequeña parte, la que pudo trascender».

Ramón Viñas Vallverdú está entre los escasos científicos que defienden el término de Rupestrología para definir la disciplina que estudia la documentación gráfico rupestre, debido a que conceptualmente esta denominación traspasa las clásicas técnicas de investigación que suelen aplicarse a este arte (prospección, revelamiento, análisis estilístico, adscripción cultural y cronología) para profundizar en el aspecto cognitivo y social de la misma.

Según su opinión, este no solo es un asunto de arqueólogos, porque «qué tanto saben ellos de semiótica, filosofía, psicología o de religiones del pasado. Hasta dónde están preparados para entender ese tipo de lenguaje. Otra cosa es hacer un registro: pesar, medir y cuantificar».

—Entonces, la rupestrología acude a varias ciencias...

—Sí. El problema es que hasta la fecha se ha visto como una cuestión bastante romántica, quizá en el tercer milenio se empiece la verdadera investigación. El siglo XX ha sido el de los grandes hallazgos; el XXI debería ser el de la gran investigación de las manifestaciones rupestres, el comienzo de la rupestrología, porque se trata de un verdadero archivo de la evolución del Hombre. En el planeta hay miles de millones de imágenes del pasado, pintadas y grabadas, y este es quizá el acervo más importante para profundizar en el entendimiento del ser humano.

—Entre las manifestaciones rupestres descubiertas en el mundo, ¿cuáles usted considera las más significativas?

—Las pictografías que se hallan en la zona del Tassilli, en el Sahara, por ejemplo, constituyen una de las más importantes colecciones para estudiar la evolución humana entre África y Europa.

«Si se quiere investigar sobre las sociedades de la edad del bronce hasta la del hierro, obsérvese el arte rupestre del norte y centro de Italia. Asimismo, en el territorio hispano, y particularmente en la región de Cantabria, existe un gran acervo de manifestaciones paleolíticas.

«En América, un sitio relevante es La Cueva Pintada (entre Baja California y México). Tiene alrededor de 1 500 figuras de unos dos metros de altura y en cuatro colores (lo cual indica una complejidad conceptual muy grande). Sin embargo, yo diría que las primeras escuelas figurativas, naturalistas, del mejor arte y estilo se encuentran en África. Y cuando uno ve esas pinturas y piensa en el tiempo, posiblemente 5 000 u 8 000 años atrás, se da cuenta de que los griegos antiguos fueron unos aprendices.

«Lo necesario ahora es no perder de vista que ha llegado el momento de que comencemos a estudiar e interpretar las manifestaciones rupestres, que en definitiva constituyen un medio de comunicación, un sistema de escritura de la prehistoria, con el que se transmitieron diversos conocimientos», consideró Viñas Vallverdú.

UN DEFENSOR DEL ARTE RUPRESTRE

Ramón Viñas Vallverdú (izquierda) y Eudald Carbonell Roura se interesan por las pictografías de la Cueva Ambrosio, en Varadero. Ramón Viñas Vallverdú, doctorado en las universidades de Barcelona, España, y Autónoma de México, ha dedicado su quehacer profesional al estudio de las manifestaciones rupestres y cuenta con una vasta experiencia arqueológica y paleontológica. Asimismo ha realizado réplicas y facsimilares rupestres, que se encuentran expuestos en museos o salas de presentación de sitios arqueológicos en España y México.

Como investigador del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), Viñas Vallverdú encabeza en este momento un proyecto de cooperación iberoamericana en México en el cual participan el IPHES, el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) y la UNAM (Universidad Autónoma de México), denominado Biodiversidad y sociedades cazadoras-recolectoras del cuaternario.

Como parte de este equipo científico, durante el último mes ha desarrollado trabajos de prospección en los estados mexicanos de Sonora, Baja California y Oaxaca, relacionados con varios conjuntos arqueológicos, núcleos de grabados rupestres y pinturas, entre otros.

Según explicó el Doctor Viñas Vallverdú, la exploración realizada aporta nueva información para trabajar por un mejor conocimiento del primer poblamiento del continente americano y sus manifestaciones simbólicas, tan espectacularmente representadas en el conjunto rupestre de la península californiana.

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