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¡Adiós a Sopla!

El popular juglar matancero Eleuterio López Rodríguez, fallecido recientemente, vivirá en el corazón y en la alegría pueblerina de su ciudad

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Falleció Eleuterio López Rodríguez, el gran juglar de la Ciudad de Matazas MATANZAS.— Andar por las calles de la ciudad de Matanzas junto a Eleuterio López Rodríguez era todo un desafío.

Nadie lo recordará por ese nombre, sin embargo, cuando digamos Soplaaaaa, a nuestras mentes acudirá aquel lindo desorden que se formaba en los alrededores.

En toda ciudad, poblado o batey existen personas que constituyen el centro de atención de sus coterráneos. Todas se hacen querer, algunas por sus originales expresiones u observaciones inteligentes. Otras destacan por su gracejo, buen carácter, ocurrencias, chistes o comicidad, que siempre nos proporciona un momento agradable.

Cada una de ellas con sus características: serios, risueños, doctos, circunspectos, bromistas...

Recientemente falleció uno de ellos, Sopla, nuestro gran juglar matancero: «Yo soy la alegría que le faltaba a Matanzas», nos dijo hace unos días cuando lo entrevistábamos. Ahora saldamos la deuda de nuestra demora.

Jubilado de la empresa Rayonitro, Eleuterio era un hombrecito de 64 años de edad, siempre sonriente, dicharachero y bailador acérrimo.

¡Soplaaaaaaaaaa! ¡Soplaaaaaaaa!, y enseguida escuchábamos como respuesta un silbido peculiar, que se escuchaba bien distante, a varias cuadras.

En otra época integró la Banda de Música de Comercio, en la que tocaba el tenor (familia del tambor), y aunque entonces ya era ocurrente, siempre fue disciplinado al marchar orgulloso, impecablemente uniformado en días de fechas patrias o durante las desaparecidas paradas.

A tenor de ello expresó la satisfacción de haber recorrido con esa agrupación todos los municipios de la provincia, cosechando aplausos por la maestría de sus integrantes y, además, por merecer, en encuentro nacional efectuado en Santiago de Cuba, el primer lugar entre las bandas de ese tipo, en la década de los años 60.

Muchos confundían a Sopla con un atolondrado, sin saber que trabajó toda su vida, que obtuvo varias condecoraciones y reconocimientos, que era un hombre que respetaba a todos y que sentía especial amor por los niños, que no dejaban de gritarle ¡Adiós, Sopla! ¡Sopla!

«Cuando paso cerca de una escuela me tengo que esconder, porque todos los niños me llaman y yo respeto, por eso no silbo en todas partes».

Y siempre, aunque su corazón de juglar estuviera nostálgico, por nada del mundo dejó de responder con la alegría y chispa de su paso por la vida.

Sopla también nos contó las historias de sus bicicletas... «Ya me han robado 11», sonreía. Pero el juglar se las ingeniaba para seguir montado en otra, aunque fuera destartalada, pues nuestra ciudad sentiría tristeza ante su silencio.

Jubilado de la Rayonitro hace un tiempo, Eleuterio López Rodríguez, como es su nombre y apellidos, era una persona que emanaba optimismo.

Sobre su bicicleta realizaba ligeras acrobacias, sin atentar contra su seguridad física, ni la de ningún peatón, o entorpecer la marcha de automovilistas.

Más bien unos y otros lo convocaban para que bailara al compás de letras musicales a las que él les cambiaba el estribillo, adecuándolo a expresiones de la actualidad, y como colofón, la infaltable solicitud de ¡Soplaaaa!... y ahí iba agudo, penetrante, el silbido, que algunos trabajadores de esta ciudad de puentes y ríos agradecían, pues en las mañanas les servía de guía horaria para alistarse a partir hacia sus labores cotidianas.

Seguro que este amigo de niños y adultos, de todos, vivirá en el corazón de nuestras calles y en la alegría pueblerina de su ciudad.

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