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Mis carnavales

Holguineros de todas las edades viven plenamente sus fiestas populares en más de 14 áreas especiales con variadas opciones musicales, servicios gastronómicos y venta de artículos artesanales

Autor:

Nelson Rodríguez Roque

Mis carnavales no han pasado aún. De hecho, los de mi ciudad, Holguín, se celebraron hace pocos días. Desde que tengo uso de razón, acontecen siempre aquí en el segundo mes del período vacacional (quienes peinan canas lo recuerdan en otras fechas).

Como otros de las provincias orientales, incluyendo el santiaguero, el más célebre en Cuba, tienen lugar en el verano. Interrumpidos durante el Período Especial, reaparecieron con fuerza a finales del siglo XX, que hablando así parece lejano, pero fue hace 20 años, más o menos.

Estas fiestas populares 2019 en el nororiente tuvieron una característica sui géneris, y es que buena cantidad de su cerveza fue de la mejor del país, la demandada Mayabe. Hasta el menos pinta’o se arriesgó a empinar el codo en las cuatro fechas, donde nadie escapó a un que otro empujón, ante el espumoso termo.

Son muchos quienes se volvieron nómadas —de área en área—, buscando mejores ofertas o sus orquestas predilectas. Otros prefirieron llenar el termito y «formarla» en casa. Y existieron, incluso, los menos entusiastas, mas fueron arrastrados aunque sea a ver carrozas y comparsas. Es rara la aversión. Casi todos carnavalearon a su manera. Se iba, igualmente, a disfrutar de música del recuerdo (para «tembos» y no tanto) y grupos humorísticos.

Casados o en noviazgo quisieron andar sueltos cada noche, como antaño. Las comilatas se desataron; hay quien le fue al pan con lechón y las mazorcas de maíz, y otra parte le «fajó» a brochetas, pollos fritos y reaparecidos pescados de mar, también cocinados en aceite.

Quienes tienen hijos debieron estrujarse el bolsillo, especialmente si habían equipos inflables, de esos en que los niños sudan un río, o cercanía de batidoras y piñas coladas, y heladeros.

Siempre aparecieron las quejas de que le echaron poco pellejo al bocadito, le faltó llenura al pomo cervecero o la lasca de jamón estaba pobre, escasa de gramaje; y claro que detrás de eso también hay pillos de todos los colores, a los que los precios topados les hicieron cero gracias.

La bebida desinhibe, de lo contrario qué otra explicación se le puede dar a la bailadera general. Se extrañaron las serpentinas, elemento que les daba atractivo a los paseos. Por suerte hubo un resurgir de las pachanguitas, aquellos sombreros típicos de carnaval.

Pegaítos a la tarima, como Yumurí, así anduvieron unos cuantos en los días en cuestión, al ritmo de Fabré, la Original, JG o El Gallo (que sigue teniendo un poco de muchacho). Ya los muñecones se han modernizado, con personajes contemporáneos, y los hombres-carroza siempre llegan bienvenidos desde la Tierra Caliente. Los fuegos artificiales resultaron un añadido imprescindible.

Puede que no tuvieran samba, ni tantas máscaras o congas arrolladoras, pero fueron mis carnavales.

Paseos de carrozas y comparsas del Carnaval 2019, en la ciudad de Holguín, Cuba. Fotos: Juan Pablo Carreras/ ACN.

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