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En Palacio de Convenciones espíritu del Villanueva

En Palacio (de Convenciones), todos sentimos a Fidel, visible y palpable en las palabras de Luis Morlote, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, quien recordó cómo el Comandante, al llamar a salvar la cultura, convocaba a preservar valores, proyectos de país…  el futuro mismo del movimiento de la Revolución

Autor:

Enrique Milanés León

Abel Prieto contaba este sábado en su comisión, en el 8vo. Congreso del Partido, que cierta vez, por los días del estreno de la película Inocencia, el público se paró a aplaudir, espontáneamente, al grito de «¡Viva Cuba libre!». El Presidente de Casa de las Américas compartía con los delegados esa anécdota, que otros le hicieron, para introducir su preocupación, suscrita por tantos, ante la «tragedia universal» de que los jóvenes leen menos.

El destacado intelectual es de los seres convencidos de que la enseñanza de la historia requiere emoción, así que defiende la pertinencia de aprehenderla, también, desde el disfrute de materiales audiovisuales de calidad. Con él, muchos se enteraron de que en el futuro cercano veremos una película inspirada en Ignacio Agramonte y una serie televisiva sobre el encuentro, en La Mejorana, de los tres grandes en 1895, materiales que muestran, por sobre los mitos, el alcance real de la unidad de los cubanos.

Dicho esto en la sesión de trabajo presidida por José Ramón Machado Ventura, segundo secretario del Comité Central, Abel propuso la creación de un equipo de talentos de varias instituciones que hagan de esos materiales una imagen más frecuente en nuestras vidas.

A seguidas, Alpidio Alonso, el ministro de Cultura, respaldó la valía de la propuesta y preguntó qué se está leyendo, interrogante básica para atisbar qué se puede defender. Los clásicos de la literatura y del pensamiento cubano tienen que estar siempre en librerías, comentó Alpidio antes de prevenirnos de esta crisis cultural y ética mundial que vende la vida como un show más.

En Palacio (de Convenciones), todos sentimos a Fidel, visible y palpable en las palabras de Luis Morlote, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, quien recordó cómo el Comandante, al llamar a salvar la cultura, convocaba a preservar valores, proyectos de país…  el futuro mismo del movimiento de la Revolución.

Un rato después —porque riqueza abundó en los diálogos— la periodista Arleen Rodríguez Derivet exponía su «discrepancia no esencial» con Abel y Alpidio para decir que los jóvenes leen mucho, pero de otra manera y otros contenidos. Más allá del picor propio de la polémica, lo más interesante de su intervención fue el llamado amoroso que hizo de que no pongamos a reñir política con entretenimiento porque no tienen que ser excluyentes.

En franco desfile de talentos de la Revolución, tomó la palabra la vicepresidenta primera de la Upec, Rosa Miriam Elizalde, para explicar, alrededor de los señalamientos de Raúl a la prensa en el Informe Central —muy comentados desde la primera sesión—, que este es el tercer Congreso en que el General de Ejército expone esos temas y que la percepción del líder es compartida no solo por el pueblo,  sino también por el propio gremio reporteril.

La diferencia ahora, explicó, es que hasta el Presidente de la República habla de la comunicación social como un sistema en el que intervienen no solo los medios: también las prácticas sociales, las prácticas de gobierno y la regulación en su ejercicio. Ese entendimiento es esencial —refirió— en tiempos en que la guerra tecnológica comunicacional es el eje de la guerra imperialista.

La comisión de Funcionamiento y trabajo ideológico del Partido atesora dos días de debates cuya riqueza no cabe ni en esta reseña ni en un Congreso, así que durante mucho tiempo se hablará en Cuba de asuntos como el expuesto por la ministra de Educación, Ena Elsa Velázquez: los jóvenes delegados presentes en el Congreso son el fruto de nuestra enseñanza, con Fidel como artífice. Ellos exponen en sí mismos no solo conocimientos, también los valores y compromiso que sostienen a una nación y a un Partido.

La Ministra llamó a concertar fuerzas desde los consejos populares para respaldar, en esta coyuntura difícil, la formación de alumnos con dificultades, y compartió los afanes de su sector por construir más estructuras de la UJC como antesala de más y mejores núcleos del Partido.

Tales empeños animan de igual modo a la vanguardia política de las universidades. La delegada guantanamera Yaniset Jiménez recalcó que las casas de estudios superiores tienen que estar en pleno vínculo con la sociedad para erigirse en auténticas formadoras de valores. La joven precisó que los estudiantes necesitan recibir, tanto como la docencia, recursos para la interacción con el entorno.

El delegado avileño Julio Gómez mostró en sus palabras la audacia a que llama el Partido: tenemos que trabajar en la base —afirmó— con las expectativas actuales de la gente, no quedarnos en lo ya logrado aunque sea, y es, el sueño de muchos en el mundo. En medio de lo que él define como «combate de influencias», la tarea de los revolucionarios está en abordar los temas incómodos y sacudir las administraciones dormidas.

Semejante espíritu se forja desde temprano, tal como expuso la delegada matancera Pilarín Baujín. Ella, proveniente de la docencia universitaria, expuso en el Congreso el ejemplo de jóvenes estudiantes que, al tiempo que pesquisan, explican en los barrios la actualidad nuestra y la ajena.

Este es el Congreso de la Cuba profunda —la única—, así que es coherente que Ana María Mari Machado, la vicepresidenta de la Asamblea Nacional del Poder Popular, defienda en él, como lo hizo, la importancia de formar un liderazgo revolucionario en las comunidades, el escenario que lo define todo y nos define a todos.

Teresa Amarelle Boué, secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas, repasó la senda de la organización, que surgió a solicitud de las mujeres para defender la Revolución como una temprana estampa de la unidad en nuestro proceso.

Los enemigos de Cuba atacan el punto de la igualdad de la mujer —explicó la Secretaria General— porque su emancipación es justamente uno de los mayores aportes de la Revolución. En este mismo Congreso, el 41 por ciento de la delegación está integrado por ellas.

Delegada y mujer, la habanera Miriam Barbán apuntó que el deber del militante comienza por ser un buen trabajador y que los núcleos del Partido tienen que comprometerse con la eficiencia de su centro laboral. Lo expuso con el mejor argumento: entre sus aliados más fuertes, la subversión cuenta las deficiencias administrativas.

Al respecto, Machado Ventura afirmó que el núcleo tiene que dar opiniones sobre los nuevos dirigentes administrativos y jugar su rol en la comisión de cuadros. Las cosas están —precisó— en Reglamentos y Estatutos, sin embargo eso no significa que todo se resuelva así: hay que actuar.

Se requiere, en fin —como se diría en el animado del «militante» revolucionario Elpidio Valdés—, atacar. El delegado artemiseño Yuri Belén Ramírez no duda que, bajo el dinamismo que exige al trabajo político la situación actual y los altos ejemplos cosechados por doquier, la COVID-19 nos deje nuevos militantes por descubrir.

Al final de los debates, los delegados de la comisión de Funcionamiento y trabajo ideológico se pronunciaron sobre el Informe Central. Se escribe poco aunque dice mucho: Yanina de la Nuez, como delegada mayabequense, tenía un «recado» colectivo para Raúl: usted cuenta con un ejército para continuar su obra. Del Informe se dijo lo comunista y lo divino: que es histórico, profundo, objetivo y claro, abarcador, crítico, optimista, capital; que en 55 páginas resume cinco años de un país.

Casi al cierre de la tarde, Yailín Orta, delegada por La Habana, ofrecía una apasionada explicación de los desvelos colectivos en el otro yate de la Revolución: el periódico Granma, y de los ataques que, por serlo, recibe de quienes odian a Cuba.

En un instante, como chaparrón de las nubes de Tuxpan, la sala fue un aguacero de aplausos. Cada cual los leyó a su manera; este cubano —no delegado, no invitado, simplemente reportero— vio en ellos el parentesco con los aplausos del Yara relatados por Abel y escuchó las mismas exclamaciones que un día de 1869, en el teatro Villanueva, al precio de su sangre, daban vivas a Cuba y a Carlos Manuel de Céspedes.

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