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Rupturas en las redes

Antes las discordias de parejas quedaban en el barrio. Ahora se dirimen en el mundo digital, fraccionando grupos de trabajo, amistad
o hobbies. Esa tendencia se asume como normal cuando en realidad puede causar graves efectos sicológicos y hasta implicaciones legales

Autores:

Mileyda Menéndez Dávila
Yahily Hernández Porto
Monica Lezcano Lavandera

Llevaba casi dos años de relación cuando descubrió que él tenía amigas virtuales con las que practicaba sexting, muchas veces a cambio de una recarga del teléfono. Se molestó, pero no dijo nada porque había mirado su teléfono en un descuido de él y sabía que eso no estaba bien.

Como en otros aspectos cotidianos también se deterioraba el vínculo, pensó en dejarlo. Pero él, supuestamente en broma, amenazaba con hacer públicas imágenes eróticas en las que solo ella era reconocible. La decisión se impuso cuando llegó a casa del susodicho y lo encontró con una de esas «amigas» en plena faena sexual.

Han pasado varios meses de ese desagradable momento, y aunque ella se mantiene firme en no volver, está viviendo un infierno presencial y virtual en el que la violencia va en ascenso: gritos de desprecio, escándalos, mensajes coercitivos… tanto que la obligó a ir a su casa con amenazas y allí la golpeó, destruyó su teléfono y la retuvo toda la noche bajo chantaje de publicar las «cochinadas», que ella, de confiada, le había permitido conservar.

Cuando supo que ya tenía una relación con otro hombre, lo contactó para desbarrar de la muchacha y prometió pasarle las imágenes. No importa cuántas veces ella cambie de perfil: él la persigue a toda hora, y cuando ella dice que lo denunciará, ríe afirmando que tiene «contactos» para librarse de un juicio.

¿Cuántas veces hemos visto historias parecidas? Las redes sociales son un espacio para la opinión pública, el debate y la participación en todas las esferas de la vida, incluso aquellas que son privadas. La moda ahora es informarse por internet y estar al tanto de todo lo que sucede en la vida de otros sin moverse del asiento.

Las relaciones de pareja no escapan de esta realidad, pues tienen también una representación en el mundo virtual. Muchas parejas que rompen en malos términos se dejan llevar por las emociones e incurren en conductas que violan derechos claramente expresados en la Constitución de la República, como el de la privacidad de la correspondencia, la libre expresión de la sexualidad, el mantener relaciones de afecto y el derecho a preservar el honor y la dignidad.

Antes las rupturas quedaban en el barrio. Ahora trascienden a más personas, fraccionando a veces a grupos de trabajo, de amistad o hobbies. En el ánimo de herir, no se piensa en consecuencias sicológicas y legales de cada acto: ese material queda expuesto mucho tiempo después de la ira y otros pueden disponer de él con fines impredecibles, lo que expande el riesgo de un delito más allá de la voluntad del que lo comete. Y aunque la ley no menciona el escenario virtual, tampoco lo excluye en su función sancionadora.

¿Intimidad en Redes Sociales?

Lianet y Mario eran la pareja preferida por todos sus amigos. No solo porque combinaban sus vestuarios, o por las fotos modernas y con poses de modelos que publicaban todos los días en sus perfiles de Instagram y Facebook, sino porque eran románticos, cariñosos… un amor de novela. En cada estado de WhatsApp se dedicaban frases, postales, poemas y sus seguidores conocían de todos sus festejos.

Apenas seis meses después, todo ese cariño se convirtió en odio desmedido. Varias veces publicaron que se habían decepcionado uno del otro, que no eran lo que esperaban y que se arrepentían de haber perdido el tiempo en esa relación. Estos adolescentes habaneros se convirtieron en el entretenimiento de todos los alumnos del pre, que en medio del distanciamiento físico comentaron hasta el cansancio sobre el asunto en sus redes sociales.

Las críticas no se hicieron esperar, y quienes apoyaban a Lianet se volvieron enemigas de Mario, y lo mismo con los amigos de él. Parecía una guerra virtual, cuya «solución» llegó a los 15 días con la reconciliación de la pareja. «Tanto drama por gusto», escribieron varios en sus muros.

Para la Doctora en Ciencias Sicológicas Beatriz Torres Rodríguez, las redes sociales tienen un lado positivo en las relaciones, pues han permitido a parejas que no están juntas físicamente mantener la comunicación, los lazos de afecto e incluso su vida íntima.

También han facilitado que muchas personas inicien relaciones a distancia, pero esto debe tratarse con recelo, ya que en ocasiones se trata de perfiles falsos, que muestran afecto en el inicio y apoyo económico, pero luego devienen situaciones de violencia, acoso y otros peligros.

Indira Camejo, estudiante universitaria, resalta: «En nuestras redes aparecen constantemente parejas que publican todas sus actividades: lo que cocinan, los lugares que visitan… y en ocasiones, cuando se separan tratan de que otros lo sepan; ya sea por un mensaje donde comunican que ya no están juntos o —lo que sucede mayormente— eliminando todas las fotos y publicando frases alusivas a la separación, a modo de indirectas que la gente comenta».

Postear las separaciones es innecesario, pues a las personas con las que interactúan no necesariamente les interesa. Para Torres Rodríguez, también presidenta de la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad, muchas personas socializan conflictos en el mundo virtual que deberían mantenerse en la intimidad.

«A veces un miembro de la pareja hace públicos los conflictos sin el consentimiento de la otra parte, lo que genera que los demás amigos en las redes se inmiscuyan en esos asuntos mediante ofensas. Esto trae consigo daños sicológicos a la persona violentada, pues invaden su espacio personal y juzgan sus comportamientos, la mayoría de las ocasiones sin fundamentos para la crítica», señala.

Cuando el daño trasciende

Míriam entra callada, como buscando respuestas; se sienta y mira avergonzada a la sicóloga, quien la invita cordialmente al diálogo y a no sentir vergüenza. Con acento calmado, y como buscando ser perdonada, la muchacha acepta con un leve movimiento de cabeza, solloza, suspira hondo y cuenta su historia.

«Casi me han “matado” en Facebook y en Instagram. No sé aún cómo he logrado llegar a su consulta», expresó esta joven de 19 años, para quien las redes sociales habían sido un refugio hasta hace unas semanas, mientras recordaba los comentarios de los que ha sido víctima.

Y es que Míriam ha sufrido un «linchamiento internauta», luego de publicar unos mensajes y directas en los que daba a conocer a sus casi 3 000 seguidores sobre su reconciliación con Jorge, de quien se había separado hacía unas semanas. Lamentablemente ambos escogieron este escenario no solo para informar del fin de su noviazgo, sino también para demeritarse ambos, mientras el coro de amigos digitales disfrutaba la «puesta en escena»… los mismos que ahora la calumnian.

Luego de aquel encuentro con Míriam, la sicóloga Iraida Gómez Fonseca, jefa del Grupo Provincial de Sicología y del Departamento de esta especialidad, en la consulta del centro de salud mental Julio Antonio Mella, en la ciudad de Camagüey, compartió con este diario varias reflexiones sobre las rupturas amorosas públicas dirimidas en las múltiples plataformas del gran ecosistema digital que irrumpe, como nunca antes, en la intimidad de millones de personas en el mundo.

La también experta en estudios de Inclusión socioeducativa explicó que este fenómeno de las separaciones ventiladas «es una tendencia que se asume como normal, sin mayores consecuencias. No solo la practican jóvenes, sino también adultos, quienes tampoco encuentran fronteras para lo que debe ser un tema de pareja, privado, no un espectáculo mediático que genera criterios diversos que rozan lo ofensivo y lo vulgar y emplean recursos del lenguaje atemperados a ese escenario, como memes, caricaturas, videos…».

—¿Lo considera una tendencia que practican cada vez más usuarios?

—Es una tendencia que irrumpe y se asienta como nunca antes en grupos sociales afines, e insisto en que no es exclusiva de jóvenes, aunque es en estos donde predomina su práctica.

«La experiencia en consulta nos dice que a esta situación se llega muchas veces por ingenuidad y por inexperiencia, y las víctimas de burlas u ofensas muchas veces se arrepienten de dar el pie; aunque no todo el mundo le da la importancia que merece, y lamentablemente pasa inadvertida para la familia, la cual muchas veces está ajena a lo que pasa en la virtualidad.

«No todo el que sufre de las consecuencias de este proceder sin límites en su alcance (en las redes y en lo personal) acude a especialistas. A veces tratan de olvidar el desagradable suceso cuando es casi imposible silenciar lo que ocurre en las redes. Por eso es importante identificar cualquier señal para actuar desde la educación sexual y los argumentos adecuados sobre los internautas».

—¿Qué aconseja a quienes se han visto en una situación tan dolorosa?

—Buscar ayuda profesional, porque deja secuelas, hasta de temor. Ciertamente hay a quienes ni les duele y lo asumen como algo normal, que no lo es. Esa posición cambia por completo a la persona, pues ¿dónde queda su intimidad, la formación integral de valores que es necesario cultivar?

«Cuando se trata de jóvenes, hago énfasis en la importancia de rol de la familia y la figura del maestro, quien muchas veces se da cuenta de que algo le ocurre a su estudiante. Si no se detecta esta práctica a temprana edad, ¿cómo asumirá ese joven sus relaciones de pareja, su intimidad y su responsabilidad con su familia futura?

«Más allá de las rupturas amorosas, para un desarrollo pleno es conveniente evitar publicar problemas personales de cualquier índole. Se recomienda que estos se resuelvan en un ámbito privado o en familia, nunca con un llamado de atención en las redes sociales, como sucede actualmente».

Violencia 2.0

Cuando Anabel comenzó su relación con Sergio, él le exigió que cambiara su situación sentimental en Facebook, para que todos sus amigos supieran que estaban juntos. «En ese momento no le di importancia porque pensé que no era nada que pudiera hacerme mal», recuerda.

Con el tiempo, el joven comenzó a pedirle fotos como prueba de que decía la verdad sobre el lugar donde se encontraba, peleaba si se demoraba más de cinco minutos para responder un mensaje o le demandaba compartir sus contraseñas.

Ella no aguantó más ese control excesivo y decidió dejarlo. Entonces Sergio empezó a postear párrafos extensos que la humillaban y hasta revelaba asuntos internos de su familia. Ella intentó borrar las publicaciones y lo bloqueó de todas sus redes, pero él se las arreglaba para ofenderla y acosarla desde perfiles falsos o los de sus amigos.

Esta desagradable situación la llevó a abandonar internet y a encerrarse en su casa por miedo a que la siguiera. Su mamá le aconsejó que pidiera ayuda sicológica, porque esa experiencia negativa le había producido demasiado daño, y que buscara orientación legal, pues ese comportamiento también era violencia.

Quien no sepa cómo atravesar una ruptura de modo civilizado puede apelar a terapias y consultoría jurídica para lidiar con las emociones y procesos. Para ello puede llamar al Cenesex al 7838-2529. Para denunciar se puede acudir a las fiscalías municipales o a las casas de Orientación a la mujer y la familia, de la Federación de Mujeres Cubanas. Ante cualquier duda, llame a la línea única de la Fiscalía General de la República, en el 0802-12345.

Normalizar estos procesos es un error, pues no por ser tendencia o fruto de la modernidad deben asumirse como corrientes. Si bien ahora es casi imposible estar ajenos al mundo virtual, es necesario llamar al cuidado sobre el manejo de la vida privada en las redes sociales.

Cada persona tiene el poder de elegir su camino, sin violar los derechos de los otros. El disfrute de la sexualidad y de las relaciones interpersonales también tiene que estar libre de violencias, incluso en la web.

¿Qué dice el Código Penal?

Son varios los artículos del Código Penal vigente que pudieran aplicarse en caso de rupturas violentas, y cualquiera de las partes puede apelar a la ley para que la otra mida sus pasos. Por ejemplo, comete injuria (artículo 320.1) quien ofende el honor de propósito, por escrito o de palabra, por medio de dibujos, gestos o actos lesivos a la dignidad. Lo que comienza como despecho se exacerba mediante memes o insultos y puede extenderse el conflicto a otros integrantes de ambas familias.

La persona agraviada puede parar ese show si denuncia a quien le injuria para que un tribunal sancione con privación de libertad (PL) de tres meses a un año, o multa de cien a 300 cuotas (entre uno y 50 pesos cada cuota, hasta tanto se actualice la Ley de Procedimiento Penal, que incrementará esos valores significativamente).

La persona agraviada puede apelar a la Ley. Foto: Enrique González

Si se conoce de antemano la intención de divulgar un hecho, cierto o incierto, lesivo para el honor o prestigio público de la víctima o sus seres allegados, se pudiera frenar con una denuncia por Amenaza (artículo 285.1) o Chantaje (artículo 332.1). Este último concurre cuando el propósito es obligar a entregar dinero o bienes, o a abstenerse de realizar cualquier acto que beneficie el patrimonio.

Algunos ex suelen amenazar con hacer públicas fotos íntimas, contar secretos de familia o pruebas de actos ilícitos para limitar a la persona que quiere herir de obtener un empleo, disponer libremente de sus propiedades o espacios (así sean digitales) o mantener relación afectiva con otra persona que le ayude a solventar sus gastos. El chantaje puede ser condenado a PL de dos a cinco años.

Otro artículo aplicable es el 318, referido a la difamación (imputar a alguien ante terceras personas una conducta, hecho o característica contrarios al honor para dañar su reputación social, rebajarlo en la opinión pública o exponerlo a perder la confianza requerida para el desempeño de su cargo, profesión o función social). Aun cuando pueda probarse lo dicho, si el ánimo es lastimar recibe pena de PL de tres meses a un año, multa de cien a 300 cuotas o ambas.

Si de manera irracional la pelea en las redes agravia a la persona en su salud mental y necesitara tratamiento médico o sicológico para superarlo, cabe denunciar al responsable por el delito de lesiones (artículo 274); y si lo divulgado es material explícito obsceno, como las redes son públicas se le puede acusar de ultraje sexual (artículo 303). Ambas situaciones son sancionables con PL de tres meses a un año o multa de cien a 300 cuotas.

Para más gravedad, si están involucrados menores de 16 años en la publicación de escenas íntimas, aun cuando haya sido consensuado, se procesa al responsable por corrupción de menores, y en ese caso la pena es de PL de siete a 15 años. El apartado cuatro de ese artículo deja claro que la mera proposición de actos que puedan resultar pornográficos se sanciona con PL de dos a cinco años, y anunciar que se poseen tales imágenes puede considerarse prueba de que se incitó al menor a tales actos.

Cuando en un escándalo por ruptura salen perjudicados en su desarrollo sicológico los hijos de una de las partes, o de ambas, el que provoca esa situación puede ser acusado de alterar el normal desarrollo de esos menores.

En todos esos delitos cuenta como condición agravante ser pareja o familiar directo de las víctimas.

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