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Mujeres no renuncia a soñar

El colectivo de la revista Mujeres asume el reto de comunicar las nuevas realidades de las cubanas, con herramientas actuales y sin olvidar los objetivos para los que fue creada

Autor:

Liudmila Peña Herrera

Mientras hojeaba con curiosidad la nueva publicación que había traído su madre, la muchacha no imaginaba cuánto significaría para su generación, y para ella misma, aquella revista Mujeres que había encontrado junto a la colección de la entonces popular Vanidades.

Recuerda que ambas eran completamente diferentes: en la portada de Vanidades salían mujeres muy glamurosas, actrices rubias, con joyas y pieles. «Mujeres rompió con todo eso —asegura ella—; y claro que me llamó la atención, pero yo siempre buscaba lo mismo que casi todas las jóvenes de aquella época: los consejos de belleza, porque yo quería ser bella y joven eternamente; los vestuarios, para decidir qué me iba a mandar a hacer con las costureras. Ese fue mi primer acercamiento como lectora».

Mujeres circuló, por vez primera, el 15 de noviembre de 1961, cuando ella era apenas una adolescente alfabetizadora en una granja del pueblo, en el Escambray. En aquella época ocurría una revolución cultural, que abría nuevos caminos para el desarrollo de las cubanas en la vida pública. Esos testimonios e historias los iría recogiendo la joven revista, de la mano de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y de Vilma Espín Guillois personalmente, con el fin de educar, formar y movilizar a las mujeres.

Once años después, Iraida Campo Nodal, aquella muchacha convertida ya en periodista, luego de haber cursado estudios de traducción e interpretación de idioma ruso, pisaba la redacción de la revista Mujeres como una integrante más de su equipo.

Aquella muchacha es hoy su actual directora; sin embargo, elude cualquier protagonismo: sabe que estas seis décadas han sido resultado de la creación colectiva, cuyo testimonio está en los ejemplares conservados en el archivo de la Editorial de la Mujer.

«En sus páginas está la muestra de las grandes campañas que hizo la FMC, desde cómo explicar la importancia de los círculos infantiles —comenta Iraida—. Eso rompió muchos tabúes que había en la sociedad de que los niños tenían que estar con su mamá en casa. También se reflejó la labor de las mujeres que se movilizaban para dar su aporte a la economía, y de las que trabajaban en el campo.

«Ellas siempre ayudaban a los hombres en las labores agrícolas, pero no se sentían responsables ni con derechos. Tenían solo deberes. La revista les dijo: “tú sí puedes”. Todo ese proceso de educación lo hizo la publicación desde el primer momento, bajo la guía de la directora fundadora, Elsa Gutiérrez».

Desde su primera portada, con una gran fotografía de mujeres de pueblo, la revista dio un viraje al rumbo de las publicaciones para ese sector de la población. Recuerda la directora actual que en aquella portada por primera vez salió una mujer negra, símbolo de la inclusión en todos los sentidos.

«En la sección Debate de salud, escrita por la doctora Carmen del Busto, se orientaba sobre temas como la prevención del parasitismo en los niños, en qué lugar del campo construir una letrina para que no afectara el suministro de agua potable… Hasta el día que se publicó un texto sobre el aparato genital femenino y el masculino, cuenta Iraida.

«Esos fueron los primeros trabajos sobre sexualidad que salieron en la revista. Dicen las personas que trabajaban aquí entonces, que los teléfonos no paraban de sonar. Había muchos tabúes, y la gente no estaba de acuerdo porque el sexo era algo de lo que no se hablaba. Pero Mujeres continuó publicando y educando».

Secciones de nutrición escritas por Nitza Villapol sobre cómo enfrentar las escaseces en la cocina, las páginas de cine firmadas por Rodríguez Alemán, el espacio para niños Los hermanitos Pon-pon, bajo la rúbrica de la reconocida Adelaida Clemente; y nombres como la escritora radial Iris Dávila e Isabel Amado Blanco, que se encargaron de los temas de moda y belleza, marcaron época en la revista.

Y mientras menciona estos nombres, preocupada porque sabe que es difícil mencionarlos todos, se detiene en la figura de Isabel Moya, periodista, directora y entrañable ser humano que dejó una huella profunda en los estudios de género y en el periodismo cubano dedicado a defender los derechos de la mujer.

«Isabelita nunca se irá de aquí, por lo menos mientras estemos las personas que tuvimos el privilegio de trabajar a su lado —sentencia—. Para ella, trabajar era una fiesta. Le gustaba mucho sumar, y con una capacidad de trabajo extraordinaria. Siempre la recordamos trabajando, porque ella nos enseñó a no sentarnos a lamentarnos, sino a seguir».

Isabel Moya, asegura Iraida, fue (es) uno de los grandes regalos que le dio la revista, además del crecimiento humano que experimentó durante las más de cuatro décadas que lleva trabajando en esta publicación:

«Aquí descubrí derechos que teníamos y que yo desconocía —afirma visiblemente emocionada—. Antes de llegar a Mujeres vivía sin darle un sentido a mi existencia. Vi que se puede luchar por todas nuestras oportunidades. Y me sentí feliz diciéndoles a las lectoras que ellas también tenían posibilidades, si les interesaban el estudio o el trabajo.

«Descubrí que podíamos decidir sobre nuestro cuerpo, y ahí incluyo el derecho al aborto. No es que esté abogando por que todas las mujeres vayan y aborten: esa es una decisión personal y es un proceso muy peligroso que, afortunadamente, está institucionalizado. También fui consciente del derecho a estudiar en lo que una quiera y a trabajar donde la capacidad permita. Todo eso lo aprendí escribiéndolo y viviéndolo».

Desde su fundación, la revista ha recogido el protagonismo de las cubanas dentro del proceso revolucionario.Fotos: David Gomez Ávila

Alguien podría pensar que después de 60 años la revista se ha anquilosado y que la mayoría de los temas de interés para las mujeres ya han sido tratados. Iraida discrepa y advierte que para Mujeres todos los asuntos son de interés para su público.

«La mujer está incorporada a la vida social totalmente. Hay ministras en ramas de la economía que en otros momentos eran privativas de hombres, como la de Finanzas y Precios, y tenemos una contralora, que es un trabajo fuerte —reflexiona Iraida—. En cada sector donde trabaja una mujer importa si sufre de acoso, si es discriminada. Nos interesan los temas como la violencia, el embarazo en la adolescencia, la situación de los círculos infantiles en el país; y sobre cómo es la vida de una familia con un paciente postrado, y de los cuidados especiales que también necesita esa otra persona».

En la actualidad, la revista sufre la crisis de papel que existe en el país. En este momento circulan las de 2020, porque, aunque se hicieron ninguna salió el año pasado. «Por suerte tenemos el sitio web http://www.mujeres.cu/ que mantenemos actualizado», dice la Directora, que insiste en que el mérito mayor lo tiene su colectivo, una suerte de mixtura entre experiencia y lozanía universitaria.

A seis décadas de su fundación, muchos sueños movilizan la labor de las mujeres que echan adelante la revista, y de quien ahora las guía. Iraida lo confirma:

«Soñamos con tener una tienda virtual para vender nuestras publicaciones. También quisiera ver totalmente digitalizado el archivo central de la revista, porque ahí está la historia, con materiales que te descubren Cuba y lo que las mujeres han hecho en distintos momentos. Y el otro sueño es tener una pequeña imprenta para hacer nuestras propias tiradas».

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