Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Contenido de trabajo

Autor:

JAPE

Nunca olvidaré la manera en que nuestro querido colega Tomás Rodríguez Zayas (TOMY), se refería a su trabajo: «¡Es el mejor del mundo!». El reconocido caricaturista decía así porque se divertía dibujando, a la vez que experimentaba y expresaba sus opiniones acerca de todo cuanto lo rodeaba y, además, le pagaban por hacer eso.

Sin duda, tiene mucho de cierto lo que alegaba TOMY, y lo hago extensivo para todas las labores en las que el creador disfruta plenamente, se siente realizado y está consciente de que realiza una obra en beneficio de la sociedad. No hablaremos sobre el sacrificio, las concesiones, los disgustos que a veces trae consigo ese proceso de creación, o de servicio, o de lo que fuere… No entraremos en esos detalles, porque podríamos estar hablando horas y nos alejaríamos del tema que inicié con el recuerdo de TOMY.  Simplemente quiero hacer un acercamiento o análisis sobre lo que ahora podríamos llamar «contenido de trabajo», que en estos tiempos ha cambiado mucho.

Por supuesto, no hablo del contenido de trabajo de aquellos que desde las primeras horas de la mañana ocupan su quehacer bebiendo y gritando en la esquina más céntrica del barrio, o quienes simplemente se estacionan en el más cómodo banco del parque en busca de la víctima a la que estafarán ese día. Ese viejo «oficio» no cambia nunca de contenido, ni de rutina.

Me centraré en una modalidad que se encuentra entre las más populares y novedosas: el trabajo a distancia o teletrabajo. Algo que no todos tienen claro, ni realizan de la misma manera, aunque, al parecer, ha llegado para quedarse por las bondades que ofrece al trabajador, al empresario, a la economía de ambos, y por ende a la economía del país.

Esta nueva modalidad no es del agrado de aquellos jefes que disfrutan ver a sus subordinados dándole vueltas a la noria, obstinados en aparentar entrega laboral, y hasta a algunos que le llevan café, merienda o le hacen anécdotas simpáticas en busca de su favoritismo, o simplemente para hacer tiempo y que se termine la jornada laboral.

Estos directivos a menudo disfrutan al sorprender a sus trabajadores fuera del puesto de trabajo, jugando cartas en la PC de la empresa o chateando en el móvil… Es entonces cuando de manera irónica preguntan: «¿Qué hace, compañero Martínez? ¿Mucho trabajo?»... El sorprendido subordinado no sabe qué responder cuando en realidad la única respuesta correcta sería: «Nada, jefe, hago como que trabajo, mientras usted hace como que dirige»… Pero claro está, no es lo correcto, ni lo más sensato.

La otra cara de la moneda se desarrolla en casa del trabajador, que ya no tiene que levantarse en la madrugada a luchar contra el invencible transporte. Ahora es casi dueño de su horario laboral. Puede dar una vuelta y tomar café (si tiene café), desandar por la casa y merendar algo (si tiene merienda) e incluso disfrutar de una inesperada sesión erótica (si tiene con qué y con quién). Todo eso mientras cumpla con su contenido laboral a distancia, en tiempo y forma. Hasta ahí todo bien. El problema es que ahora ese contenido laboral compite con otras cosas que van más allá de las simplezas que antes expuse.

Con estas «bondades» de laborar en la morada, el trabajo en sí va quedando en segundo plano, porque hay que ir a buscar el pan y los huevos, dar una vuelta por el agro y el mercado por si hay alguna sorpresa, pasarle el trapeador a la casa y sacudir los muebles, preparar la comida para cuando llegue el resto de la familia, sacar a los perros para un paseíto y que hagan sus necesidades, poner el motor y llenar bien los tanques porque es «día de agua», y, por supuesto, hacer algunos arreglitos de carpintería y albañilería porque a la casa «no se le pasa la mano» desde hace años… en fin, que ya algunos lo han pensado mejor y prefieren regresar al centro de trabajo y disfrutar del horario laboral, a la antigua usanza del «tête à tête» con el director.

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