El Doctor en Arte y profesor de Guion y Producción en la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual de la Universidad de las Artes, Aramís Acosta Caulineau, ha dedicado 47 años de su vida a crear, producir, formar y apoyar la obra cinematográfica en los Estudios de Animación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), cuyo aniversario 65 es reverenciado durante el 46to. Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
«Esa ha sido mi casa durante muchos años, y ha sido la de muchas personas que, quizá, al inicio, no imaginaron que permanecerían largo tiempo en ella. Uno se enamora de esa casa creadora, como les ha sucedido a los directores que ha tenido: Jesús de Armas, Manuel Pérez Alfaro, Norma Martínez y Esther Hirtzel, sin olvidar a Mario Rivas, quien asumió durante un breve tiempo esta responsabilidad».
Acosta Caulineau, quien mucho puede hablar del legado de figuras emblemáticas de los Estudios de Animación como Jesús de Armas, Hernán Henríquez, Eduardo Muñoz Bachs, José Reyes, Paco Prats, Juan Padrón, Tulio Raggi, Jorge Oliver, Mario Rivas, Gisela González y tantos otros, ha representado a Cuba en eventos nacionales e internacionales como profesor, tallerista y jurado.
Más de 600 filmes llevan su impronta, ostenta el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad Anglohispanomexicana de Puebla y en los últimos tiempos ha propiciado que jóvenes realizadores se integren a la familia de la animación en Cuba.
«Un año antes de expandirse la pandemia de la COVID-19, propuse en los Estudios de Animación del Icaic, y por suerte fue aceptado, que hiciéramos alianza de coproducción con los Jóvenes Independientes. Desde entonces me he convertido desde la institución en una suerte de puente en Asesoría de Producción y en Financiamiento con estos equipos que están por todo el país en pequeñas ciudades, en capitales de provincias, en barrios, y es impresionante el talento oculto que estamos revelando».
«Hasta la fecha hemos hecho poco más de 60 cortometrajes de animación, y llevamos ya más de cuatro años presentando las obras en competencia en este Festival de cine».
La buena suerte le sonrió este año a Acosta Caulineau porque en el recientemente concluido 46to. Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano se presentaron tres obras en las cuales figuró como productor. «Una es el documental Un hombre con suerte, sobre la vida y obra de Mario Rivas, ópera primera de Arlene Comas, que aborda la obra artística de este realizador de la animación en Cuba.
«Los otros dos títulos son La niña y el mar y Raptus, ambos cortometrajes. El primero es de Ray Ortega, con una duración
de tres minutos y con guion e idea original de Kadier Fuentes. Llega al Festival con el respaldo de los Premios Caracol de este año al Gran Premio de Animación y a Música Original. Él es un joven realizador camagüeyano que ha logrado un trabajo impresionante desde el punto de vista estético y sonoro al conectar en esta obra sus dos mundos: el cine y las artes plásticas.
«Raptus cuenta con el guion y la dirección de Ivette Ávila, experimentada artista que se ha dedicado a trabajar el stop motion, o sea, la animación corpórea, con plastilina. Es una poética muy fuerte, y su estética también lo es porque la animación con plastilina es como estar esculpiendo el barro».
—¿Cuánto ha incidido en su vida este trabajo en la animación con las jóvenes generaciones?
—A esta altura de la vida estoy realmente muy feliz de haber dedicado estos años a trabajar con jóvenes. Hay una cantera impresionante, y teniendo en cuenta que las tecnologías han cambiado y seguirán cambiando, hay que tener en cuenta que esas nuevas generaciones nacieron con una laptop y con un celular en la mano, y eso es una ventaja.
«Para nosotros, los viejos, la parte más enriquecedora es enseñar el ABC de la animación. Una vez que ellos dominan esta parte del lenguaje, de la producción, del movimiento, del guion, la adaptación literaria o el guion en sí, ya corresponde usar la herramienta en función de lo que ellos quieren comunicar. Además, existe una variedad estética impresionante».
—¿Cómo fomentar, impulsar más desde la institución este trabajo?
—Hay mucho por hacer. Creo que hemos de incidir mucho en tener una bolsa de guiones a partir de la cual se pueda, a nivel de institución, escoger planes temáticos. A veces nos repetimos mucho por no tener esa bolsa de guiones, y eso es un déficit del audiovisual. Hay que insistir en ello.
«También me siento muy feliz, como te decía, porque soy el puente de la institución y otros estudios centroamericanos de la animación, en los cuales existe un gran déficit en cuanto a la cantidad de realizadores de animación. Nuestro aporte entonces es impartir talleres de formación, y por eso hemos estado en Nicaragua y en Honduras, por ejemplo, ofreciendo esas oportunidades con profesores con avalada experiencia. Puedo decir con orgullo que ya se palpan los resultados, pues ya podemos ver cortometrajes hechos en esos países, y eso me llena de mucha satisfacción».
—Existen diferencias notables entre el trabajo de un productor de obras de animación, como es su caso, y el que realiza un colega en función de una obra ajena a esa especialidad…
—Sí, porque cuando la obra requiere de locaciones, movimientos en exteriores o en interiores pero con personas, digamos, de carne y hueso, la producción tiene determinadas exigencias.
«La realización de una obra de animación transcurre en un espacio más cerrado, podemos decir. En los tiempos que corren, frente a una computadora, y antes, entre pinceles y acetatos. Entonces, el productor debe ser la persona que no permite que el director se agobie, lo cual es válido también para la otra área de la creación.
«En cuanto a la animación, el productor puede llevar más de cinco proyectos a la vez, y si se trata de cortometrajes, mejor. Eso le da al productor la posibilidad de estar moviendo cinco historias diferentes en cinco equipos completamente distintos, con cinco actores que no tienen nada que ver uno con otro y con escenarios y movimientos totalmente diferentes.
«Lamentablemente, a veces los productores se convierten en personas que buscan café, agua y garantizan que funcione el aire acondicionado, mientras que el director está atormentado porque no acaba de llegar la actriz. El productor tiene que estar en función del director y participar en la creación de un staff artístico y técnico que tenga que ver con el discurso que quiere dar.
«El productor puede proponer pintores, escultores, sonidistas… en función del guion que le llegó a la mano. Entonces el director está concentrado en lo que quiere comunicar y cómo. Conflicto que se genere, debe resolverlo el productor sin que el director se atormente con eso. Puede conocer el asunto, y mejor después que se resolvió, porque no puede dejar de hacer la parte creativa para solucionar otras cosas.
«El trabajo de producción en animación es realmente apasionante porque estás moviendo muchos hilos a la vez, y como productor se está introduciendo en estéticas totalmente diferentes. No es lo mismo una animación 2D convencional, una animación en plastilina o un óleo sobre cristal.
«A veces tenemos las mejores actrices y actores de Cuba frente a un micrófono para un cortometraje de cinco minutos y una orquesta sinfónica que está componiendo una música para otro cortometraje de apenas diez minutos. Entonces son resultados artísticos que varían entre una obra y otra, pero que a su vez responden a un único productor. Eso también me gusta enseñárselos a los jóvenes».
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