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Los vecinos de la zona industrial y un amanecer inesperado

Unos estaban muy cerca de los tanques cuando cayó el rayo demoledor y otros dormían cuando vieron que el cielo se puso como si fueran las 12 del día tras la explosión. Fue como si el mundo se les viniera encima. Ahora lo que más desean es que todo se calme y regresar a sus casas, tras ser evacuados en varios puntos de la ciudad

Autores:

Yuniel Labacena Romero
Monica Lezcano Lavandera

 

 

Andy Castellanos Milanés vive muy cerca de los tanques de la zona industrial. Estaba en su casa cuando sintió el trueno y luego la explosión de un viernes gris en Matanzas. «Me sorprendió porque estaba lloviendo muy poco, fue algo inesperado. Subí al techo y empecé a ver como el humo se elevaba. Ahí estuve un rato hasta que me di cuenta de que era demasiado. Entonces, le dije a mi esposa que fuera con el niño para casa de sus padres, y yo fui para la casa de mi mamá en el Paseo Martí».

Este joven de 27 años, uno de los más de 900 evacuados que tiene la Atenas de Cuba, también recuerda la explosión del segundo tanque. «Estábamos durmiendo. El cielo se alumbró de repente y mi mamá empezó a gritar. Vimos el humo y nos dio miedo, pues no sabíamos si el resto de los tanques seguirían explotando como sucedió. Fue una cosa fuera de lo normal, porque aunque había pasado el servicio como zapador y estuve en varias maniobras, nunca había vivido algo así tan grave», cuenta.

Él y su familia fueron evacuados al día siguiente en la Universidad de Matanzas Camilo Cienfuegos. «Estamos al tanto de lo que sucede, pues nuestras casas están ahí mismo, muy cerca del suceso», agrega este matancero, ayudante de mecánico en la central termoeléctrica Antonio Guiteras, y reconoce la labor de los bomberos, rescatistas y todos los que se arriesgan para contener las llamas y devolverle el esplendor a la ciudad.

«La atención ha sido muy buena, la forma en que tratan a las personas, en que nos ponen horarios de comida… Llegar aquí fue un alivio, un camino en medio de tanta incertidumbre», nos dice mientras comparte con jóvenes vecinos de la zona de Versalles en los alrededores de la universidad.

Aquí también está Orlando Serra Pérez, quien a sus 21 años de edad no pensó que viviría un hecho fatídico como este. «Estaba frente a frente a los tanques cuando ocurrió el suceso. Pensé lo peor, que el Cupet se iba abajo, que desaparecería parte de la ciudad», asegura a estos reporteros y no esconde tampoco que sintió mucho miedo.

En la Universidad Camilo Cienfuegos las familias evacuadas también cuentan con áreas para el esparcimiento y la realización de actividades deportivas. Foto: Roberto Suárez

Pero, «después, al ver los bomberos trabajando, a las personas especializadas, sentí alivio. Ellos nos calmaron un poco y nos dijeron que iban a tratar de resolver esa situación. Y así ha sido, los hemos visto batallar sin descanso, se han entregado para salvar a todo un pueblo y ello hay que reconocerlo», relata el joven, quien escucha música en uno de los bancos de la universidad.

Orlando, quien desde hace dos años es operario de Cupet, expresa que tanto él como sus familiares y vecinos están recibiendo buenas atenciones, que la alimentación tiene calidad y que los apoyan ante cualquier necesidad o duda. «Lo que más me preocupa son los equipos y las otras cosas que quedaron en la casa.

«Algunos de mis compañeros estaban trabajando cuando sucedió todo. Aquí mantengo comunicación con mi jefe y me ha puesto al tanto de lo que pasa. Les puedo decir que esos tanques son los que más pararrayos tienen, los que más protegidos estaban… y aquí se cumple estrictamente la disciplina. Por eso duele tanto lo ocurrido. Es muy triste, y más para uno que es joven».

En otra de las instalaciones de este centro de evacuación, Adelaine Lorenzo Machado cuida de su bebé. Junto a su esposo, rememora el momento en que las llamas iluminaron el cielo, y fueron creciendo y creciendo. «Sentíamos un calor tremendo, un vapor muy grande. Eso nos dio mucho miedo.

«Cada vez que venía la candela y alumbraba como si fueran las 12 del día pensábamos que todo se iba a acabar. Hubo un momento en que las llamas alumbraron toda la casa y el barrio. Eso te puede dar la dimensión. El vapor del tanque tú lo sentías en el cuerpo cuando salías de la casa. Mucha gente salió corriendo en ese momento».

Jóvenes universitarios recepcionan los donativos para evacuados. Foto: Roberto Suárez

Recuerda que al amanecer la presidenta del CDR les dijo que serían evacuados y a los pocos minutos llegó la guagua. «Recogimos las cosas fundamentales para traer», apunta, y premia el trabajo de las personas que los atienden para que pasen estos momentos difíciles de la mejor manera posible. «A cada rato pasan por los cubículos para saber qué necesitamos y con los niños han realizado varias actividades. Ojalá esta tragedia pase rápido, eso es lo que más deseamos».

 

 

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