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Septiembre y la música

Siempre que llega septiembre vienen a mi mente los recuerdos de los días colegiales, cuando regresaba a las aulas lleno de planes, expectativas, ilusiones y anécdotas vividas en el recién concluido verano

Autor:

JAPE

No lo puedo evitar. Siempre que llega septiembre vienen a mi mente los recuerdos de los días colegiales, cuando regresaba a las aulas lleno de planes, expectativas, ilusiones y anécdotas vividas en el recién concluido verano. Estaba sumido en estos pensamientos cuando el paso de un bicitaxi, esparciendo «cultura» a todo volumen, me llevó a una reminiscencia puntual.

Desde el ataviado ciclo se escuchaba un estribillo lleno de «sensualidad» que decía algo así como: «Tómate un lager, bájate el blúmer». No me quedó más remedio que esbozar una amarga sonrisa y catapultar mis recuerdos hacia atrás, hasta septiembre de aquel año en que comenzaba a cursar el noveno grado.

Al igual que los adolescentes de todos los tiempos, consumíamos mucha música y militábamos en diferentes corrientes con marcadas tendencias rítmicas. Los disqueros, los «frikis», roqueros…, y los que gustaban del bolero, la canción romántica o la salsa. Había para todos los gustos, pero no puedo negar que gran parte de nuestra preferencia estaba copada por temas de cantantes y agrupaciones de habla inglesa. Sin saber qué decían aquellas letras, coreábamos lo que a nuestros oídos era más cercano, dando crédito a una cantidad de «forros», tan llenos de imaginación y simpatía que llegaron a ser muy populares. Entre los más recientes que recuerdo está el «¡asere!», por el «I say», de Lionel Richie, en su tema All night long, el antológico «se me cae la trusa», por «shake your body down to the ground» de los Jackson Five, o el get down on it, de Kool and the Gang, que mejor me lo reservo.

Para nosotros era normal, ingenuo y divertido. En otras miradas muy «aguzadas» de entonces, era una tendencia procapitalista, contrarrevolucionaria, de innegable «diversionismo» ideológico. Pero ese no es el tema. Mis recuerdos viajaron a ese momento porque en ese año conocí a la profesora de inglés más hermosa y auténtica que jamás haya visto, con perdón de todas las profesoras de lengua inglesa que he conocido y que queden por conocer.

Desde su primera clase se robó el show. Nos propuso que además de aprender todos los verbos irregulares, el verbo to be y sus mil formas, o las palabras interrogativas: what, where, how y who, entre tanta gramática propia del idioma, en cada clase podríamos traducir un tema musical que escogiéramos. Durante el curso descubrimos algunas de las bellas historias relatadas en las canciones que sin saber su significado coreábamos y formaban parte de nuestros más lindos recuerdos. De esta manera supimos que Donna Summer recuperó un viejo amor gracias a que alguien encontró una carta y la leyó en un programa radial que ella escuchaba. Así comenté hace poco del tema On the radio, interpretado por la reina del disco. Nos gustó mucho más la canción Last train to London de Electric
Light Orchestra, al saber que el protagonista dejó partir el último tren del día, que lo llevaba de regreso a la ciudad, para quedarse extasiado, esa noche, con los ojos y la presencia de su amada.

Una de las grandes verdades de la vida la aprendí de Kansas, en su tema Dust in the Wind, cuando dice: all your money won’t another minute buy (todo tu dinero no comprará otro minuto), como tampoco alcanza toda la riqueza del mundo para comprar el amor verdadero, al modo de decir de The Beatles, en su Can’t buy me love.

Fueron muchas las canciones, desde la «surrealista» Hotel California, de Eagles, hasta la emotiva We are the champions, de Queen, que se ha convertido en el himno de los campeones. Aún, tantos años después, no sé a ciencia cierta si todos terminamos enamorados de «la ticher», o fue que ella, y el poder de la música, de la buena música, nos convirtieron en mejores personas. A su favor, puedo agregar que mi calificación en inglés de ese curso ha sido la mejor nota obtenida en una asignatura en mis años de estudiante.

Sé que para muchos no es este el objetivo principal del arte, pero ojalá volvieran a surgir grandes temas musicales, con los cuales pudiéramos crear valores en nuestros hijos, además de divertirnos mientras cantamos y bailamos. Finalmente, quiero aclarar, para los más suspicaces: mi profesora no se llamaba Tabatha Twitchit.

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