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Apuntados con el corazón

Construir escuelas, devolver confianza, hacer sonreír… todo eso y más hace por estos días la brigada Martha Machado en la más occidental de las provincias, duramente afectada por el huracán Ian

Autor:

Dorelys Canivell Canal

LA COLOMA, Pinar del Río.— «Mi herramienta fundamental es el arte. Uso el arte para cambiar cualquier cosa. Aquí no se puede esperar. Según mi experiencia hay que trabajar ya». Así se refiere Alexis Leyva Machado (Kcho) a la labor de la brigada Martha Machado en este poblado pesquero y sus comunidades aledañas.

Los integrantes de la brigada, acostumbrados a trabajar sin cesar en la construcción y reparación de escuelas, y en las casas de personas en situación de vulnerabilidad a lo largo y ancho de la Isla, trajeron la esperanza a este lugar tras el paso destructivo de Ian.

«Siempre estamos en los lugares después de un ciclón entre ocho meses y un año y dos meses, pero, en La Coloma vamos a estar mucho más tiempo. Aquí hay familias que habían perdido sus casas en 2002 y 2008 por el azote de otros ciclones. Así que… ¡Imagínate tú!, —exclama Kcho—, ¿quién acompaña a esa gente? Tú le puedes dar lo que sea, pero, ¿quién les hace las escuelas? ¿Quién los ayuda a levantar sus casas?», y así comienza esta conversación en las ruinas del antiguo secadero del kilómetro 20 de la carretera a La Coloma, hoy convertido en Museo Orgánico.

«Educación apenas tiene brigadas. Buenos son los maestros de las escuelas, que las tienen ahí apuntaladas con el corazón, y las mantienen a pesar de todas las cosas. A ellos también hay que ayudarlos».

Por eso la brigada Martha Machado reparará las instituciones educativas ubicadas entre el kilómetro seis y la propia Coloma, «y todas las demás que hagan falta», señala el artista, adaptado a ir donde lo llamen, por recóndito que sea el lugar, porque considera que lo más importante es estar codo a codo con ese hombre o mujer que se quedó sin techo, que lo perdió todo. Ayudarlo a construir, a tener sueños de nuevo.

Una idea que hemos manejado es traer a varios artistas. Trabajarán al sol junto con la población, en el techo de una escuela, y de noche vamos a preparar un espectáculo en esa misma comunidad. Eso llega porque te ven con ellos, luchando».

—¿Tienes intenciones de moverte a otras localidades?

—Claro que sí; pero se necesita una base para hacer eso y va a ser esta. En este lugar hay un daño más que material, y es complejo. Tú haces la casa; pero, ¿cómo trabajas el corazón de la gente?, ¿cómo cambias a la gente? Este trayecto hacia La Coloma es muy importante para mí, y hay cosas que cambiar urgentemente.

—¿Nunca te han tildado de idealista?

—Sí, ¿y? Soy muy idealista, pero todo lo que sueño lo hago realidad. Ya yo soy famoso, mi obra está en los museos más importantes del mundo, así que la obra más grande que puede haber hecho Kcho en su vida es esta. Qué cosa es el arte, sino construir caminos de esperanza para la gente, renovar ideas, crear sueños…

«Si a una persona que ha perdido la fe en todo se la devuelves, le devuelves la alegría y usas el arte como herramienta, entonces ese es el mejor camino del arte que hayas recorrido jamás».

—¿Quiénes te acompañan en este sueño que hace realidades?

—Somos como diez. Hormigas laboriosas que encontré de casualidad en un puente en Yumurí un día que iba camino a Maisí. Los hombres más trabajadores que he conocido en mi vida. Estando allá llegó una rastra de madera con palos de seis metros de largo por cuatro pulgadas y esos muchachos que estaban en el puente la descargaron.

«Fue un regalo de Dios. Bajo la lluvia. Ahí hicimos la carpintería y desde entonces trabajan conmigo. Compré herramientas porque en la carpintería todo se hace con las manos, herramientas para trabajar la madera, para soldar, radios para que se comunicaran entre ellos.

«Y trabajaron en su tierra, en Guantánamo. Cuando el embate de Matthew, hicieron escuelas lejísimo de sus casas. El jefe de la brigada ahora es que está construyendo la suya. Y los mandan a buscar a Guantánamo porque trabajan muchísimo y lo hacen con el corazón, que es lo más importante. Han trabajado conmigo en lugares donde la gente llora cuando se van.

«Eso es algo muy lindo porque es otra cara de la brigada que surgió solamente con artistas. El día de mañana yo me puedo morir, que ellos saben lo que tienen que hacer».

—Te llamó la atención esta construcción abandonada. ¿Por qué la idea de hacer un museo aquí?

—Un día Fidel me dijo: «Kcho, si la gente no va a los museos hay que ponerle los museos en la puerta de la casa». Y me quedé pensando cómo iba a hacer eso.

«El Museo Orgánico no es más que una revisión de pensamiento sobre el arte y su función en la vida social. Yo puedo poner esto ahí porque es mío. Puedo ver a Servando, a Mariano, a un Raúl Martínez, a Víctor Manuel porque son míos, son mis cuadros y estoy convencido de que no les pasará nada. Mira como están y los he puesto en todas partes. Ese gallo de Mariano estuvo en casa del gallero más famoso de Yumurí y la gente iba y se hacía fotos con él.

«El Museo Orgánico era móvil. La sede está en mi estudio en La Habana, en Romerillo, y siempre el enfoque es directo en el arte. Nunca nadie ha dañado de alguna forma una obra que yo haya compartido con el pueblo, las tratan con mucho respeto. No obstante, este museo será permanente, igual que la biblioteca».

—¿Qué viste en este lugar que te ha hecho tomar esa decisión?

—Será así por dos razones. Primero: Aquí nadie para. El helado, el agua, la comida, todo va directo para La Coloma. ¿Y qué pasa con los que están en el trayecto? Así mismo pasa con la cultura, con el desarrollo, con la prosperidad.

«Es inadmisible que un lugar que produzca millones esté tan feo. Eso es falta de trabajo y de intención. ¿Qué te dice que la gente no quiera hacer algo por sí mismos? Que están muy dañados y creen que con esa actitud van a cambiar algo, y no es así. Pero el arte lo cambia todo.

«Una cosa que me motivó a hacer eso aquí fue que la gente me decía: Hazlo en Pinar del Río, en la ciudad… Pero dije: No, vamos bien lejos, donde hace falta de verdad. Y si hay alguna cosa rota la arreglamos, eso es lo de menos.

«Estamos haciendo un albergue con 20 literas aquí mismo, y vamos a llegar a Mantua, a San Luis. Vamos a hacer cosas en todas partes. Ahora estamos haciendo pizarras para las escuelas. Un error es que se hayan dejado mojar tantos recursos.

«Todo lo que sueño lo hago realidad, esa es mi perspectiva de vida. Soñé todo lo que he hecho por ahí. Cuando estaba en primaria me la pasaba soñando cosas raras, lo que me iba a pasar en la vida, y quiero que la gente sueñe y que les pase las cosas lindas y poderosas que me han ocurrido a mí.

«Con 48 años, nunca pensé estar poniéndole el techo a una casa. Habíamos construido viviendas, pero techar, nunca, y ya ves. Si le cambiamos la vida a una sola persona, ya valió la pena».

Entonces Kcho llama al «Gordo», un joven delgado que se llama Andrés Lexis Montano, vecino de la comunidad del 21 de La Coloma y que puede ser, acaso, la expresión más fidedigna de lo que esta brigada es capaz de hacer en el alma de las personas:

«Si por mí fuera traía mis bultos para acá. Me abrieron las puertas, me dejaron trabajar con ellos, me motivaron. Siempre la gente ha pensado negativamente sobre mí. Mi padre nunca me ha hecho un regalo, y en cambio todos ellos el mejor regalo que me han hecho es esto: la brigada es lo más lindo que me ha pasado en la vida».

«Si le cambiamos la vida a una sola persona, ya valió la pena», asegura Kcho. Junto a él está el «Gordo» (Andrés Lexis) quien asegura que la brigada es lo mejor que le ha pasado en la vida.Foto: Dorelys Canivel Canal.

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