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La nube, el acuerdo y los alcances de una ley

Los horizontes que se vislumbran con la Ley de Comunicación Social, cuyo proyecto final se discutirá el próximo martes en la Asamblea Nacional del Poder Popular, son tan prometedores como desafiantes para el socialismo cubano, al que le hace falta ensancharse de modo decisivo por vías más expeditas y funcionales hacia el diálogo y la participación popular

 

Autor:

Yoelvis Lázaro Moreno Fernández

Con el fin de rodearme de cuanto saber me ayude a vivir de una manera más divertida mi actual temporada de cuidados infantiles en casa, con dos pequeños que apenas rebasan los dos años y medio de diferencia entre ellos, muchas veces consulto sitios que entre fábulas y aventuras, desde ilustrables experiencias en la vida cotidiana, muestran los mil modos de conducir una crianza que, aunque no sea perfecta, resulte tan respetuosa como responsable. 

Entre tanta invención entretenida y aparatosa que he encontrado, siempre me detengo ante el cuento de la nube y el acuerdo, cuyo hilo narrativo se tiende sobre el interés de unos niños por salir a retozar fuera de sus hogares, pero no podían hacerlo porque la lluvia se los impedía. Fue así que decidieron entablar un animado intercambio con la nube para pactar ciertas condiciones, de modo que se tuvieran en cuenta la necesidad de ellos de ir a jugar al parque y no quedarse encerrados en casa, y la importancia del agua que la nube debía precipitar para el crecimiento de las plantas.

Después de una larga conversación, en la que ambas partes plantearon sus inquietudes y resquemores, los pequeños y la nube llegaron a un acuerdo, ¡un saludable acuerdo!, y desde entonces llueve cada cierto tiempo, sin que ello estorbe para que los infantes salgan en otros momentos a divertirse junto a su familia en las plazas más cercanas de casa.

He recordado con agudeza esta sencilla narración porque su enseñanza, que se resume en la capacidad del diálogo como elección para solucionar ciertos problemas, bien puede traspolarse a la compleja realidad cubana de hoy, en la que no resulta difícil identificar en nuestras relaciones sociales grandes vacíos de entendimiento, respeto mutuo y posibilidades de construir de manera colectiva.

Precisamente, con la Ley de Comunicación Social, cuyo proyecto final será discutido el próximo martes en sesión ordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular, se abren nuevos caminos para que nuestros intercambios de ideas, objetivos y desvelos se encaucen por mejores rumbos y favorezcan una toma de decisiones más acertada a todos los niveles, desde lo personal, lo familiar, lo laboral, lo comunitario y lo político.

Sí, porque aunque para algunos suela ser una categoría medio abstracta de interés solo para estudiosos y académicos de un reducido gremio profesional, y para otros resulte estricto asunto de periódicos, emisoras de radio y televisión, y ahora de páginas, sitios y redes sociales digitales, la comunicación social constituye, ante todo, un proceso de intercambio que transversaliza todos nuestros vínculos humanos y sociales, y se da a través de diferentes lenguajes y formatos expresivos, en contextos, niveles y ámbitos determinados. Es poner en común, tal como expresa la raíz latina de la que proviene el término, lo que nos une y también lo que, desde encontrados puntos de vista, merece discutirse, reproyectarse, resignificarse.

Por ello, es importante resaltar que la nueva ley que se analizará estipula, justamente, nuestros derechos como ciudadanos activos y los deberes de todos los servidores públicos involucrados en ese proceso, de manera que su concreción, bien en una organización laboral, en un medio de prensa o en la comunidad donde vivimos o a la que pertenecemos por  disímiles intereses, favorezcan sobre todo el desarrollo y el bienestar del ser humano, al fomentar todas las potencialidades de los sujetos implicados, teniendo en cuenta, entre muchos otros aspectos, su cultura y su identidad, en un entorno de relaciones y estructuras sociales que han de ser, en primer lugar, funcionales, efectivas y creíbles, como las que requiere el socialismo al que se aspira.

La propuesta legislativa es diáfana y contundente desde su artículo primero, en el que queda explicitado con claridad que  su objetivo es establecer las normas generales destinadas a articular el sistema de comunicación social de la República de Cuba para la gestión estratégica e integrada de los procesos de comunicación social en los ámbitos organizacional, mediático y comunitario, en los espacios públicos físico y digital, así como los principios de organización y funcionamiento para todos los medios de comunicación social. Medios de comunicación que, vale significar, se pueden reconocer dentro de un amplísimo diapasón de recursos, soportes, formatos, opciones y oportunidades.  

El texto, construido tras un largo proceso de investigación y conciliación, responde a uno de los acuerdos de la Política de Comunicación del Estado y el Gobierno y se sustenta en la práctica comunicacional de la nación y en políticas emanadas de los congresos del Partido Comunista de Cuba.

Si bien la ley no será la vara mágica que resolverá de la noche a la mañana la acumulación de todas las añejas dificultades acumuladas en la esfera comunicacional, maltratadas unas, preteridas otras, lo cierto es que, en su visión integral, nos está proponiendo un enfoque participativo y dialógico mucho más amplio, mucho más inclusivo y de justicia social, pues no solo se participa e intercambia a través de las plataformas mediáticas, sino también desde las organizaciones de las que formamos parte y en las comunidades en que nos asumimos como sujetos activos bajo determinadas condicionantes, lo mismo a través de una convivencia geográfica que de intereses en el espacio físico o virtual. 

Es esencial que la nueva norma ayude a resolver una vieja deuda con la ciudadanía. Y es la de lograr que las organizaciones, en calidad de servidoras públicas en nuestro modelo socialista, establezcan de manera efectiva y real un diálogo abierto y plural, desde una postura crítica, que sea una especie de sistemática rendición de cuentas al soberano que se deben: el pueblo. En tal sentido, la norma pauta derechos y deberes que habrá que cumplir y velar por que se cumplan, si queremos de verdad alcanzar ese empoderamiento ciudadano real por el que se apuesta con tanta fuerza, como parte de una nueva cultura sobre los derechos que todos tenemos a la información y el conocimiento, y el uso responsable y ético de los datos. 

Específicamente para quienes conformamos el sector profesional de los medios de prensa, esta ley tiene muchos parabienes, pues sienta las bases para la urgente y necesaria transformación del sistema de prensa en el país, con un modelo en el socialismo en el que se reconoce con una mayor autonomía para la gestión económica y editorial de las organizaciones mediáticas.

No se puede descuidar que vivimos tiempos de guerra cognitiva, de confrontaciones económicas, políticas e ideológicas de diferentes alcances, y de campañas mediáticas diversas y simultáneas que muchas veces tienen su epicentro en el ciberespacio. Y a ese complejo y cambiante contexto de producción y consumo de contenidos hace alusión la nueva norma, con el interés de protegernos dentro de las infinitas posibilidades expresivas e interactivas existentes en la actualidad.

Más allá de sabias valoraciones que han deseado con buena voluntad académica y profesional afinar y corregir un cuerpo legal que, como todos, es perfectible para la Cuba presente y del futuro, compleja y retada en la actualidad por múltiples fuerzas que comunican desde diferentes aristas de una misma realidad, resulta estratégico abrazar esta ley con la necesidad sentida que representa defender un proceso social que interviene, influye y no pocas veces decide en el correcto ejercicio y la buena marcha de muchos otros procesos sociales, incluso políticos y económicos, ambos tan decisivos hoy.

Sin ánimos de exagerar ni ponderar una esfera social por encima de otra, y consciente de que la implementación de todo cuerpo legal, nunca está exenta de obstáculos, creo que los horizontes que se vislumbran con esta ley son tan prometedores como desafiantes para el socialismo cubano, al que le hace falta ensancharse con premura por vías más expeditas y eficaces hacia el diálogo y la participación popular. Y conseguir intercambios, acuerdos, pactos, discusiones, aportes y transformaciones sociales que nos hagan mejores, como en el cuento infantil, en que se impuso el bien común para los niños y la nube.

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