Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El diputado Fidel Castro Ruz (II)

En 1993, uno de los años más críticos del período especial, Cuba vivió un proceso electoral inigualable y nunca realizado por pueblo alguno, que contó con el esfuerzo y la inacabable creatividad del líder histórico de la Revolución. Él confió en el pueblo y una vez más el imperio salió derrotado en su intento de destruir la Revolución

Autor:

Jorge Lezcano Pérez

El Comandante en Jefe, convencido como nadie de que el sistema político cubano es un ejemplo único de democracia en el mundo, defendió con pasión que siempre podía ser mejor. Pero dar pasos trascendentes para su perfeccionamiento en el momento más difícil de la Revolución, eso solo podía ser resultado de su voluntad y su genialidad política.

En 1993, uno de los años más críticos del período especial, la Revolución había tocado fondo, razón por la que el imperio yanqui consideró que era el momento apropiado para darle el golpe final al socialismo cubano.

Las elecciones generales ya no podían posponerse más, a pesar del riesgo que se corría de que una buena parte de la población, escuchando los cantos de sirena del Gobierno estadounidense, aplicara un voto de castigo contra los dirigentes cubanos. Y en esas circunstancias tan adversas Fidel orienta y defiende lo que menos espera el imperialismo: que los diputados y delegados a las asambleas provinciales del Poder Popular fuesen elegidos por el voto libre, directo y secreto de la población.

Ningún pueblo en el mundo ha vivido una experiencia tan compleja como esa, ni librado una batalla política en circunstancias tan hostiles, en la que la Revolución estuvo expuesta a desaparecer. Solo fue posible alcanzar la victoria gracias a la unidad y conciencia revolucionaria del pueblo, y a la genial estrategia y certera conducción de Fidel y el Partido.

Del incansable esfuerzo e inacabable creatividad desarrollados por Fidel durante el proceso electoral de 1993, se destacan tres momentos claves: sus discursos pronunciados el 6 y el 11 de febrero, y el 15 de marzo. Ellos atesoran un magisterio de política, de estrategia revolucionaria, de fe en el pueblo, de conocimiento del enemigo, del significado de los valores éticos y morales, de las ideas y la importancia de la unidad.

El 6 de febrero de 1993, en reunión con los candidatos a diputados, delegados a las asambleas provinciales del Poder Popular, cuadros del Partido y de las organizaciones de masas, de Ciudad de La Habana, explica los conceptos de la estrategia a seguir y el papel de cada cual en el proceso electoral, de estos subrayamos los siguientes:

El papel del Partido es dirigir el proceso electoral y garantizar que se cumplan estrictamente los principios de este proceso.

El principio de consulta para definir quiénes debían ser los candidatos a diputados fue un factor clave. Se entrevistaron más de un millón de personas.

Si la Asamblea Nacional del Poder Popular no tiene diputados de base no puede hablarse de democracia.

Cuando se le está dando al ciudadano un derecho, se le está dando más derechos; no se le está dando un voto, se le están dando dos, tres, cinco o seis votos. No se pone a pelear a un candidato contra otro.

Si el voto se divide, si el voto se dispersa, las consecuencias podían ser muy negativas.

Se quería evitar a toda costa la politiquería. Se quería hacer un proceso justo, en que los méritos de las personas, sus biografías y sus cualidades constituyeran el factor fundamental.

Si la gente dice «voy a escoger entre los conocidos, entre los que conozco», eliminamos la posibilidad de ser electo a un gran número de diputados de base.

Las elecciones no constituyen un concurso de popularidad; son, en todo caso, un concurso de méritos y un concurso de capacidades.

Si yo, revolucionario, tengo el derecho a votar por cinco, ¿por qué voy a votar por uno? ¿Por qué voy a votar solo por el que más conozco personalmente, o porque es mi vecino? Tengo que confiar en el proceso, tengo que confiar en los principios que estamos aplicando, tengo que confiar en los criterios, en las múltiples consultas y en el enorme esfuerzo realizado por las comisiones de candidaturas; tengo que confiar en los criterios de las asambleas que los postularon.

Tenemos que persuadir a los electores de que lo que le conviene al país es el voto unido de los revolucionarios y de los patriotas y no el voto dividido, no el voto disperso.

En su constante bregar por explicarle al pueblo la importancia del voto unido y el peligro que corría la Revolución en las elecciones, Fidel viajó a la provincia de Santiago de Cuba y, junto a sus colegas de candidatura, recorrió el distrito número siete, por el cual fue postulado como diputado, y el día 11 de febrero, en el teatro Heredia, explicaba las experiencias adquiridas en el diálogo con sus electores y reiteraba los principios enunciados días antes en la reunión sostenida en la provincia de La Habana, a la vez que ofrecía nuevos argumentos, de los que destacamos los siguientes:

El sistema multipartidista lo introduce el imperialismo en nuestro país como instrumento de división y desintegración de nuestra sociedad.

Hemos logrado instrumentar un procedimiento magnífico que tenemos que seguir perfeccionando y enriqueciendo con la experiencia.

Los candidatos populares no nos preocupaban, los candidatos populares, más conocidos, de manera normal, tendrían las mayores posibilidades de salir electos; los menos conocidos tendrían las menores posibilidades.

En aquellos tiempos había fe en los hombres, es cierto. Ese factor, la fe en los hombres, jugó un papel muy importante en aquellos tiempos, pero ahora hay factores más importantes que los hombres y hay una fe distinta que nosotros apreciamos mucho: la fe en las ideas, la fe en las cosas justas, la fe en los valores del hombre, que hoy viene a sustituir todo tipo de caudillismo o personalismo, cultos a la personalidad, etc.

La esperanza del enemigo es que nuestras grandes dificultades materiales reblandezcan al pueblo y lo hagan ponerse de rodilla.

Al enemigo hay que enviarle el mensaje de un pueblo unido, no mensajes equivocados; mensajes equivocados podrán enviar los que tienen el alma del enemigo, o tienen al enemigo en el alma y siguen sus instrucciones, defienden sus intereses; pero los patriotas, los revolucionarios, los hombres y mujeres de honor y de dignidad tenemos que enviarle un mensaje claro, bien claro a ese enemigo, de nuestra unidad, de nuestra fuerza, de nuestra determinación.

Y ya que hablo de enemigo, no debemos confundir al recalcitrante incurable e incorregible, de enfermedad ideológica irreversible, con el confundido, con el equivocado, con el amargado, con el que no comprende. Con esos tenemos que hacer un tremendo trabajo, y ese es el trabajo de que se hablaba, casa por casa, hombre por hombre, mujer por mujer.

Todos tienen que tocar todas las puertas, todos tienen que tocar todos los corazones, porque los valores que defendemos son muy sagrados, son muy poderosos, son los valores de la patria, son los valores de la Revolución, son los valores del socialismo, son los valores de la justicia, son los valores de la igualdad, son los valores de la dignidad y del honor del hombre.

Concluyeron las elecciones, el triunfo fue total, una vez más Fidel tenía razón al confiar en el pueblo, una vez más el imperio salía derrotado en su intento de destruir la Revolución. Llegó el momento del análisis, el momento necesario para la reflexión sobre las experiencias de un proceso electoral inigualable y nunca realizado por pueblo alguno; había que trazar los nuevos objetivos para continuar perfeccionando nuestra democracia.

(Tomado del sitio web del Centro Fidel Castro Ruz)

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.