Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cuando la ciudad abrazó el verde olivo

A 67 años del histórico levantamiento de Santiago en apoyo al desembarco del Granma, la acción continúa inspirando

Autor:

Odalis Riquenes Cutiño

SANTIAGO DE CUBA.— Al amanecer del viernes 30 de noviembre de 1956, Santiago de Cuba, fiel a su estirpe heroica, entró de a lleno y sin regresos en la avanzada de la libertad.

Poco después de las siete de la mañana, según lo convenido, la oriental urbe, vestida por primera vez de verde olivo, se inundó de disparos en apoyo al desembarco del yate Granma, y se supo del valor y la capacidad organizativa del maestro veinteañero de hablar pausado y madurez anticipada, que consiguió aglutinar sus ansias.

Aquel despertar de ardores y metralla fue también el de Frank País García y marcó el debut de la entrega de una ciudad que hasta hoy sigue siendo puntal de las batallas cubanas.

Los propósitos eran claros: al atraer la atención del enemigo sobre Santiago de Cuba, el apoyo insurreccional al desembarco haría más fácil el arribo a costas cubanas de la expedición comandada por Fidel Castro Ruz, así lo había explicado Frank a los jefes de grupo del Movimiento desde mediados de noviembre.

En Santiago, se intentaría cercar el Moncada para neutralizar las tropas acantonadas allí y acopiar armas, para lo cual se atacaría a la Policía Marítima, a la Nacional y se asaltaría una ferretería en la Plaza Dolores. Ese era en esencia el plan cuidadosamente colegiado con Fidel, pero el ardor de aquel despertar llegó hasta los hoteles, la catedral, las calles, los edificios…

Atrás quedaban arduas jornadas de prácticas de tiro en las fincas Cerca de Piedra y El Cañón; las reuniones de Frank con los jefes de células; el ir y venir en sigilo para asegurar armas y municiones, el ruido de las máquinas de coser confeccionando uniformes y brazaletes nunca antes vistos, el alistamiento de botiquines y casas de primeros auxilios, y  hasta algún testamento apresurado a la espera del amanecer, «por si algo sucedía».

No faltaron los contratiempos, las detenciones, los fallos de algunos planes, pero unos 400 jóvenes, en actitud consecuente con la palabra empeñada, se empinaron sobre sus miedos abrazados por su ciudad, solidaria, cómplice, que se arriesgó por el sueño.

Todavía se evoca el brazo verde olivo y el fusil empuñado de Pepito Tey desde el auto que comandaba rumbo al escenario más difícil: la estación de policías, donde perdió la vida a dos días de su cumpleaños 24; se revive la vehemencia de su grito: ¡Viva Cuba Libre!, coreado por toda una ciudad.

Inspira la sangre joven de Otto Parellada, Ottón, insuperable lanzando cocteles molotov hacia la estación desde la Escuela de Artes Plásticas aquella mañana; la entrega de Tony Alomá, fiel reflejo de la juventud de la Placita de Santo Tomás, quien no llegó a conocer la hija que esperaba.

Conmueve en el tiempo el rostro de felicidad de Frank al vestir por vez primera el uniforme verde olivo. Impresiona la serenidad, el valor de Haydée Santamaría, de Taras Domitro, de Vilma Espín, quienes, con los camiones del ejército en las calles, salvaron las armas en la retirada pensando que «las teníamos que utilizar próximamente».

Estampadas entre los más entrañables recuerdos quedan las anécdotas de los bomberos que propiciaron la fuga de los revolucionarios mientras apagaban el fuego en la estación de policías, la certeza de aquel niño de 12 años: «Yo también soy un combatiente», que sin pensar en los riesgos se sumó al combate en el Instituto de Segunda Enseñanza; las puertas abiertas al perseguido o para esconder armas, uniformes, sin medir las consecuencias.

Después de las 10:00 a.m. las acciones en la ciudad comenzaron a mermar. Al mediodía, la tiranía recibió refuerzos y multiplicó su superioridad en hombres y armas sin que tuviera lugar el desembarco. Desde su Estado Mayor, Frank País ordenó la retirada.

Ciertamente aquella jornada de levantamiento no fue solo de la urbe santiaguera. En Guantánamo, Julio Camacho Aguilera lideró acciones; integrantes del Movimiento poblaron de obstáculos las carreteras de Holguín, Manzanillo y Santiago de Cuba; en Manzanillo, Celia Sánchez organizó grupos para apoyar la llegada del Granma; en Puerto Padre, un comando asaltaba un polvorín, y otros sitios del país también respondieron, pero la heroica Santiago fue más Santiago desde aquel viernes 30 de noviembre de 1956 en que, abrazada al verde olivo, se levantó por sus ansias en defensa del amanecer.

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