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De lo dicho a lo hecho

Nunca las máximas autoridades del país han hablado a medias, ni antes ni después del inicio de las medidas, sino con la verdad verdadera por delante que reconoce un trance difícil, de afectación, pero necesario para tratar de paliar la tormenta y seguir adelante

Autor:

Nelson García Santos

Hay una frase que nunca falta en los análisis sobre las decisiones socioeconómicas pensadas en la búsqueda de ese bienestar que deseamos: nadie será abandonado a su suerte.

De la misma forma que se reitera, una y otra vez, cobra vida tangible, casi pegada, la evidencia irrefutable de mantener una de las esencias vitales de la Revolución: la protección especial para los más vulnerables.

Desde siempre, esas personas han recibido una atención personalizada a través de la seguridad social y otras acciones de los gobiernos en las provincias. ¿Ejemplos? Infinidad, desde antaño, como sabemos de memoria todos los que acá estamos en la bella Cubita, los que viven en otros países y hasta los del mismísimo infierno o paraíso.

Sabemos que como práctica se trabajó en los beneficios no diferenciados, casi regalías muchas veces, a los de mayores, regulares y menores solvencias económicas.

Esa manera de apreciar a la sociedad en su conjunto, sin las particularidades de los distintos segmentos de la población, implicó equiparar a los de más y a los de menos de una manera sin antecedentes en el mundo en el capítulo de proporcionar ayuda social.

Ahora se trata, con los pies bien puestos en la tierra, de rectificar esa realidad, como tantas otras, para que la economía no funcione sobre la base de acuñar dinero a fin de resolver las premuras —un verdadero suicidio—, sino con producción y eficiencia, única vía de riqueza y, consecuentemente, de revalorización de los pesos. ¡Un anhelo sideral!

Muchas personas confundidas se han alarmado, a pesar de las reiteraciones de que nadie será desamparado, mientras los papagayos, de allá y de acá, arremeten para abonar la idea de la desprotección, y confundir a lo que se suman los oportudorados, esos que llegan a la desfachatez para tratar de legalizar sus dardos: «Lo acabo de escuchar en la radio».

Nunca las máximas autoridades del país han hablado a medias,  ni antes ni después del inicio de las medidas, sino con la verdad verdadera por delante que reconoce un trance difícil, de afectación, pero necesario para tratar de paliar la tormenta y seguir adelante.
En la avanzada de ese proceso va la atención a los vulnerables, con la garantía de los programas sociales, asistencia financiera, venta de productos a más bajo precios y entrega de módulos para ayudarlos a enfrentar la situación.

Sacando bien las cuentas, el hecho de situar en su justo lugar a los de más y a los de menos resulta una decisión razonable y lógica. ¡Y aunque nos suene mal, tampoco es ninguna injusticia! En realidad, cuando el bolsillo doméstico de la sociedad se afecta, se traban las entendederas, ¡y hay que abrirlas para evitar el infarto!

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