El legado ético y diplomático de Abelardo Moreno fue exaltado en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 26/05/2025 | 10:15 pm
Fue uno de los de sangre joven que llegó al Ministerio de Relaciones Exteriores con apenas 16 años en julio de 1961, para aportar toda su vida, paso a paso, a la diplomacia de la Revolución, esa basada en los principios de soberanía, independencia, integridad territorial y no injerencia en los asuntos internos. La defendió como ninguno, porque aprendió de dos grandes Maestros, Fidel y Raúl Roa, y él mismo, con su ética e integridad, se convirtió en Maestro de generaciones.
Este lunes se le rindió homenaje póstumo en su MINREX a Abelardo Moreno Fernández, querido y admirado por sus compañeros de labor diplomática y también respetado por el pueblo cubano, sabedor de que fue un soldado fiel de la Revolución y talentoso defensor de la nación. Los periodistas podíamos acudir a él para la definición precisa, clara y directa de logros, problemas, presiones, amenazas, confrontaciones y batallas.
El tributo fue sencillo y sentido, como él, un hombre de estudio, tesón, modestia y pasión. Las notas de nuestro Himno cantado con fuerza y decisión por quienes fueron sus colegas por más de seis décadas y las nuevas hornadas, abrieron paso a un breve material audiovisual, en el que destacó esa bien escogida imagen y voz firme: «Cuando tú comprometes una posición la cumples, y esa es una divisa de la política exterior multilateral cubana».
Isabel Allende, compañera desde los primeros años de muchas de sus batallas diplomáticas nos presentó al hombre, voz clave en numerosos eventos de las relaciones internacionales cubanas, como una síntesis de la política y el humanismo en que concebía a la diplomacia: Excelencia en la profesión y ejercicio revolucionario cabal, su talento y saber hacer, todo lo que despertaba respeto y simpatía en sus colegas, también entre las delegaciones diplomáticas extranjeras, e incluso su fino humor y conocimiento de idiomas que le permitía hacer chistes hasta en otras lenguas.
Presentó por igual al negociador «temido y respetado por todos», enfrentando batallas increíbles. Aunque ya no está, sigue siendo ese gran amigo y referente, una afirmación de Isabel Allende que se tradujo en ovación sincera para Abelardo.
El ministro Bruno Rodríguez Parrilla, mostró a un hombre y su obra en la defensa de la Revolución y de Cuba desde la trinchera de la diplomacia. Una experiencia acumulada, lograda en muchas historias que llevan la impronta de Abelardo, desde las Resoluciones contra el bloqueo aprobadas por más de una treintena de Asambleas Generales de la ONU, pasando por el papel protagónico de Cuba en el Movimiento de Países No Alineados y la CELAC, con la Proclama de América Latina como Zona de paz —de esos dos organismos internacionales y su actividad en ellos dijo en una ocasión que «están en mi corazón»—, el logro de la desaparición de la llamada «posición común» europea y la del Acuerdo de Diálogo Político y de Cooperación entre Cuba y la Unión Europea. En esos y muchos otros escenarios dejó su impronta.
Larga y fecunda carrera diplomática, lo conocimos como especialista en los organismos internacionales de las Naciones Unidas en Nueva York, le intuimos en sus intervenciones en Ginebra, su ascenso meritorio que le llevó a cargos claves como Embajador y Representante Permanente de Cuba en ONU, en la dirección de Multilaterales, viceministro de Relaciones Exteriores y en su más reciente misión como asesor del Ministro, quien ponderó su condición como «fuente inagotable de consejos», a veces apasionados y vehementes o hasta salidas simples ante situaciones complicadas.
Brilló por sus dotes de orador, su vasta cultura, su dominio de idiomas extranjeros, sobresalió en los círculos diplomáticos y en las más complejas negociaciones, defendiendo la soberanía y la independencia, lo que unía —dijo— a sus cualidades humanas extraordinarias que le ganaron el cariño de los trabajadores del MINREX y le llevó a inculcar en los más jóvenes los fundamentos y la mística de la diplomacia revolucionaria, por eso recientemente se le había otorgado el título de Doctor Honoris Causa del Instituto Superior de Relaciones Internacionales «Raúl Roa García», donde fue Profesor invitado.
Precisamente se le hizo entrega a su viuda Olga dicho merecido reconocimiento que no pudo recibir personalmente por su estado de salud, y póstumamente la Orden Lázaro Peña de 1ra. Clase.
A ese legado del quehacer diplomático Abelardo Moreno sumó numerosos artículos sobre las relaciones internacionales y dos obras esenciales que consolidan su condición de Maestro de varias generaciones de diplomáticos cubanos: El Movimiento de Países No Alineados. Fundamentos, historia e identidad. Visión Cubana, 2023, y La negociación internacional. Arte y ciencia del proceso negociador.
Comentando en una entrevista de prensa ese título, texto vivo para los estudiantes del ISRI, dijo: «Toda negociación, por sencilla que parezca, requiere de una preparación esmerada, en que el negociador no solo cuente con directivas claras, sino también sepa qué hacer en cada uno de los momentos y tenga la suficiente capacidad para reaccionar ante situaciones inesperadas, e incluso, trate de conocer lo más posible sobre su contraparte. Esa preparación le dará, mucho “poder” y será una contribución decisiva para que salga airoso».
Esa enseñanza de vida que deja como legado, retrata su andar como íntegro y cabal representante de la diplomacia revolucionaria cubana al punto que alguien, en algún momento, le describiera con razón como «el mejor negociador de América Latina y el Caribe». Como no serlo si a su paso por la vida y la profesión le imprimió ciencia, arte y las verdades, principios y valores de la Revolución.
Abelardo Moreno Fernández vivió por y para Cuba. Lo dijo con total claridad es su definición como diplomático cubano: «Lo más importante es ser incondicionalmente fiel a las ideas de Fidel y la Revolución. Yo, cuando pienso, hablo o escribo de la diplomacia revolucionaria cubana de quien estoy hablando es de Fidel Castro».