La Revolución vive en sus jóvenes. Autor: Adán Iglesias Publicado: 01/11/2025 | 09:24 pm
La Revolución Cubana se definió, entre otras características, por la condición revolucionaria de una vanguardia juvenil que tomó el cielo por asalto y asistió al parto heroico de la era que al mundo traía un corazón lleno de luz, libertad, justicia social, equidad e igualdad entre todos los cubanos.
El artífice fue el eterno joven rebelde de nuestra Revolución; el más grande de los martianos, el líder histórico que nos llevó al Moncada, a la Sierra, a Girón, y sembró ideas y cultivó los valores entrañables que un buen ser humano debe tener.
Ese es Fidel, a quien debemos recurrir todo el tiempo como brújula, guía, ejemplo. Y ese ejemplo deviene legado para nuestras juventudes.
¿Cómo ser consecuentes con Fidel? Mantener viva la memoria histórica, estar allí donde el deber nos llama, pensar por nosotros mismos y armarnos de una plataforma de ideas que nos conduzca a una praxis revolucionaria, hace parte de ello. Es un sentimiento y una convicción muy profunda, porque creemos en él, llevar en nuestros corazones sus doctrinas, como hizo siempre con Martí.
El humanismo de Fidel, su ética revolucionaria, su dignidad y carácter entero, el permanente apego al sentir del pueblo, su sentido de la justicia y antimperialismo llameante, significan pilares esenciales de nuestro actuar a cien años de su natalicio.
La generación del centenario de Fidel ha de «sentipensar» una actuación a la altura de un hombre inmenso. ¡Vaya desafío el que nos impone la historia!, pues se trata del hombre para quien toda la gloria del mundo cabía en un grano de maíz.
Y Fidel ha de estar presente: es deber mantenerlo vivo, y que esté más allá de efímeros recuerdos, de referencias discursivas (no siempre bien citadas o contextualizadas), de homenajes superfluos, de consignas repetidas…
A 99 años de su nacimiento, los jóvenes cubanos viven la Revolución. Su respuesta ante los más recientes acontecimientos ocurridos en la sociedad es viva expresión de su valor.
Orgullo y admiración hemos de sentir por nuestra juventud, por la vanguardia revolucionaria de las juventudes cubanas, por el estudiantado que allí, en la universidad (epicentro de históricas luchas y batallas decisivas), ha asumido con madurez y sentido del momento histórico la postura firme y consagrada de una generación a la que le ha tocado vivir en circunstancias tan difíciles, en una hora dramática cuanto más desafiante, en medio de disyuntivas y polémicas.
Han sido nuestros integrantes de la Federación Estudiantil Universitaria expresión del sentimiento, no ya universitario exclusivamente, sino popular. ¡Y eso es profundamente admirable! Porque son también el pueblo, sienten, padecen y viven como él, al tiempo que asumen un deber generacional para el que han sido convocados desde el cimiento mismo de la Patria. Y lo han hecho bien porque han pensado como cubanos, como país, como hijos de esta tierra preñada de luz…
Hay una herencia cultural que nuestros jóvenes han tomado con entereza, con entusiasmo y motivación pese a tantos delimitadores de primaveras. Es el sol del mundo moral que nos describió Cintio Vitier, y que está en las esencias de nuestra condición de cubanos, en el código genético que nos caracteriza; es el carácter entero legado por nuestros precursores y padres, que sirvieron a la patria y jamás se sirvieron de ella; es la capacidad electiva y creadora que hemos forjado en medio de la lucha ideológica y la
batalla ético jurídica libradas en la Revolución, frente al tigre solapado que representa el imperialismo.
Nuestros jóvenes se han puesto la camisa al codo, han hundido las manos en la masa y la han levantado con la levadura de su sudor. Se han manifestado revolucionariamente, que no significa actuar con odios, cinismos u oportunismos, y nada tiene que ver con ataques, ofensas, comportamientos extremistas, llamados a sentadas huelguistas, enfrentamiento a la institucionalidad del país ni declaraciones falsas convocando a marchas de protesta, a concentraciones propiciadoras del caos y la desestabilización política.
Todo lo contrario: nuestros jóvenes han levantado su voz con firmeza, con argumentos lógicos ante reclamos legítimos, con respeto como buenos ciudadanos, con fundamento, con responsabilidad. Han sido críticos (así han de ser los revolucionarios) pero con altura ética. Esa es la conducta que ha prevalecido, esa es una vanguardia formada en la Revolución, en las doctrinas de Fidel, bajo el fuego mediático del enemigo inconsecuente y rapaz, del criminal bloqueador, de los seres de alma baja que, por unas monedas, no ya dejan que insulten, ellos mismos insultan a la patria.
De Fidel lo aprendimos: dentro de los marcos de la institucionalidad se establece el diálogo necesario, se señala el error, se advierten consecuencias, se proponen alternativas, se buscan soluciones ante los problemas que se puedan presentar… y el Gobierno del país toma medidas para solucionar los problemas, que no son del Gobierno en sí, sino de toda una nación, y si el problema es de todos, con todos se ha de buscar la solución. Ello hace parte de la participación popular en la búsqueda de soluciones. Los mejores frutos nacen de la construcción colectiva, del verdadero consenso, de una efectiva comunicación y, en este caso, política…
Eso lo saben nuestros jóvenes, y en la historia patria son muchos los ejemplos de sacrificios del pueblo cubano. Por eso ha perdurado en Cuba lo que el pueblo ha querido, no lo que un grupo ha ambicionado. Y la perdurabilidad de la Revolución y la construcción del socialismo en Cuba la debemos a la conciencia y práctica revolucionaria del pueblo, que ha tenido en el liderazgo político de la dirección histórica de la Revolución un pilar esencial.
Se ha demostrado que por Cuba y para Cuba vivimos, y que los sacrificios en nombre de la Patria se pueden hacer, pero no podemos descuidar el espíritu del alma popular. Más que incondicionalidad en su estado de pureza (aprendí de un maestro de la coherencia y la lucidez), se precisa hoy de lealtad reflexiva; de no mirar a la atmósfera, sino al subsuelo ante situaciones complejas y de claro matiz político.
Ello nos permite, aun equivocándonos, seguir adelante con el proceso de crear, fundar, transformar para bien, rectificar errores y tendencias negativas, siendo consecuentes y pensando en el proyecto común.
¿A qué aspiramos como nación? Ese es el proyecto colectivo que con todos los cubanos dignos hay que impulsar, sobre todo porque ese será el fruto que heredarán las generaciones que nos sucedan.
La batalla, cruenta, es también por la vida. Nosotros seguimos apostando por alcanzar la mayor felicidad que como pueblo merecemos, y que en el camino de construcción socialista prevalezca más la justicia social y la equidad, que nos sigamos sustentando en las sentencias martianas (con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar) y
fidelistas (esta Revolución es de los humildes, por los humildes y para los humildes).
Una fuerza política nos guía, y ella ha de continuar siendo, como expresó José Martí del Partido Revolucionario Cubano, alma de la nación y deber de Cuba en América. Es el Partido Comunista de Cuba, garante de la unidad revolucionaria, que es decir popular, y enfrenta la agresión despiadada del Gobierno estadounidense, que nos desprecia y desdeña, sus prácticas neofascistas e intentos desestabilizadores.
Es absolutamente rechazable la maniobra pérfida de la fauna del terror de emplear sus abominables métodos de manipulación a través de noticias falsas, tergiversaciones e instigación a realizar actos contrarios al diálogo respetuoso, con el fin de generar un estado de confrontación entre el Gobierno y el pueblo…
El enemigo de la Revolución inventa, falsea, miente descarnadamente. Es un descrédito total el de estos seres; por eso denunciamos esta práctica execrable de quienes se han llamado falsamente «oposición».
¿Y acaso pudieran serlo? ¿Constituirían realmente una oposición? ¿Oponerse al Gobierno significa provocar desaliento, escepticismo, confusión, desidia, actos violentos, ataques inmorales? Muy lejos de ser una oposición están: no tienen dignidad para oponerse. Es que ni siquiera saben hacerlo.
Quienes hoy atacan a Cuba —sobre todo en las redes bajo campañas mediáticas soeces y calumniadoras— ni siquiera oposición podrían llamarse. Los mueve el mezquino interés, el odio visceral, el empobrecimiento moral, y actúan sin principios.
Nuestros jóvenes enfrentan con decoro y dignidad la más reciente batalla frente al burdo imperialismo, la canallesca postura de los manipuladores en redes, inducidos por la jauría miamense. No se han dejado ni se dejarán engañar por alardes dolosos, porque no son de raza vendible, no traicionan sus ideales y principios, no albergan odio… Los mueve el amor, el sentimiento revolucionario verdadero, porque los jóvenes cubanos viven la Revolución y la Revolución vive en sus jóvenes.
Ese es también el legado de Fidel, quien en su sobrevida sigue transmitiendo la fuerza de la juventud.
(Fragmentos del artículo publicado en La Jiribilla)
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