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Festival de La Habana de Música Contemporánea ha ampliado su espacio con conciertos

Conciertos cubanos, es una idea que desde su génesis, como alternativa a lo ocurrido en la edición del Festival de 2008, ha dado muestras fehacientes de la existencia de un espíritu concertante, que muchos creímos ya guardado por la historia.

Autor:

Ailer Pérez Gómez

La edición XIII del Festival de La Habana de Música Contemporánea ha ampliado su espacio con memorables conciertos que han invadido el final del mes de octubre.

La sala Martínez Villena de la UNEAC acogió en la intimidad de su espacio los Conciertos cubanos, idea que desde su génesis, como alternativa a lo ocurrido en la edición del Festival de 2008, dio muestras fehacientes de la existencia de un espíritu concertante, que muchos creímos ya guardado por la historia.

Luego de los resultados del pasado año, la Asociación de Músicos de la UNEAC, que desde 1984 convoca este evento con carácter internacional, no quiso renunciar por más tiempo al placer de ver la puesta del más reciente repertorio académico generado en nuestro país, tanto por consagrados maestros, como por buena parte de sus discípulos, jóvenes compositores e intérpretes que se apropiaron de la escena con motivación, voluntad e indudable talento.

El inicio fue un concierto homenaje a Leo Brouwer, el pasado sábado, como parte de las celebraciones por los prolíficos 70 años de ese músico cubano y universal.

El programa tuvo el propósito de mostrar dos facetas imprescindibles de la creación de Brouwer, representativas de dos espacios de ejecución con un desarrollo notable en Cuba: música para guitarra, a cargo de Rosa Matos y el dúo Akros; y música coral, en el estilo particular de Vocal Leo.

La semana prosiguió con conciertos dobles los días 27, 28 y 29, con programas donde predominaron los estrenos mundiales de obras para formatos de cámara, creadas por jóvenes compositores, siempre con la intervención de obras y ejecuciones de importantes maestros, en un hermoso intercambio generacional que parece ser la tónica de estos conciertos.

De ese modo pudimos ser testigos de una muestra del arte creativo de Alejandro Meroño, Wilma Alba Cal, Karlla Suárez, Manuel Hernández Olazábal, Waldo Lavaut, Luis Ernesto Peña, Ariannis Mariño, José Víctor Gavilondo, Víctor García Pelegrín, Ernesto Oliva Figueredo y Ailyn Urquiza, junto a los maestros Efraín Amador, Héctor Angulo, Eduardo Morales, Alberto Corrales, Eduardo Martín, Magaly Ruiz, Roberto Valera, Luis Manuel Molina, Jorge Garciaporrúa, y los desaparecidos pero siempre recordados María Matilde Alea, Gisela Hernández y Harold Gramatges.

Como es usual en estos espacios, muchos de los compositores mostraron su propio estilo interpretativo, pero también recibieron el valioso aporte de ejecutantes, tanto de la más nueva generación como de maestros que ya se especializan en estos repertorios. Intervinieron Doris Oropesa y Ariadna Amador (en un desdoblamiento del trío Amanecer), Lucy Provedo, Mercedes Estévez, Vocal Instrumental Laudes, dúo Cáliz (maestros Luis Manuel Molina y Vicente Monterrey), trío Música Viva (dirigido por José Loyola), Rosario Franco, Conchita Franqui y Marita Rodríguez; junto a la interpretación  del trío Alter Ego, entre otros.

El Festival de La Habana inició su versión internacional desde ayer en las sedes de la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís, el teatro Auditórium Amadeo Roldán y la Casa de las Américas, espacios que garantizan que la ciudad esté totalmente tomada por la música contemporánea universal. Sin embargo, se impone la permanencia de este espacio nacional como preludio del Festival, así como la multiplicación de empeños similares para potenciar la creación nueva y el interés de los intérpretes y la audiencia por los discursos más auténticos y contemporáneos.

*Musicóloga

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