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Mulatísima risa quedará por siempre

Aurora Basnuevo tuvo la fuerza y el talento suficientes para hacer reír, durante 60 años, a todo un pueblo. Su alegría brotaba del mismo surtidor de donde provienen la eterna gracia y la infinita fuerza de cubanos y cubanas, por difíciles que sean las circunstancias

Autor:

Joel del Río

Pocas veces en la vida he reído tanto, y tan seguido, como en algún momento del primer lustro del siglo XXI, en aquel infinito viaje en ómnibus, desde La Habana hasta Gibara, cuando me tocó un asiento al lado de Aurora Basnuevo y su eterno compañero Mario Limonta. Porque delante de una cámara o de un micrófono, o en plena calle, ella imponía en torno suyo la gracia cubanísima, el doble sentido, los retruécanos verbales, el choteo y lo picaresco que constituyen esencia misma de nuestra idiosincrasia. Por eso nunca paré de reír, o sonreír, en aquel largo viaje, porque Aurora nos regalaba, para entretener el tedio, decenas de chistes, qué digo chistes, eran más bien pequeños e improvisados actos de fe, absolutas afirmaciones de la gracia y la sensualidad de un pueblo entero.

Quizá esté exagerando, y mi entendimiento esté nublado por la parcialidad a que me obliga el imperativo de elogiar a quien tanto me hizo reír, desde niño, hasta aquel viaje que mencionaba, un itinerario que concluyó finalmente en Gibara, donde se celebraba el Festival Internacional de Cine Pobre, y entonces veía ocasionalmente a la actriz, cuando caminaba junto a hombres y mujeres del pueblo que le reclamaban un poco de Estelvina, o de la mujer del sargento Arencibia, y siempre un ápice de esa artista íntegra que fue siempre, primerísima comedianta absoluta, gracias a un talante espontáneo y dicharachero que aportó a decenas de espacios televisivos y radiales, shows musicales en teatro y cabarets, canciones infantiles y adultas.

Con apenas 20 años debutó en el programa de aficionados de José Antonio Alonso, quien le enseñó que nunca debía parecerse a nadie. Ya como profesional trabajó en obras de teatro como Habitación 406, de Héctor Quintero, en la sala Tespis, y después formó parte del grupo Rita Montaner hasta que en 1965 hizo el protagónico de La pérgola de las flores durante el Festival de Teatro Latinoamericano, auspiciado por la Casa de las Américas. Luego se integró al grupo Jorge Anckerman en el Teatro Martí, donde compartió escena con Candita Quintana, Alicia Rico, Carlos Pous, Enrique Arredondo y Eloísa Álvarez Guedes, y numerosas obras del repertorio teatral cubano entre las que se destacan El premio flaco, Las yaguas y Voy abajo, en las cuales solía cantar y bailar rumbas, boleros o guarachas, o interpretar piezas de Adolfo Guzmán, Enrique Jorrín y Rodrigo Prats.

Porque la mulata que solía encarnar Aurora resultaba homóloga, por su criollismo, de los personajes que interpretaron antecesoras como Rita Montaner y las mencionadas Alicia Rico y Candita Quintana, figuras señeras del teatro vernáculo. Pero, además de heredar la simpatía incombustible de aquellas célebres mulatas, la actriz le comunicaba a ese personaje rumboso y enredador un aire de modernidad, de barrio proletario habanero, que la convirtieron en una de las actrices preferidas de muchísimos cubanos durante décadas, convertida ya en la reina indiscutible del humor costumbrista, un humor que ella actualizaba con modernísimas pinceladas antimachistas como las que le imprimió a la mujer del sargento Arencibia en el clásico televisivo San Nicolás del Peladero, y a la Mulatísima del sabor, la efervescente Estelvina de Alegrías de sobremesa, que se transmitió durante más de cuatro décadas por Radio Progreso.

Menos recordadas resultan sus intervenciones en otros espacios televisivos como Aventuras, El Cuento, Comedia del domingo o Teatro ICR, bajo la dirección de Antonio Vázquez Gallo, Severino Puente y Sirio Soto, entre otros. En la radio, mientras tanto, hizo varios espacios humorísticos como Quien bien te quiere te hará reír, con dirección de Erdwin Fernández y guion de Alberto Luberta. Además, durante más de 20 años animó, también en Radio Progreso, al lado de Mario Limonta, Fiesta guajira, en el cual fungía como presentadora, pero también cantaba y actuaba.

Actuó para el cine mucho menos de lo requerido por su talento y expresividad. Estuvo mayormente en papeles secundarios: rodó en Francia Salsa (1999, Joyce Buñuel), en México Robinson Crusoe (2002, Thierry Chabert) y en Cuba, Las profecías de Amanda (1999, Pastor Vega), Rosa La China (2002, Valeria Sarmiento), hasta que el maestro Humberto Solás decidió dejar testimonio de su inmensa versatilidad y capacidad para papeles trágicos en el cortometraje Adela (2005), que inicialmente iba a ser otra entre las historias aciagas que cuenta Barrio Cuba. Solás exigió de ella una auténtica vuelta de tuerca a su capacidad expresiva, pues su personaje se enfrenta al peor drama que puede padecer una mujer, y en toda la trama no hay ni una sola concesión a la imagen tradicionalmente humorística con que nos divirtió la popular actriz durante décadas. 

En 2004 le otorgaron el Premio Nacional de Humorismo y cinco años después el Premio Nacional de la Radio. Poco tiempo después, una parte de las vidas privadas de Aurora y Mario Limonta se reflejan en el documental Detrás de una sonrisa, de Consuelo Elba, estructurado a partir de los testimonios que brindaron ambos sobre las tragedias personales y los escollos que debieron sortear para llevar adelante, durante más de 50 años, sus respectivas trayectorias artísticas. A simple vista, parecía que el documental confirmaba la opinión de algunos, respecto a que Aurora Basnuevo era, en el fondo, una persona triste, que encubría sus pesares interpretando a mujeres siempre contentas, positivas y bullangueras.

No la conocí tan a fondo como para asegurar si era o no una mujer triste, pero sí puedo jurar que tuvo la fuerza y el talento suficientes para hacer reír, durante 60 años, a todo un pueblo. Y también puedo garantizar que su alegría brotaba del mismo surtidor de donde provienen la eterna gracia y la infinita fuerza de cubanos y cubanas, por difíciles que sean las circunstancias. Que su risa nos ampare por siempre.

Aurora acompañada por el actor y dramaturgo Héctor Quintero.Foto: Archivo de Aurora Basnuevo.

Aurora junto a su compañero de vida, el también conocido y querido actor Mario Limonta.Foto: Ismael Francisco/Cubadebate.

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