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Nicolás Guillén Landrián no es el fin

La obra de Guillén Landrián, 20 años después de su muerte, nos interpela como si se tratara de un material audiovisual de reciente producción

Autor:

Sergio Félix González Murguía

Por estos días en que espectadores de todas las edades acuden a las salas de cine de la capital para deleitarse con las propuestas del 43er. Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, un nombre suscita la curiosidad de los amantes del séptimo arte.

Nicolás Guillén Landrián es protagonista hoy de uno de los atractivos más curiosos de esta nueva edición de la fiesta del cine: un ciclo de presentaciones y encuentros teóricos que aborda aspectos esenciales de su particular existencia, marcada por su estilo irreverente y creatividad a toda prueba, así como las incomprensiones por parte de quienes no supieron valorar la calidad del arte que era capaz de ofrecer a través del lente.

Un camino creativo el de Landrián, que surgió primero con la pintura y luego a través de su curiosidad por el mundo del cine, pero siempre con la poesía presente, como digno sobrino de nuestro Poeta Nacional. A su manera fue un creador humanista y resistente a los cánones, los cuales moldeó para producir obras con un sello muy particular.

El ciclo Nicolás Guillén Landrián: desde La Habana, 2022… Recordar, constituye una oportunidad para que el público cubano se acerque no solo a cuatro materiales restaurados de la autoría del notable documentalista —En un barrio viejo (1963), Los del baile (1965), Ociel del Toa (1965) y Coffea Arábiga (1968)—, proceso de rehabilitación que corrió a cargo de Luis Tejera en el Laboratorio Aracne Digital Cinema, de Madrid (España), con el apoyo del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y Altahabana Films.

A la muestra se suma, además de la última obra del creador —Inside Downtown (2001)— , el estreno del documental Landrián (2022), dirigido por Ernesto Daranas, en un empeño exitoso por acompañar el proceso de restauración de parte de la filmografía de este cineasta cubano, fallecido en 2003 en Estados Unidos a la edad de 65 años.

La premier del documental de Daranas, durante el Festival, tuvo lugar el pasado sábado en el cine Yara, y aún podrá ser apreciado por los espectadores el miércoles 7 en el cine Chaplin a las 12:30 p.m. Al día siguiente, el público podrá asistir, en el propio Chaplin, a la proyección de los materiales restaurados, que se muestran como ventanas abiertas a esas diversas realidades y momentos.

La obra de Guillén Landrián, 20 años después de su muerte, nos interpela como si se tratara de un material audiovisual de reciente producción. A ratos irónico, a veces triste, pero siempre real y crítico, su lente nos invita, con ese sello antropológico que lo distingue, a mirarnos como sociedad. Obras de ayer que vale la pena apreciar con los ojos de hoy.

«Esta obra, lamentablemente, permaneció engavetada durante muchos años. A partir de su rescate en 2003 ha comenzado una reflexión crítica sobre este cineasta en importantes ciclos internacionales. La deuda que nos queda es que el público cubano, que en su gran mayoría no lo conoce, se acerque a sus producciones. Ahí se ubica nuestro propósito: llevar a ese público la obra de este cineasta cubano tan importante», aseguraba Daranas durante la presentación de su documental el pasado fin de semana en el cine Yara.

Landrián cuenta con testimonios de Gretel Alfonso, viuda del importante documentalista, y de Livio Delgado, quien fuera director de fotografía de algunos de sus materiales, como Ociel del Toa: una visión lírica de la vida que transcurre en la región oriental, a las orillas del río Toa.

«Nicolás tenía una intuición mágica», rememora Livio Delgado en unas declaraciones que recoge Luciano Castillo, director de la Cinemateca de Cuba, para el Diario del Festival. Quizá por ello su obra suscita el interés de jóvenes creadores que se ven seducidos por la poética que utiliza en sus narrativas visuales, por ejemplo en Coffea Arábiga, documental didáctico sobre la siembra del café que convirtió en puro cine de arte, «novelero y conceptual», como el propio Landrián reconoce en Nicolás: el fin pero no es el fin, pieza documental de Jorge Egusquiza Zorrilla.

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