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Antonio Gades y la huella indeleble de su arte

La obra del bailarín y coreógrafo español fue una de las protagonistas de la recién concluida 30ma. edición del festival La Huella de España

Autor:

Sergio Félix González Murguía

La muerte llega despacio, en silencio, segura de que la tragedia marca el instante preciso de su llegada fulminante. El público se eriza, el tiempo se detiene, los bailarines transitan sobre la escena por uno de los momentos, sin duda, más estremecedores y agónicos de la historia de la danza mundial. Bodas de sangre, de Antonio Gades —obra danzaria compuesta a partir de la tragedia escrita por Federico García Lorca en 1931— tiene el poder de estrujar el alma y, a casi dos décadas de la desaparición física del creador, es capaz de seguir emocionando.

Así lo pudo comprobar el público asistente a las presentaciones de la recién concluida 30ma. edición del festival La Huella de España en La Habana, momento propicio para vivir en el Teatro Martí el encuentro con esta historia, luego de poco más de una década alejada de los escenarios cubanos. La propuesta forma parte del repertorio del Ballet Nacional de Cuba (BNC) desde 1978 y su reposición junto a la compañía Antonio Gades fue un regalo único para la audiencia.

Sobre la escena, la primera bailarina y directora general del BNC, Viengsay Valdés, interpretó el papel de la novia, el cubano Darío Hernández asumió el rol del novio, junto a la legendaria Stella Arauzo —directora artística de la compañía española— como la madre, y los bailarines ibéricos Álvaro Madrid, como Leonardo, y Esmeralda Manzanas, como la mujer. «Fue una función verdaderamente histórica. Sabemos lo importante que es esta obra para el Ballet Nacional de Cuba y el amor particular de Gades por este país», comenta a JR Eugenia Eiriz, directora general de la Fundación Antonio Gades, quien acudió a la cita junto a la actriz española María Esteve, presidenta de la institución creada en 2004.

Desde su surgimiento, la Fundación vela por la preservación del legado artístico y cultural del creador, la difusión de su obra, la protección del patrimonio documental asociado al artista, así como la supervisión en la reconstrucción de sus coreografías. «Nuestro objetivo principal es traer el legado dancístico de Gades al siglo XXI, como cimiento para seguir construyendo a partir de su estilo coreográfico particular. Es algo deseable para cualquier creador danzario. Así ha ocurrido con Balanchine, Petipa, Martha Graham, Alicia Alonso, Nureyev y tantos otros grandes», sintetiza Eiriz, viuda del excelso autor de Bodas de sangre, obra que en 2024 cumplirá cinco décadas de creada.

Las piezas de este maestro de la danza continúan recorriendo los escenarios alrededor del mundo, convertidas en clásicos que dialogan con públicos poseedores de todo tipo de cosmovisiones. Obras como Bodas de sangre, Carmen (1983), Fuego (El amor brujo) (1989) y Fuenteovejuna (1994), opina Eugenia Eiriz, «fueron muy revolucionarias en su momento, pero trascendieron ese público y aún son capaces de estremecer. Los sentimientos que defiende su obra, desde la danza flamenca, son universales, pues apela a ideas primarias como el amor a la vida, la familia, la libertad, los celos, la muerte.

«A Gades lo admiraba mucho desde que tenía nueve años. Imagínese, para mí estaba en el más alto nivel, no solo del flamenco, sino del arte. Llegó un día al Teatro Real, donde yo trabajaba, con Fuenteovejuna, y ahí lo conocí. Antonio en esa época ya sabía de su enfermedad, la proximidad del fin de su vida y de la necesidad de expandir ese tiempo que tenía lo más posible, entre otras cosas, navegando mucho, viajando a Cuba, estando con su familia, realizando nuevos proyectos que quería asumir, como la película de Fuenteovejuna con Gonzalo Suárez, así como crear la Fundación», destaca la compañera de vida del artista español, consciente de la magnitud de los aportes de Gades a la danza española y mundial.

A lo largo de dos décadas, la Fundación Gades ha desarrollado  una amplia labor pedagógica y de preservación del patrimonio documental asociado a la vida y obra del autor danzario: sus creaciones cinematográficas junto al director Carlos Saura (1932-2023), así como otras proyecciones, entrevistas, documentos personales, documentales, entre otros. Gestionan además una escuela de danza en el municipio Getafe (Madrid, España), con cerca de 370 alumnos. Comenta Eugenia Eiriz que «el propio Gades tenía mucho interés de que el legado permaneciera unido porque sabía que junto puede contar una historia potente. De eso se ha encargado la Fundación, incluso de adquirir más materiales, y el hecho de que el Estado español esté compartiendo la responsabilidad en esa preservación nos da mucha tranquilidad porque sabemos que ya no está solo en nuestras manos. Gades es un patrimonio de la nación».

La ética antes que la estética

Junto a Eugenia Eiriz también estuvo de visita en la Mayor de las Antillas, durante los días de la 30ma. edición de La Huella de España, la actriz española María Esteve, hija de Antonio Gades y presidenta de la institución que vela por su legado. Viajar a Cuba para ambas gestoras es, aseguran, venir a ver a Gades, una tierra que tanto amó y donde, además, reposan sus restos mortales, reflejo de una voluntad personal del artista.

Eugenia Eiriz (izquierda) y María Esteve (derecha) asumen la preservación del legado del bailarín y coreógrafo español. Foto: Cortesía de la Fundación Gades

Cuando María habla de su padre prefiere llamarlo por su apellido artístico —su nombre real era Antonio Esteve Ródenas—. «Vivo con su figura continuamente desde el día que se fue, por lo que he desarrollado un trato bastante particular con él, su obra y su memoria». La intérprete recuerda que su primera vez en Cuba fue con cuatro o cinco años en brazos de su padre, quien mantuvo siempre una estrecha relación con Alicia Alonso y el Ballet Nacional de Cuba, basada en la admiración y un fértil trabajo artístico.

«Para mí el Gades coreógrafo trasciende al bailarín. Su sello estaba en poner la ética antes que la estética, al igual que la dignidad. Trabaja con la dignidad de los pueblos porque todos somos expresión. No conozco a ningún pueblo que no baile sus bodas, sus cumpleaños, aniversarios, muertes. Hay una expresión en todo lo que hacemos», comenta la artista, cuyo padre fue director fundador del Ballet Nacional Español entre 1978 y 1980.

Sin embargo, reflexiona Esteve, «Gades no es fácil para bailarlo. En la danza el movimiento es el que te lleva a la emoción. En la interpretación la emoción es la que marca el movimiento. Él mezcla ambos: los personajes de Gades no son bailarines, sino intérpretes. Tienen que ser multidisciplinares, porque hay momentos en que la emoción obviamente viene de la coreografía, pero hay otros momentos que son del alma, del silencio, del sufrimiento, donde se te va la vida en diez tiempos levantando un brazo».

—Todo ese desarrollo creativo ha sido posible trasladarlo a nuevas generaciones de artistas gracias al trabajo de la Fundación. ¿Cómo valora esa labor en estas dos décadas?

—Yo creo que es de titanes. Con Eugenia y otros colaboradores hemos formado un equipo fantástico y me enorgullezco. Hemos logrado mantener la compañía 18 años sin cerrarla ni una sola vez. Ha sido un esfuerzo sobrenatural porque la memoria puede desvanecerse si no se cuida. Es un trabajo de fondo. La cultura no es solo entretenimiento, es también educación y es muy necesaria la educación que te enseñe a discernir, a tener un pensamiento crítico y a desarrollarte.

«Nos encantaría tener más presencia en Cuba: es un vínculo que no estamos dispuestos a perder. En la medida en que podamos trataremos de darle continuidad al trabajo que hacemos con el Ballet Nacional de Cuba y el Ballet Español de Cuba desde hace muchos años, algo que nos beneficia a todos. Estoy admirada del trabajo que han hecho aquí para conseguir que esta Huella de España se llevase a cabo.

«Estamos a la expectativa de qué sucede con la siguiente generación, porque hasta el día de hoy hemos sido acompañados por estrechos colaboradores de Gades como Stella Arauzo, pero el tiempo va pasando. Formar las siguientes generaciones para que cojan el relevo es fundamental ahora, porque algún día nosotras no estaremos y esto tiene que continuar».

 

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