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Cuando cambiar el rumbo lo cambia todo

La emigración es uno de los temas recurrentes en la selección actual del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y, desde estéticas diversas, se comparten realidades de desapego, vulnerabilidad y valentía

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Inexplicablemente, los cuvivíes se suicidan después del largo viaje que realizan, entre septiembre y octubre de cada año, desde Norteamérica hasta las lagunas de Ozogoche en Ecuador. A la comunidad científica le despierta curiosidad conocer los motivos, pero al cineasta Joseph Houlberg le pareció una interesante metáfora.

La mayoría de la gente que migra en las Américas va de sur a norte, me dice, y en Ecuador la comunidad indígena kichwa espera a estas aves de los pastizales para comerlas, mientras también esperan a los que partieron para cruzar la frontera entre Estados Unidos y México.

«Buscando el “sueño americano” o en cualquier otro lugar, de alguna manera también uno suicida elementos de su cultura, de sus tradiciones en una tierra nueva, y pueblos como este intentan subsistir cada día ante las amenazas de la desaparición que la emigración les impone».

El documental que tituló Ozogoche, estrenado en el Festival Internacional de Documentales en Amsterdam, Holanda, ganó el fondo nacional de producción documental del  Instituto de Fomento a la Creatividad y la Innovación en 2019, y su exhibición en la sección En Perspectiva del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano este año propició la reflexión entre los espectadores, «porque el fenómeno de la migración nos arranca pedazos del alma, sea porque nos desplazamos nosotros mismos o los seres queridos, y siempre hay algo que muere mientras buscamos una vida mejor», comenta.

Lo sabe bien Yuri, de 19 años; su hijo Santi, de dos años; y su pareja Mike. Los tres, y el cuarto en camino en el vientre de Yuri, a punto de nacer, se unieron a la caravana migrante de alrededor de 7 000 personas que partió desde Honduras hasta Estados Unidos, porque en esa nación quería ella que naciera su bebé.

La historia de ese recorrido de 5 000 kilómetros para huir de la pobreza y la violencia de Centroamérica la cuentan los cineastas españoles Núria Clavero y Aitor Palacios, creadores de Cabal Films, quienes decidieron emprender esta obra al saber que la caravana estaba en Ciudad de México, donde ellos estudiaban.

La vida del joven haitiano Alex puede cambiar diametralmente en la obra Cuarto de hora, por no saber hablar español.

Durante un mes, revelan, acompañaron a la caravana como si también quisieran fijar su vida en otro lugar. Durmieron en sus campamentos, caminaban distancias extensas…, se sumergieron en una dinámica de vida que los llevó a comprender, quizá, anhelos y ambiciones de los que emprendieron el difícil camino.

¿Cuántos como ellos no lo hacen cada día? En ocasiones, cumplen su sueño y viven en Nueva York, como Yuri y su familia, pero muchos otros no lo logran por disímiles razones. La caravana no es solo la gente que avanza hacia donde sueñan, es también la gente que se queda en la ruta, según el consenso de quienes salieron de la sala de cine tras disfrutar de su proyección en La Habana.

En franca solidaridad con quienes emigran hacia Canadá desde las regiones cercanas al Chile natal de sus padres, el actor y director de cine Christian de la Cortina decidió rodar, con su esposa Vanessa Cáceres en el rol de productora, el largometraje de ficción Sin papeles, cuyo nombre originario en inglés es Undocumented.

Interpretó a Fernando, un periodista y activista mexicano que busca asilo en Estados Unidos y que, luego de permanecer seis meses encarcelado, es liberado con una tobillera electrónica. A la espera de que su estatus se legalice, encuentra un trabajo ilegal y, lo que pareciera ofrecerle un ambiente de paz y estabilidad, se le trastoca en todo lo contrario. Permanecer a toda costa en ese país y ayudar económicamente a su familia es el deseo de Fernando y de las demás personas que allí trabajan, bajo circunstancias impensables.

No siempre las historias de los indocumentados en Norteamérica son felices, asevera Christian de la Cortina.

El cineasta canadiense, quien escribió el guion a cuatro manos con su esposa, bebió de las vivencias reales de muchos como Fernando, y decidió arriesgar incluso la vivienda donde residía con su familia como respaldo de un crédito bancario para realizar la película «que por dos ocasiones se tuvo que interrumpir por cuestiones asociadas a la Covid-19 y no sabía yo si finalmente tendría el filme y mi casa».

Sin embargo, valió la pena el esfuerzo. «Me preocupa lo que les sucede a muchos indocumentados en Norteamérica, pues sacrifican sus vidas con la esperanza de un mejor futuro. Son vulnerables en un país nuevo, donde se abusa de ese temor que tienen de que, ante cualquier error o desliz, sean deportados. La violencia no se justifica nunca, pero ellos, en sus situaciones, la padecen y creen que no tienen otra opción».

Así surge también la historia de Alex, un joven haitiano de 25 años, que llega a Chile sin saber hablar español siquiera. Es el cineasta chileno Sebastián Arancibia quien se propuso contar en Cuarto de hora lo que le sucede en ese mismo período de tiempo a este muchacho luego de sufrir un accidente de tránsito mientras trabajaba repartiendo periódicos.

La actriz María Olga Mate asume el rol de la transeúnte que lo asiste porque aquel, con una identidad falsa y sin poder comunicarse en el idioma que se espera, va en una ambulancia, poniendo en ella la esperanza de ser acompañado y salvado. «En pocos minutos puede cambiarte la vida de un punto a otro», afirma ella, y es Felipe Azúa, el productor del cortometraje, quien afirma que, como todos en un momento dado, Alex encarna el conflicto de quienes decidieron un día trasladar sus horizontes hacia otros confines sin pensar en lo que podría sucederle si algún imprevisto ocurriera durante su existencia ilegal allí.

Las comunidades indígenas en Ozogoche viven la migración en ambos sentidos, de norte a sur y de sur a norte.

El cine es uno de los caminos más eficaces para llegar a las emociones y movilizar conciencia. Estas piezas audiovisuales son algunas de las que han llegado a esta edición 44 de la cita cinematográfica para compartir, desde estéticas diversas, realidades cuyo punto en común es la decisión de cambiar las fichas contra viento y marea, para jugar en otro tablero. Son tantas las historias de desapegos, vulnerabilidades y valentías.

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