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Arte y osadía

En sus tres décadas de existencia, los aportes a la cultura de la Fundación Caguayo, fundada por el Premio Nacional de Artes Plásticas Alberto Lescay Merencio, trascienden el ámbito de la escultura monumental para convertirse en un ecosistema que es baluarte de resistencia e identidad

Autor:

Odalis Riquenes Cutiño

SANTIAGO DE CUBA.— Su impronta tiene del gesto amplio en la mano que convoca, de la figura ecuestre del Titán de Bronce, en la Plaza de la Revolución santiaguera; del vuelo y la rebeldía irredenta del Monumento al Cimarrón, en el cerro del Cardenillo, en El Cobre; la fuerza y ternura de la Mariana, madre Ceiba, del cementerio patrimonial Santa Ifigenia, el vigor del bronce en mil formas que pueblan plazas y avenidas de Santiago y muchos sitios más en Cuba y otras naciones.

A tres décadas de su nacimiento, la Fundación Caguayo para las Artes Monumentales y Aplicadas ha trascendido la escultura monumental para hacer de la comunión entre las artes, la reivindicación de oficios y vertientes creativas, la promoción de los nuevos, la defensa de la política cultural de la Revolución, un ecosistema que es baluarte de resistencia e identidad. 

Y es que la institución que, juntando bronce y osadía, creara el Premio Nacional de Artes Plásticas Alberto Lescay Merencio el 21 de septiembre de 1995, es hoy símbolo útil, promesa y horizonte que renueva su compromiso con el impulso a la creación, la representación de la memoria histórica y el apoyo a la cultura, que reconocen y agradecen los muchos que han sido tocados por su huella.

HISTORIA

Nació arropada por la tenacidad de su fundador, la sensibilidad de la máxima dirección de la Revolución, la confianza de personalidades como Armando Hart, entonces ministro de Cultura, quien vio una idea digna de apoyar en aquella propuesta: una fundación cultural dotada de una sociedad mercantil productiva, que hiciera sustentable económicamente sus propósitos.

Surgió en pleno período especial, cuando era difícil pensar en proyectos, y nació «con lo que tenía a mano, sin pedir recursos», ha contado muchas veces su gestor, como una «institución altruista por antonomasia»; de
carácter público y no lucrativa, que utiliza sus fondos para el desarrollo de proyectos culturales, y para la que contribuir al desarrollo del talento formado en el sistema de enseñanza artística cubano, es superobjetivo al que no renuncian.

Debe su nombre a la zona de El Caguayo, en las cercanías del poblado de Dos Caminos, perteneciente al municipio de San Luis, en la que respondiendo a la necesidad que tenía el país de contar con un espacio nacional para la fundición de obras de gran formato, había nacido en 1987 el Taller de fundición artística y cerámica, del que emergió como parto primigenio «el Maceo» de la plaza santiaguera; luego devenido escuela, fuente de empleo de los lugareños, orgullo de muchos.

Los primeros pasos fueron difíciles, suele explicar Alberto Lescay cuando rememora los inicios. «Hubo que convencer a muchas personas de la significación de un proyecto de este tipo, del cual entonces no había experiencias en Cuba ni ninguna tradición». 

Desde aquellos días, fieles al compromiso asumido, con la persistencia, ductilidad y el espíritu del animal que les da nombre, —«el caguayo es un animal regenerativo», acostumbra a asegurar sonriente el líder de la Fundación—, han avanzado y continúan preparados para hacer siempre más.

COSECHA

Desde hace 30 años la representación de la historia y el imaginario social cubano tiene nuevas connotaciones porque existe la huella del sistema Caguayo que hoy integran la Fundación, la Sociedad Mercantil (empresa y comercializadora productiva); los talleres de fundición del municipio de San Luis y sus galerías, entre las que sobresale la René Valdés, que en una década de existencia ha acogido más de 30 exposiciones, daba a conocer por estos días Alejandro Lescay, vicepresidente de la Fundación.

Desde su sede en Santiago de Cuba y sus oficinas en Camagüey y La Habana, la Fundación Caguayo ha engrandecido el arte monumental cubano con
esculturas conmemorativas y ambientales que suman a las ya mencionadas en este texto, solo en Santiago de Cuba, el monumento a Miguel Matamoros y al Tres;  el Martí Crece, que enaltece el parque de igual nombre; los retratos escultóricos al Padre y la Madre de la Patria en la Universidad de Oriente, al teniente Pedro Sarria, en el Museo Histórico 26 de Julio, así como el Vara en tierra donde fue capturado Fidel tras el asalto al Moncada, y más recientemente el Libro en Bronce con los nombres de los cien soldados españoles caídos en la Guerra Hispano Cubano Norteamericana, entre muchas otras.

El monumento al Espíritu Guerrero Venezolano, en el estado de Carabobo, de esa hermana nación; el dedicado a Wilfredo Lam, en el parque de 14 y 15, en el Vedado habanero; la escultura al Che a la entrada del Ministerio de Relaciones Exteriores, los numerosos bustos de Mella; obras en Martinica, Rusia, México, África, suman una valiosa contribución a la preservación del patrimonio y la memoria histórica de Cuba y otras naciones, que le convierten particularmente en orgullo de Santiago.

Para la doctora Olga Portuondo Zuñiga, historiadora de la urbe oriental, la obra de Caguayo ocupa un lugar indispensable en la cultura santiaguera, en la salvaguarda de la identidad y la promoción del orgullo patrio.

Hoy es imposible concebir los grandes proyectos de la cultura santiaguera sin su participación, afirmó.

Al decir del Máster arquitecto Omar López, director de la Oficina del Conservador de la Ciudad (OCC) indómita, la existencia de Caguayo y su poder de convocatoria de artistas nacionales y foráneos, ha enriquecido la tradición escultórica santiaguera y ha sido decisiva para que hoy la ciudad pueda exhibir y conservar un sistema monumental conmemorativo y ambiental de alto valor.

MÁS ALLÁ DE LO MONUMENTAL

A la creación y promoción de las artes monumentales, la institución que preside el también Héroe del Trabajo de la
República de Cuba y Maestro de Juventudes, Alberto Lescay Merencio, une la constante fusión con otras manifestaciones del arte, la apuesta por el desarrollo de artes visuales como la pintura, el grabado, el dibujo; el reconocimiento del diseño como disciplina artística, el impulso a la cerámica de carácter utilitario con sentido estético y a oficios como la fundición artística. 

Caguayo ha creado donde no había una tradición, escribió el escritor y periodista Omar González, en ocasión del aniversario 20 de la Fundación, y con ello aludía también a la consolidación de una escuela cubana de fundidores artísticos y el haber dotado al país desde San Luis, de los talleres profesionales de fundición con que hasta entonces no contaba, y que han apoyado la realización y reproducción de obras de numerosos artistas cubanos y extranjeros.

«Quería que no hubiera que encargarle a otros países la realización de las obras de gran formato; yo quería hacer ese aporte»» enfatizó en estas páginas Alberto Lescay hace unos años.

Ese anhelo consumado es también oportunidad para forjar los sueños de muchos de los jóvenes artistas egresados de nuestras escuelas de arte, particularmente los del oriente del país, y que hoy encuentran oportunidades de realización en la opciones que ofrece Caguayo, reforzadas en los últimos tiempos por los estrechos vínculos y alianzas tejidos con instituciones como la Universidad de Oriente, de la que son unidad docente.

La Fundación Caguayo ha apostado asimismo por la realización de acciones culturales que buscan la fusión de las artes plásticas y aplicadas con el mundo audiovisual, la literatura, la historia, la música; la formación de públicos y la creación de espacios para la promoción de la cultura.

 El Salón de Arte Contemporáneo René Valdés, que en octubre próximo desarrollará su tercera edición como espacio de confluencia y retroalimentación entre críticos, académicos y especialistas, y el Salón de Arte Monumental; los numerosos libros sobre temas culturales publicados, el Premio Martí Crece y hasta la reciente creación de un novedoso espacio para la promoción cultural como El Ingenio, que aspira a ser referente en las actuales condiciones del país, ilustran los aportes del trabajo intenso y versátil de Caguayo.

Nuestra sociedad mercantil es productiva y económicamente eficiente y sus ingresos han servido para el desarrollo de numerosos proyectos culturales. Apoyar, acompañar el desarrollo cultural del país, es y seguirá siendo esencia de la existencia de Caguayo, asevera con la satisfacción de quien ha cumplido con el deber el maestro Alberto Lescay.

La mayor fortaleza del empeño que lidera, insiste, es su capital humano, esos hombres y mujeres, que como una gran familia, trabajan cada día de cara al futuro en pos de nuevos proyectos.

A tres décadas el parto que ensanchó los moldes de las artes monumentales cubanas, la osadía es certeza, confirmación de que valió la pena el camino, pues la Fundación Caguayo para las Artes Monumentales y Aplicadas es parte imprescindible e indisoluble del tejido cultural cubano.

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