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Una saga nipona en Cuba

Un pedacito de Cuba es japonés. En nuestro ajiaco cultural, que un día describiera Fernando Ortiz, hay una porción que pertenece a la tierra del sol naciente, otro archipiélago pero bañado por las aguas del Pacífico

Autor:

Marylín Luis Grillo

Un pedacito de Cuba es japonés. En nuestro ajiaco cultural, que un día describiera Fernando Ortiz, hay una porción que pertenece a la tierra del sol naciente, otro archipiélago —como el nuestro— pero bañado por las aguas del Pacífico.

Fue el nueve de septiembre de 1898 cuando llegó el primer japonés con planes de establecerse en la Isla.

Ya antes, en el siglo XVII, casi dos centenares de nipones, con el samurái Hasekura Tsunenaga encabezando la tripulación y como embajador del señor de Sendai, Masamune Date, habían arribado a la entonces villa de San Cristóbal de La Habana explorando las posibilidades de comercio. Pero Fue Y. Ozuna, hace 120 años a bordo del vapor Orizawa, quien llegó para quedarse.

Viejos escritos del Diario de la Marina, periódico de mayor circulación de la época, reseñan el arribo de Ozuna con el objetivo de fomentar una comunidad, que en la actualidad se estima en poco más de un millar de nikkei, descendientes en su mayoría de tercera y cuarta generación «aplatanados» al calor caribeño.

Desde Okinawa, Kagoshima, Kumamoto, Fukuoka, Hiroshima, Nagano, Niigata, Fukushima y Miyagi, entre otras regiones del país asiático, llegaron a la Isla. El periodo de mayor arribo de viajeros se comprende entre 1924 y 1926.

No queda constancia, pero puede que algunos de los llegados a Cuba hayan sido antiguos samuráis, que con la caída del Shogunato y el establecimiento de la Restauración Meiji se hayan visto forzados a viajar al extranjero. De los que llegaron aquí, la gran mayoría eran hombres. Era un periodo de cambio en la lejana tierra, y en el Caribe se les abrió una vida nueva.

Francisco Miyasaka (al centro) habló sobre el legado japonés en la Isla.Fotos:Marylin Luis Grillo

«La migración de japoneses a Cuba fue escasa con relación a otros países, pero lo que sí ha sido relevante es el ejemplo que nos inculcaron de sencillez, honestidad, honradez, espíritu de sacrificio y amor al trabajo y a la patria», expresó recientemente Francisco Miyasaka, presidente del Comité Organizador del Aniversario 120 de la Migración Japonesa.

Cuba fue apreciada y hoy constituye la contribución  de los emigrantes japoneses al crisol de razas, nacionalidades y culturas de donde surgió la nacionalidad cubana, agrega.

Y aunque, contrario a otros países del área, como Brasil y Perú, donde apellidos japoneses ocupan altas posiciones de la cultura y la política, la historia cubana también los contempla.

Fueron nipones quienes constituyeron las primeras cooperativas de producción agrícola de que se tenga noticia en Cuba, e introdujeron el uso del abono químico. Muy conocido fue el agricultor Mosaku Harada, llegado en 1924 acompañado de un total de 36 hombres y mujeres, que se estableció en la entonces Isla de Pinos. También lo es el horticultor Kenji Takeuchi, quien por encargo desarrolló el Orquideario de Soroa, en la provincia de Pinar del Río, donde cultivó más de 700 especies de estas flores; y el carpintero Takizo Uratsuka.

Según datos históricos, este último puede ser el primer japonés que llegó a la zona más occidental, procedente de Panamá en un buque pesquero como cocinero. Sin ningún conocimiento del oficio, fue el carpintero que fabricó, de forma manual, el primer concentrador para la naciente mina de cobre de Minas de Matahambre. Este concentrador es hoy patrimonio industrial por su inestimable valor histórico.

 

Keiji Furuya (izquierda), junto a músicos japoneses, amenizó un encuentro en la residencia del embajador japonés en Cuba.Fotos:Marylin Luis Grillo

«Japón y Cuba tienen una larga relación de amistad y confianza», resumió Keiji Furuya, presidente de la Liga Parlamentaria de Amistad Japón-Cuba, quien encabezó una delegación de ese grupo legislativo de visita a La Habana para la clausura del año conmemorativo del aniversario 120.

Los nikkei, pude constatar —dijo— están incorporados a la sociedad cubana y contribuyen con ella a la manera japonesa. La Liga Parlamentaria de Amistad continuará cooperando totalmente para que la relación económica entre las dos islas recupere el vigor que tenía anteriormente.

Durante su estancia en La Habana, se celebró el Tercer Comité Público Privado entre los dos países, con la presencia de 22 empresas niponas, ocho más que en la primera edición; y se realizó la firma del Torneo de Pesca de la Aguja Ernest Hemingway, en su versión japonesa, que se desarrollará en junio de 2020, cuando Tokio sea también la sede de los Juegos Olímpicos.

En 2019 celebraremos el 90 aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas, anunció. La Liga Parlamentaria tiene la intención de seguir esforzándose para promover los vínculos. «Será un momento muy importante para las relaciones bilaterales. Deseo que este sea un año espléndido para todos», destacó.

En el contacto con la Isla y los descendientes nikkei, Furuya constató que «a los japoneses les gusta mucho Cuba, y que a los cubanos les gusta mucho Japón». Nada más cierto. Para varias generaciones —como la mía propia— que apreciamos, desde la distancia, la ancestral paciencia del Sol Naciente, su virtuosismo y sencillez, que admiramos su historia… resulta mágico conocer que desde hace 400 años tenemos nexos, que hace 120 llegaron aquí para fundirse en nuestra tierra. Por eso, a su saludo de Tadaima (ya llegué o regresé), debemos afirmar nosotros con absoluta certeza: Okaeri, Bienvenido.

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