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Guaidó, el golpe y el paquete de harina

Juan Guaidó liberó a un terrorista y engañó a un puñado de «cocineros» para protagonizar tardíamente, cuando ya ha terminado el Festival de Teatro de Caracas, el melodrama del odio y el papelazo

Autor:

Enrique Milanés León

Siguiendo el viejo libreto de sus mentores, Juan Guaidó liberó a un terrorista y engañó a un puñado de «cocineros» para protagonizar tardíamente, cuando ya ha terminado el Festival de Teatro de Caracas, el melodrama del odio y el papelazo con que pretende tomar —a fuerza de armas o a fuerza de cara, le da lo mismo— el despacho de Miraflores que solo el pueblo concede.

El de este martes fue apenas otro episodio en el golpe de Estado «en subdesarrollo» que, desde hace meses, lleva a cabo sin éxito la mascota preferida de la Casa Blanca a partir del infausto momento en que Donald Trump, ese fantoche diabólico no justipreciado por Hollywood, lo embarcara con aquella «vaina» —¡qué buena palabra venezolana para describir el encargo!— de la autoproclamación.   

Así como otros jerarcas de Washington liberaron un día a Luis Posada Carriles y lo entraron por la izquierda a la norteña nación para que pregonara en paz sus «hazañas» de asesino, Guaidó concedió un supuesto indulto presidencial para cesar el encarcelamiento domiciliario con que su tótem político, Leopoldo López, purgaba delitos de incitación a la violencia, y de violencia pura, que costaron ríos de sangre —43 muertos y más de 800 heridos en 2014— al mismo pueblo que ambos dicen proteger.

Visto el caso, es de esperar no solo que la Justicia bolivariana regrese a López a su sitio, con tiempo añadido, como en el fútbol, sino que además, ¡al fin!, le haga acompañarse de su discípulo, que tanto afán de copiarlo ha mostrado.

El mundo vio a ambos, sobre un céntrico puente caraqueño y flanqueados por algunos militares, en el gastado espectáculo del llamado al cese de la usurpación. Les duró poco, porque ya se sabe que los golpistas venezolanos padecen de «movilización precoz», pero al momento de iniciarse el desmontaje aparecieron las costuras de otro show cosido a pura mentira. Ahí es donde se advierte la variante «culinaria» —remedo de la Brigada 2506— de este intento de golpe.

Cubano al fin, uno no puede evitar acordarse de aquellos mercenarios que, 66 horas después de llegar a Playa Girón, se rindieron frente al pueblo con falsas «recetas» de cocineros y que más tarde, en justo trueque, fueron cambiados por compotas. En este golpe en Caracas la mentira vino de arriba, de los organizadores, que tuvieron que engañar a la mayoría de los soldados involucrados porque sabían de antemano que con la verdad sumarían a muy pocos.

La fuente no es cualquiera, sino Vladimir Padrino, el mismísimo ministro de Defensa, quien reveló que alrededor del 80 por ciento de los efectivos reclutados para vestir de uniforme la intentona fueron simplemente engañados por los pocos oficiales comprometidos; dicho de otra manera, resultaron embarcados bajo órdenes de falsos operativos y misiones ficticias.

La televisión veraz —porque la de derecha y la de occidente, «verás cómo mienten» de nuevo— mostró en plena mañana a jóvenes soldados que no solo contaron la falacia con que los usaron para llevarlos a un sitio indeseado, sino que también dieron nombres de los superiores que comenzaron la traición a la patria traicionando primero, con embustes, a sus propios subordinados.

López, Guaidó y comparsa son tan malos dirigentes de derecha que a derechas no sirven ni como golpistas. Han hecho ordinario, extraordinario y mundial… indignan pero no aciertan. El gran dilema de las fuerzas bolivarianas es que tienen que informarse, denunciar, procesar y condenar… pero saben —como han dicho ya varios dirigentes— que este ha sido un «golpe mediocre». Claro, incluso un golpe mediocre puede ocasionar muertes.

¿Qué nota, entonces, habrá dado papá Trump a este zarpazo de Guaidó? No muy buena, supongo. ¡Tantos consejos, tantos dólares, tanta maraña enseñada, tanto Pence con Abrams, tanto Pompeo con peste, tantos viajes de incógnito a «naciones democráticas» para buscar tutoriales de desestabilización, y el muchacho —ingeniero, dicen— no aprende.

Los resultados son interesantes. De momento, Guaidó inspiró a las fuerzas bolivarianas un alargue anticipado del Primero de Mayo, porque las amplias bases del chavismo comenzaron un día antes de lo previsto, alrededor del palacio de Gobierno, la multitudinaria manifestación de apoyo a Nicolás Maduro con un argumento adicional: el repudio al nuevo golpe. Como siempre, los carteles y consignas resultaron deliciosos: «Si quieres una silla, hazla de cartón; la de Miraflores, es de la Revolución», coreaba el pueblo al único usurpador que conoce Venezuela. 

Aunque a la Casa Blanca no le haga mucha gracia, este Primero de Mayo la Revolución Bolivariana marchará fortalecida. Más temprano que tarde, Donald Trump tendrá que ver la vuelta al encierro de su alfil López y el enjuiciamiento del peón Guaidó, dos mercenarios que, a la hora de un trueque, no valdrían aquí un paquete de harina.

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