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Las oscuras acusaciones de Trump contra Martin Gugino

Martin Gugino es miembro de la Asociación de Amistad Canadiense-Cubana en Niágara, justo en la frontera con Estados Unidos, su país natal y pacifista de larga data, sus amigos afirman que donde quiera que ve una injusticia da un paso adelante para corregirla, pero siempre sin violencia

Autor:

Juana Carrasco Martín

Donald Trump tiene miedo de perder las elecciones del próximo 3 de noviembre y ser desalojado de la Casa Blanca. Encuestas varias lo sitúan tras el exvicepresidente Joe Biden, ya candidato del Partido Demócrata, luego de alcanzar los votos necesarios para su aval en la Convención Nacional.

Esa es la explicación para los más recientes desvaríos del mandatario estadounidense, cercado por cientos de miles de manifestantes multiétnicos que protestan por mucho más que la brutalidad policiaca que llevó al asesinato en Minneapolis del afroestadounidense George Floyd. 

Cuando eran más de 73 millones las veces que el video publicado por WBFO en Twitter mostraba el indignante y terrible empujón que dos agentes policiacos en Buffalo le dieron a un anciano blanco, alto, de porte digno, que se les acerca pacífica y calmadamente y trata de hablarles cuando la fuerza antidisturbios avanzaba contra las protestas, supe por el Facebook de la embajadora cubana en Canadá que ese hombre tenía nombre e historia.

Martin Gugino es miembro de la Asociación de Amistad Canadiense-Cubana en Niágara, justo en la frontera con Estados Unidos, su país natal y pacifista de larga data, sus amigos afirman que donde quiera que ve una injusticia da un paso adelante para corregirla, pero siempre sin violencia.

En su canal de YouTube, videos hay sobre desarme nuclear y cambio climático. Fotos en Facebook y en Twitter lo muestran en manifestaciones de resistencia al racismo, contra la tortura o exigiendo presentación de cargos de asesinato contra el policía que mató en Cleveland a Tamir Rice.

Pero Trump, sin ningún basamento, lanzó la infame diatriba contra el anciano —hospitalizado en estado de gravedad por la herida sufrida en la cabeza—: «El manifestante de Buffalo empujado por la policía podría ser un provocador de la ANTIFA», dijo en Twitter, y su caída «¿podría ser una figuración?».

Incluso el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, cuya policía cometió la bárbara agresión, describió el comportamiento de Trump como «cruel e imprudente».

Los dos oficiales que empujaron a Gugino fueron separados y acusados de asalto en segundo grado, y como resultado los 57 miembros del equipo de respuesta de emergencia al que pertenecen renunciaron en su apoyo.

El entramado de violencia que envuelve a los policías de Estados Unidos tuvo otra demostración cuando la Orden Fraternal de Policía del Condado de Brevard, en el estado de la Florida, escribió en Facebook que contrataría al «Buffalo 57» del estado de Nueva York, a los «Atlanta 6» de Georgia —investigados porque un video los muestra arrastrando a una pareja afroamericana durante las recientes protestas—, y a  los policías de Minnesota que asesinaron a George Floyd.

Más de un estudio reciente demuestra que los oficiales policiacos que han herido o ultimado a civiles y, por tanto, son responsables de mala conducta, con demasiada frecuencia son recontratados por los departamentos de policías donde cometieron el abuso o por los departamentos de policías de otras ciudades.

La publicación The Crime Report, al informar sobre un estudio suscrito por Ben Grunwald, de la Universidad Duke, y John Rappaport, de la Universidad de Chicago, afirmaba que «el llamado “oficial errante”, también conocido en algunos círculos policiales como un “policía gitano” (…) representa un riesgo para las comunidades».

Evidentemente, lo más común es hacerse de la vista gorda respecto a los registros de mala conducta, siguiendo un código de «ayudar a los hermanos», y la publicación señala:  «puede que no sea una coincidencia que los segundos trabajos para oficiales desacreditados a menudo estén en comunidades de color».

Ejemplificaba con Tim Loehmann, un oficial de policía de Cleveland que en 2014 disparó y mató a Tamir Rice, un niño de 12 años que llevaba una réplica de un arma de juguete. Loehmann había sido «recuperado» luego de que, como oficial de policía en Independence, un suburbio de Cleveland, había sido considerado un recluta emocionalmente inestable e incapaz para el deber.

Después de George Floyd han muerto al menos otras cuatro personas a manos de la policía —dos en Cicero, un suburbio de Chicago, durante las protestas; un hombre desarmado en Las Vegas; y Sean Monteroissa, por la policía de San Francisco, California—, y sobran los videos de la violencia contra los manifestantes.

Es obvio que el engranaje del trumpismo con estos elementos brutales y racistas se aceita; mas la justicia también tiene que llegar para un hombre justo que se llama Martin Gugino.

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