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¿Los cerrojos se descorren?

El castigo económico que Occidente se ha autoinfligido con las medidas contra Rusia puede obligarle a decisiones «extremas» en política

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Necesidad obliga, reza un dicho. Ahora, los acontecimientos en torno al mercado del petróleo podrían estar dando la razón por enésima vez al proverbio: todo indica que el disparo en el pie constituido por las medidas punitivas de Estados Unidos y Europa contra Rusia, despejarán el camino para levantar otras sanciones injustas.

Venezuela e Irán, dos de los países más perseguidos por la saña imperial sistematizada desde que George W. Bush decretó la guerra contra los «rincones oscuros» del planeta y habló de la existencia de un «eje del mal», podrían salir beneficiadas.

El dedo ha sido puesto públicamente en la llaga por el presidente francés Enmanuel Macron, quien ha instado a reincorporar a esas naciones al mercado petrolero, ante el encarecimiento de los precios del crudo desde que se castigó a Rusia recortando las compras de su petróleo y su gas, como respuesta a su operativo militar en Ucrania.

La sugerencia fue formulada por Macron en la recién celebrada cumbre del G7, reunión que asumió el compromiso de explorar la forma de decretar precios tope temporales a las importaciones de petróleo y gas rusos, una medida de difícil implementación que busca salvar las propias economías. Pero también trataría de materializar el castigo a Moscú, porque Rusia ha seguido vendiendo —y en rublos—, pese a las prohibiciones de que se le compre; y hasta ha logrado subir el importe de sus producciones petroleras.

Lo cierto es que hace un mes que el barril no baja de 110 dólares en el mercado mundial, con un pico en marzo que casi llegó a 130.

Todos dicen y saben lo mismo: el problema es la falta de oferta.

La del mandatario francés es una proposición que significaría algo hasta hace poco impensado: la soberbia de Washington, por pura necesidad, pasaría por alto el rosario de sanciones impuestas por la propia Casa Blanca a Venezuela e Irán, particularmente durante la era Trump, con la carga de daños que eso ha significado para dichas naciones.

Abriendo candados

Pero no habría de qué asombrarse por esta poco ortodoxa propuesta. Hace un mes fue el propio presidente estadounidense Joe Biden quien entreabrió las puertas del camino propuesto ahora por Francia, cuando autorizó a la firma Chevron ciertas transacciones con la venezolana PDVSA, el corazón de la economía venezolana. Según dijeron fuentes desde Washington, la medida se decretó «a petición» de la oposición de Venezuela, y como un movimiento dentro del diálogo ahora en vilo convocado por el Gobierno bolivariano con la oposición derechista.

Ese paso tuvo seguimiento algunas semanas después, con el autorizo estadounidense a la petrolera española Repsol y a la italiana Eni para que empezaran a enviar petróleo de Venezuela a Europa, este mes de julio.

Una fuente no identificada de Washington citada por el diario español La Vanguardia dijo que la autorización fue dada por la Casa Blanca mediante una carta, y que una condición clave para materializar las transacciones es que el petróleo recibido «tiene que ir a Europa. No se puede revender en otro lugar».

Tras las medidas prohibitivas en torno al hidrocarburo y el gas rusos, la situación no pinta bien para Estados Unidos y tampoco para Europa, algunos de cuyos países tienen dudas acerca de cómo pasarán el invierno.

La disminución de fuentes de abasto de ambos combustibles ha traído aumentos en los precios de todo, y en todas partes: con el incremento de los carburantes y el encarecimiento del transporte, suben los precios de los alimentos y se dispara la inflación.

Aunque la cadena de acciones y reacciones impacta aun más gravemente a las naciones pobres y dependientes del Tercer Mundo, donde los hambrientos aumentan y el crecimiento económico se resentirá, como han advertido la FAO y la Cepal respectivamente, los daños también se están sintiendo en el mundo occidental, precedidos por el desastre económico y social que significaron las primeras oleadas de la COVID-19.

Un ejemplo de ello es la propia Francia, donde las autoridades de economía y finanzas han recortado las proyecciones de crecimiento para este año de un cuatro por ciento previsto a inicios de año, a 2,5 por ciento.

Según el servicio informativo de Bloomberg, las perspectivas para su economía, la segunda más grande de la eurozona, han empeorado desde el inicio del conflicto Rusia-Ucrania y se verán reflejadas en el proyecto de presupuesto revisado para este año.

Las cosas tampoco parecen mejores en España, donde se reportó en junio un nuevo récord inflacionario ascendente al 10,2 por ciento, el más alto registrado desde 1985, publicó el Instituto Nacional de Estadística.

De acuerdo con esa instancia, la subida se debe principalmente al encarecimiento de los precios de los carburantes, de los alimentos y de las bebidas no alcohólicas.

Mientras, Alemania y Austria podrían recurrir al carbón para paliar la crisis que se avecina, aunque ello sea un retroceso que perjudicará la salud del planeta.

En un comunicado que citó la AFP, el ministro de Economía alemán, Robert Habeck, anunció que las plantas de producción de energía a partir del carbón serán utilizadas para compensar el déficit de la producción energética procedente del gas, debido al recorte en el suministro proveniente de Rusia hacia su país, y luego de que Alemania, finalmente y pese a las reticencias iniciales, respaldara las sanciones a Moscú.

Algunos gobiernos recomiendan a su ciudadanía disminuir el consumo, lo que equivale a un llamado al ahorro.

En ese contexto, la sugerencia de Francia, que ha acaparado muchos titulares, parece consecuente con las necesidades de los mismos que han creado el embrollo, y vuelve a demostrar el peso que tiene la economía en la política.

Algunos expertos citados por AFP opinan que juntos, Irán y Venezuela, podrían aportar una cantidad sustancial de petróleo al mercado de forma bastante rápida, en tanto otros han concedido que «los tiempos complicados exigen medidas extremas», y terceros aducen que hay presión europea sobre la Casa Blanca «para que cambie el rumbo de sus sanciones».

Caracas, lista

Desde Venezuela, la respuesta del presidente Nicolás Maduro fue que el país está listo «para recibir a todas las empresas francesas que quieran venir a producir petróleo y gas para el mercado europeo, para el mercado mundial» porque, recordó antes, se trataría de acceder al mercado occidental: «nosotros estamos en el mercado petrolero».

La expresión queda argumentada al conocerse que a pesar de las injustas medidas punitivas de que Venezuela ha sido víctima en el no conseguido afán de provocar el derrocamiento del Gobierno Bolivariano, datos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) mostraban un aumento de la producción petrolera de ese país del 41 por ciento en el primer trimestre de este año, en comparación con igual período de 2021.

Además, la economía venezolana creció por encima de los dos dígitos en ese lapso, al tiempo que se desaceleraba la inflación y se estabilizaba el mercado cambiario, según explicó el propio mandatario.

En cuanto a Irán, se afirma que ese país ha retornado a los niveles de producción de petróleo anteriores a las sanciones que le impuso EE. UU. en 2018, cuando Donald Trump abandonó el acuerdo internacional sobre el programa nuclear iraní, y lo echó abajo. 

Los ingresos petroleros entre el 21 de marzo de 2021 y el 20 de marzo de 2022 alcanzaron en esa nación 18 000 millones de dólares, «es decir, 2,5 veces más» que en el período anterior (del 21 de marzo de 2020 al 20 de marzo de 2021), declaró en abril el ministro iraní del Petróleo, Djavad Odji, citado por AFP.

Claro, también ha habido que hacer movimientos en materia política.  

La semana que termina se confirmó la presencia en Caracas de una delegación de EE. UU. para continuar el diálogo iniciado en marzo y proseguir con los puntos establecidos en la agenda bilateral, informó el propio Maduro.

En tanto, aunque todavía sin resultados, Washington reanudó las conversaciones indirectas con Irán para la reactivación del acuerdo nuclear de 2015.

En este mundo cargado de desastres, puede que no todas las noticias sean tan malas.

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