Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La Camorra busca a un escritor

Autor:

Luis Luque Álvarez

Saviano detrás de uno de sus escoltas. Foto: Day Life Un joven dependiente de un restaurante de Sicilia (sur de Italia), al ser preguntado por un periodista irlandés acerca de si le gustaría tener su propio negocio, responde ágilmente: «¿Para qué? Tendría que trabajar solo para que los “chicos” vinieran cada mes a buscar su “pizzo” (el dinero exigido por la mafia para “proteger” a los empresarios)».

Como él, desestimulado de invertir en un establecimiento propio por culpa de los «chicos» (la Cosa Nostra), otros padecen la omnipresencia de los mecanismos mafiosos. Roberto Saviano, el escritor de 29 años que saltó a la fama con su libro Gomorra, vive ahora acompañado por guardaespaldas, y no por su novia, como le gustaría, pues ella lo dejó cuando la existencia de él se volvió demasiado complicada por las amenazas de la Camorra, la organización criminal que hace y deshace en la Campania, otra región sureña cuya capital es la hermosa Nápoles.

Gomorra, título que evoca el nombre de la ciudad bíblica sobre la que descendió fuego y azufre como castigo de su prevaricación, es el acercamiento a los oscuros laberintos del crimen organizado que campea en Nápoles, pero que también es cáncer crónico en el resto del sur de la península, más pobre que el industrializado norte, gracias, en buena medida, a tan nefastos influjos. No extraña que un clan mafioso, el de los Casalesi, haya puesto a Saviano en la mirilla, amenazándolo con liquidarlo a él y a sus escoltas antes de Navidad.

De que pueden lograrlo, pueden, pues recursos no le faltan. Es el fruto de constituir una «empresa de éxito»: solo los Casalesi, especializados en los negocios de la industria láctea y el cemento —han construido incluso una cárcel pública, donde ¡claro! reposan a sus anchas los jerarcas que caen en manos de la justicia, y según Saviano, han copado de hoteles la costa de Andalucía, en España— obtienen dividendos en el orden de los 30 000 millones de euros. ¡30 000 millones!

Dicho monto no es sino una parte de lo que facturan las principales organizaciones mafiosas de Italia, a saber, la Cosa Nostra, la Ndrangheta (de Calabria), la Sacra Corona Unita (de Puglia), y la ya mentada Camorra. Según la asociación de empresas Confesercenti, la mafia es la primera sociedad económica del país, con 130 000 millones de euros anuales, que incluyen entradas por 70 000 millones de euros «libres de polvo y paja». ¡No digo yo si Saviano debe ponerse a buen recaudo!

Y ha de hacerlo si quiere conservar sus huesos sanos, porque la serpiente que lo acecha es suficientemente resbaladiza y se cuela en todos los sitios, incluido el escenario político, que debería ser el más infranqueable, pero que, simplemente, no lo es.

Por ejemplo, ¿qué indirecta conexión puede haber entre el hoy amenazado narrador italiano y el viceministro italiano de Finanzas Nicola Cosentino? Sigamos la pista, como nos la ofrece un reportaje del Irish Times, del pasado sábado: Desde 1996, cuatro miembros de la Camorra han testificado haber ayudado a Cosentino en sus aspiraciones electorales, y han asegurado que este, en gesto de gratitud, ha facilitado que el «Sistema» —modo en el que se refieren a la organización— consiga contratos preferenciales.

Pues bien, el gobierno derechista de Silvio Berlusconi ha hablado de ataques «a las instituciones» y ha salido en defensa de su «injuriado» viceministro, quien, por cierto, es originario de un pequeño pueblo de la Campania llamado Casal di Principe, ¡dominado por el clan Casalesi!, el mismo que ha prometido —¡ras!— mandar a mejor vida a Saviano. Aun desde la cárcel, donde cumple cadena perpetua, el jefe de esta próspera «empresa», Francesco Schiavone, ha hecho saber irónicamente su irritación con «este gran novelista (que) debe parar de calumniarme».

El cómo es posible que en un país que se precia de moderno y de estar entre los siete más ricos del mundo, un delincuente envíe amenazas públicas desde su dorada prisión, es un gran misterio de la «democracia». Que Saviano, flanqueado por sus amigos, vele por su propia existencia...

Porque presumiblemente otros no lo harán con tanto celo.

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