Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El que siembra agresividad, agresividad cosecha

Autor:

Lázaro Fariñas

Desde que Donald Trump anunció su aspiración a la presidencia de Estados Unidos, el panal político de este país se alborotó. El hombre puso patas arriba la forma de hacer política. Su retórica confrontacional no ha tenido paz con nadie. A los 17 aspirantes del Partido Republicano los fue eliminando uno tras otro, ofendiéndolos con apodos y humillaciones. Pero Trump no solo eliminó a sus adversarios políticos en las primarias del partido, sino que también arrinconó al liderazgo del mismo que no lo apoyaba. 

Por su comportamiento errático y su retórica agresiva, al comienzo de aquellas primarias partidistas ningún observador imparcial le daba el menor chance de ganar al magnate billonario, pero Trump les demostró lo contrario. Demostró que precisamente por su forma de actuar iba a lograr la nominación. Los dirigentes nacionales del Partido Republicano fueron moviendo su apoyo a medida que Trump sacaba del juego al candidato que ellos preferían.

Primero, el favorito del partido era Jeb Bush, exgobernador de La Florida, hermano de George W. e hijo del viejo Bush, ambos expresidentes de la nación. Trump poco a poco lo fue acorralando con sus nombretes y humillaciones hasta que lo sacó de la contienda. Entonces el partido comenzó a apoyar al impresentable Marco Rubio, pero este no tenía ni la menor idea de cómo afrontar el barraje de insultos del magnate y poco tiempo después tuvo que rendirse y retirarse. Por último, a Trump solo le quedaba de rival el senador por Texas, Ted Cruz, que solo pudo aguantar por poco tiempo la andanada de insultos y difamaciones que le vino encima. Trump no solo llegó a acusar a Cruz de mentiroso, sino que insultó a su esposa y a su padre, al cual medio que lo acusó, sin prueba alguna, de haber conspirado con Oswald para asesinar a John Kennedy. «El mentiroso Ted» era la frase favorita de Trump, la cual repetía hasta el cansancio, y con ello sacaba de sus cabales al senador texano, y bueno, lo sacó de sus cabales y también lo sacó de la contienda.

Cuando por fin Donald Trump consiguió ser el candidato republicano por la presidencia, todos pensaban que el hombre iba a bajar el tono e iba a empezar a hacer uso de una retórica más tolerante, más suave y menos agresiva. Pero, todos, otra vez, se equivocaron. El hombre se mantuvo transitando por el mismo camino en el enfrentamiento con la candidata del Partido Demócrata, Hillary Clinton. Las mentiras, las ofensas y las humillaciones, en vez de desaparecer de la retórica de Trump, aumentaron. El hombre le echaba mano a cualquier cosa para atacar a su rival. La acusaba de ser una tramposa, mentirosa e inmoral; la acusaba de lo que realmente era él. En sus mítines de campaña utilizaba la agresividad y el odio en contra de la Clinton hasta el punto de que sus enardecidos seguidores pedían a gritos que encarcelaran a su rival. Tácticas totalmente fascistas se llevaban a cabo contra la candidata demócrata. Y así, con esa agresividad en sus discursos y comparecencias, Donald Trump logró ganar la presidencia de Estados Unidos. Increíble, ¿verdad?

Todo el mundo se había equivocado en los pronósticos sobre el personaje creyendo que Trump solo había utilizado esas tácticas agresivas para ganar la presidencia. Evidentemente, o no conocían la naturaleza del personaje o trataron de hacerse los ciegos. Todos pensaban que al llegar a la Casa Blanca Trump cambiaría su tono, se moderaría y un discurso de cordialidad y civilidad sustituiría la anterior agresividad. Pues nada. El hombre siguió siendo quien era, siguió ofendiendo y humillando a cuantos le hicieran la menor crítica. Se ha dedicado a seguir sembrando odios, a seguir creando discordia, a seguir dividiendo a la nación, a acusar a los demócratas de todo lo inimaginable, afirmando que son diabólicos que le hacen daño al país, atacando a sus dirigentes y además acusando a la prensa de ser enemiga del pueblo y de difundir noticias falsas.

Trump ha creado un verdadero ambiente de tensión en el corazón del pueblo norteamericano, exaltando la violencia entre sus seguidores. Es verdad que no todos los que lo siguen son deplorables, pero también es verdad que todos los deplorables del país lo siguen y lo adoran.

Este horrible clima de violencia y agresividad que Trump ha creado en la sociedad norteamericana ha llevado a que uno o unos de sus seguidores hayan enviado más de una docena de bombas por correo a los más altos líderes del Partido Demócrata y a CNN.

Por supuesto que no fue Donald Trump en persona quien fabricó y envió esas bombas, pero Trump sí ha sido el que ha creado el ambiente propicio para que actos terroristas como este se hayan llevado a cabo, porque, definitivamente, el que siembra violencia, violencia recogerá.

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