Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Una juventud conectada a su tiempo

Autor:

Raciel Guanche Ledesma

Si pensáramos que una uniformidad de criterios sobre ruptura, desamor y desinterés patrio se cierne hoy como estrategia de cambio dentro de nuestra juventud, estaríamos alejados de otra realidad latente que emerge del sentir más puro y unitario en torno a la defensa de nuestro proyecto social.

Se trata de esa base generacional inquieta, revulsiva, que intenta ir de a poco transformando aquello que en esencia nos ha desgastado o dañado a lo largo del tiempo para seguir edificando una obra que, si bien no es perfecta, sí roza algo valiosísimo: la justicia y la sensibilidad.

El socialismo cubano actual, fuera en lo posible de costosos dogmas, se cimenta en todo lo revolucionario que implica tener una juventud activa y crítica en busca de conquistas irrenunciablemente puras, tan justas, tan nuestras.

Pero el camino a la plenitud continúa siendo cóncavo en lo fundamental, debido a la crisis económica que, entre otros males endógenos, se acrecienta, sobre todo, por los más de 60 años de cruel política hostil por parte de Estados Unidos contra la Isla.

Mirar al presente en momentos de crisis hace encontrarnos en lo cotidiano con desplomes de valores que, en no pocos casos, nos llevan hacia una incoherencia que termina tributando a esa crisis ideológica profunda de la que difícilmente se sale.

Por eso quizá lo revolucionario implique hoy tantísimas dosis de compromiso, de responsabilidad ante lo que se piensa y dice. Defender desde la juventud esa coherencia, la racionalidad y todo lo que atañe a nuestro proyecto social, es un acto de afrenta mayúscula a quienes, en medio de lucrativos negocios, incentivan al más decrépito de los sentimientos: el odio.

Mientras algunos dentro y fuera del país persisten en el despiadado deseo de hacer trizas esa unidad soñada, el proyecto de futuro en la Isla no podrá ser otro que el de integrar siempre a los jóvenes en la lucha constante por defender no solo los sueños ya realizados, sino, con más fuerza aún, los que restan por conquistarse bajo esa mirada que propone nuestro socialismo.

Ser un joven de ideas progresistas, que siente sin vacilación una izquierda de compromiso, conlleva en estos tiempos la hidalguía suficiente para unir desde lo social cada punto de convergencia y sumar perspectivas diversas en la senda de lo revolucionario.

Ante el reto que ha impuesto esa máxima de integración en torno a la defensa patria, nuevas experiencias han surgido en los últimos días como espacios emergentes para una generación juvenil polarizada e influida directamente por un campo digital que poco entiende de éticas ni verdades.

El Encuentro de Juventudes Revolucionarias La Comuna, realizado en febrero último, resultó un claro ejemplo de cuánto se puede hacer con voluntad, en función de juntar los matices diversos de la Revolución a sus organizaciones históricas.

Lejos de anacronismos y tabúes, la Unión de Jóvenes Comunistas sentó en un mismo espacio a distintos colectivos comprometidos con la justicia social, el feminismo, el antirracismo, el activismo en redes digitales y con todos los derechos para la comunidad LGBTIQ+.

Y es que la unidad como puente certero hacia el triunfo ha sido la apuesta del país en cada etapa. En el cúmulo de inquietudes, de ideas nacidas en un tejido social diverso, se inician la concertación y las transformaciones. Bien sabemos, además, que la juventud está lejos de ser un ente abstracto y desconectado de los problemas que a diario se suscitan.

Por eso La Comuna, en un primer acercamiento que se prevé perdurable, trajo opiniones distintas en no pocos casos, la crítica constructiva y la confrontación de ideas. Sin embargo, un solo deseo ata a estos jóvenes como a muchos en la Isla: la necesidad de defender la Revolución a cada instante y en todos los espacios, así como el espíritu de unidad legado de la perseverancia histórica.

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