Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Buscando al diputado

Autor:

Osviel Castro Medel

Aunque han pasado unos cuantos meses no he podido olvidar el rostro y el pedido de aquel hombre, que a toda costa quería encontrar una diputada residente en su ciudad, una mujer de reconocida trayectoria electa como parlamentaria.

«Debo verla. Le tengo una sugerencia sobre los precios que están afectando a mucha gente», decía el ciudadano, quien mostraba un manuscrito de su puño y letra con una argumentación detallada para que «ella plantee esto en la Asamblea Nacional».

Muchos miraban con asombro al individuo, de seguro porque, aunque los diputados representan constitucionalmente  al pueblo, no resulta costumbre que las personas anden buscándolos para recomendarles un tema o para exigirles cuenta sobre su gestión.

Finalmente él la localizó, pero no tengo la certeza de que ella haya realizado propuesta alguna en el Parlamento, aunque sí pudo haberla «ventilado» con alguien del «primer nivel», como suelen decir por ahí.

Esta anécdota revoletea ahora en mi mente a raíz de los recorridos que realizan los candidatos a diputados para relacionarse e intercambiar criterios con sus potenciales electores de cara a las elecciones nacionales del 26 de marzo.

Son diálogos muy necesarios, en los que los futuros integrantes de la Asamblea Nacional aprenden, ven de cerca y se llevan criterios que deberían de servir para que las discusiones en los plenarios concluyan expresando las aspiraciones, ideales y deseos de las mayorías.

En ese episodio del principio se resume parte de lo que debería ser la democracia cubana: la posibilidad de cualquier ciudadano de llegar hasta un representante parlamentario para que un «problema popular» sea «elevado» y no se quede en la estratosfera.

Y si lo traigo a estas páginas rebeldes es porque entiendo, como otros mucho más entendidos, la necesidad de que en nuestra patria, después de las votaciones, los diputados electos tengan mucha más compenetración con sus electores, algo soñado, pero no siempre aterrizado a la práctica.

Como se sabe, la mitad de los diputados están en el propio barrio porque son delegados de circunscripción. Sin embargo, valdría preguntarse, en aras de la democracia que necesitamos, cuántas veces son interpelados para hablar de asuntos que afectan a la gente de a pie, o en cuántas ocasiones se les pide explicaciones sobre una ley aprobada o una medida adoptada que no fue bien recibida por buena parte de la ciudadanía.

Mucho más compleja es la tarea de los diputados que no viven en el sitio por donde fueron electos; pero igualmente están obligados a no olvidarse de esos rincones que ahora mismo recorren.

No debería ser una excepción, sino una regla que las personas, como la del inicio de estos párrafos, busquen al diputado, lo encuentren y terminen recibiendo una repuesta seria y profunda.

«Claro está que un diputado debe hacer todo lo que pueda por su país en cualquier parte donde se encuentre, no puede volverse sectario, pensar únicamente en su distrito; pero el diputado debe hacer todo lo que pueda por su distrito, y cuando no pueda hacer nada, hablar con los electores cada vez que pueda y explicarles qué se hace y qué no se hace, qué puede hacerse y qué no puede hacerse. Constantemente hay que estar dando explicaciones», expresaba Fidel el 15 de marzo de 1993, en el discurso pronunciado en la clausura de la Sesión de constitución de la Asamblea Nacional, en su 4ta. Legislatura.

Valdría agregar que un diputado debe tener los pies bien puestos en la tierra, no «sesionar» solo para levantar la mano de manera mecánica, requiere discrepar cuando haga falta, alejarse de la falsa unanimidad, como tantas veces ha dicho Raúl. Un diputado debe sentir y expresar como las personas que delegaron en él. Un diputado debe volver las veces que sean necesarias a los sitios que ahora recorre para mezclarse con el pueblo. Un diputado tiene que hacer.

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