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Animales contra humanos, el conflicto crece

Aunque suena como filme de ciencia ficción, un estudio muestra que las confrontaciones aumentan en todo el planeta

Autor:

Iris Oropesa Mecías

A veces sucede que elegir una sola noticia del agitado mundo científico para nuestra semana se vuelve muy complicado.

Esta es una de esas veces. Hemos tenido que elegir entre el espectacular nuevo traje de cosmonauta presentado por la NASA, que por primera vez se ajusta al cuerpo femenino; o entre la petición de un colectivo científico de un Tratado internacional sobre la basura espacial y el tema que hoy sondearemos un poco: los humanos y los animales luchamos por los recursos naturales como nunca antes.

Lo cierto es que cada uno tiene su propio peso de relevancia, y no hemos abandonado la idea de tratarlos por separado, pero esta vez nos ha ganado la curiosidad de entender mejor cómo un estudio reciente comprueba que las especies animales del planeta están rivalizando con los seres humanos por la reducción de recursos causada por el cambio climático.

Echemos una ojeada a esta intensa batalla (no tan) secreta.

Luchamos

Las conclusiones del estudio de científicos del Centro para Ecosistemas Centinelas, adscrito a la Universidad de Washington, son claras y rotundas: los conflictos entre humanos y animales están presentes en prácticamente todas las zonas del planeta y se intensifican por causa del calentamiento global.

En palabras simples, la rivalidad por acceder a los recursos naturales que «van quedando» nos va empujando cada vez más a aventajarnos entre especies animales y humanas. Para llegar a esta conclusión, que es más alarmante de lo que suena, el estudio, publicado por Nature Climate Change, por primera vez monitoreó los efectos del cambio climático de conjunto.

La profesora de Biología Briana Abrahms, líder del proyecto investigativo, lo ha explicado de este modo: «Encontramos evidencia de estos conflictos en continentes y océanos diferentes, en sistemas terrestres, marinos o de agua dulce; y que involucran tanto a mamíferos, reptiles, aves, peces e incluso invertebrados (…) y aunque cada escenario tiene su propia casuística, estos conflictos originados en el cambio del clima son prácticamente omnipresentes».

Peleamos por todo el planeta

El secreto de lograr este cuadro panorámico fue el estudio de antecedentes publicados. El equipo se dio a la tarea de analizar estudios anteriores que chequeaban los impactos climáticos sobre los recursos de diferentes especies, publicados en revistas especializadas y probados por pares.

Específicamente, esas investigaciones habían monitoreado cómo especies animales terminaban internándose en espacios
tradicionalmente humanos e incluso agrediendo a personas a causa de su propio desplazamiento como resultado de la acción del hombre.

Por ejemplo, uno de estos antecedentes analizaba cómo los osos polares, al perder cada vez más terreno a causa del deshielo, estaban quedando sin alimento y acudiendo como nunca antes a los asentamientos humanos e incluso involucrándose en confrontaciones con las personas.

Asimismo, otros conflictos similares ocurrían en diferentes sitios del orbe causados por semejantes motivos.

El estudio detallaba que también las inundaciones torrenciales en Tanzania provocaron más ataques de leones después de que sus presas habituales emigraran de las llanuras aluviales, así como las temperaturas más altas del aire en Australia desencadenaron un comportamiento más agresivo en las serpientes marronas del este, que ahora son más propensas a morder a las personas.

En Indonesia, por otro lado, las tormentas provocadas por el fenómeno El Niño habían causado que los tigres de bengala se internaran como nunca en las localidades habitadas, y ocurrieran enfrentamientos con humanos, mientras en América, La Niña y sus efectos en el clima llevó a los osos negros a tener una conducta similar cuando el alimento escaseó en sus ecosistemas.

Un nuevo modo de relacionarnos

Como aclaran los autores de este proyecto, citados por National Geographic, la mayoría de los casos de conflicto entre humanos y vida silvestre relacionados con el clima implican un cambio en los recursos.

«Identificar y comprender este vínculo no es solo un problema de conservación», declara la profesora Abrahms. «También es un problema de justicia social y seguridad humana, y es probable que estos tipos de conflictos aumenten a medida que se intensifique el cambio climático; en tanto aumenten las migraciones masivas, tanto de personas como de la vida silvestre, y cambie la disponibilidad de recursos».

Pero como siempre hacen los buenos hombres y mujeres de ciencia, este proyecto busca también llegar a las buenas ideas y proponer modelos de acción ante el problema.

Según Abrahms, no todo han de ser malas noticias. La investigadora expresa que «una de las principales motivaciones para estudiar el vínculo entre el cambio climático y el conflicto entre humanos y vida silvestre es encontrar soluciones. A medida que aprendemos sobre incidentes específicos, podemos identificar patrones y tendencias, y proponer intervenciones para tratar de abordar o disminuir estos conflictos, continúa.

«Por ejemplo, hoy contamos con pronósticos fiables de sequía, por lo que es posible para los gobiernos diseñar una planificación fiscal para mitigar con anticipación los conflictos por la falta de agua de lluvia».

Como caso de éxito, los investigadores citan el cambio en las medidas de pesca en la costa de California. A causa de la escasez en sus cadenas de alimentación, las ballenas jorobadas comenzaron a acercarse como nunca antes a la costa, y terminaban continuamente atrapadas en las redes de los pescadores locales.

Tras el trabajo científico que explicó esta conducta, varios decisores cambiaron las fechas de temporada de pesca, con el fin de no hacer coincidir a los pescadores del lugar con el paso de las ballenas en busca de alimento.

Ejemplos como este, refieren los autores del estudio actual, prueban que, en efecto, como concluye contundentemente su líder, «podemos cambiar» para respetar todo tipo de vida a la vez.

 

Los osos polares, a menudo alejados de los asentamientos humanos, están comenzando a intervenir en ellos en busca de alimento. Foto: El Confidencial

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