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Robots inyectables, así mira la medicina al futuro

Un equipo de investigadores de Australia anunció el desarrollo de un prototipo de «máquinas moleculares autónomas», concepto que emplea la tecnología desde un enfoque más en consonancia con la naturaleza

 

Autor:

Yurisander Guevara

¿Y si existiera un robot mágico que pudiera curar cualquier enfermedad? La respuesta a esta interrogante es la obsesión de muchos científicos, a juzgar por recientes anuncios que apuntan a revolucionar la medicina. Si lo lograran, de la noche a la mañana la ciencia ficción planteada por varias películas a lo largo de las últimas cinco décadas perdería el segundo término para ser ciencia cierta.

Todo gira en torno a la robótica. Aunque son investigaciones diferentes, ambas tienen un mismo objetivo: inyectar en nuestro torrente sanguíneo robots tan pequeños que con una jeringuilla baste para completar el proceso, y sean esas «máquinas» creadas por el hombre las encargadas de combatir enfermedades. Esa es la premisa establecida por los defensores de la tecnología médica con nanobots.

Modelo naturista

Hace unos días un equipo de investigadores de Australia anunció el desarrollo de un prototipo de «máquinas moleculares autónomas», concepto que emplea la tecnología desde un enfoque más en consonancia con la naturaleza, según se lee en el reporte publicado en la American Chemistry Society.

Afirman los investigadores que, «inspirándonos en la biología, diseñamos y sintetizamos un receptor origami de ADN que aprovecha las interacciones multivalentes para formar complejos estables capaces de intercambiar subunidades rápidamente». Esto, traducido al castellano más simple, significa que diseñaron máquinas sintéticas hechas de ADN y proteínas. Sí, no de metal o algún compuesto sintético. Pura biología tecnificada.

El ADN no solo lleva el código en el que está escrita nuestra biología, sino que también sabe cuándo ejecutarlo. Esa es parte de la razón por la que, por ejemplo, los pies crecen más o menos al mismo ritmo.

Trabajos previos en el campo de la nanotecnología del ADN han demostrado que las «máquinas autoensamblables» son capaces de transferir código, al igual que sus contrapartes naturales.

Para ello emplean la llamada técnica de «origami de ADN», basada en el arte japonés de doblar y esculpir hojas de papel, remplazadas, en este caso, por andamios de ADN autoplegables. Con ese enfoque, los nanobots pueden transferir más que solo información de ADN. En teoría, podrían entregar cualquier combinación concebible de proteínas a través de un sistema biológico dado.

Y eso significa que eventualmente debería ser posible programar enjambres de nanobots para cazar bacterias, virus y células cancerosas dentro del cuerpo humano. Cada miembro del enjambre podría llevar una proteína específica y, cuando encuentre una célula mala, ensamble sus proteínas en una formación diseñada para eliminar la amenaza.

Sería como tener un ejército de robots asesinos bajo nuestro control, en busca de monstruos para destruir.

Prototipo artificial

Al otro lado del globo terráqueo, en la Universidad de Cornell, en Nueva York, Estados Unidos, se presentaron el pasado febrero nanobots que también son inyectables, capaces de caminar y soportar entornos hostiles. Tienen un tamaño de 70 micrones, que es aproximadamente el ancho de un cabello humano delgado, y se puede producir un millón a partir de una sola hoja de silicona de cuatro pulgadas.

Estos microrrobots cuentan con cuatro patas compuestas de grafeno o platino y titanio, y son descritos por sus creadores como «superfuertes», lo que les permite cargar cuerpos más grandes que el de ellos. Este logro sucedió en 2017, pero los expertos todavía perfeccionan su prototipo, y ahora quieren versiones «inteligentes» que contarán con controladores y sensores.

En este punto del proceso de desarrollo esos nanobots funcionan con energía solar, algo que limita la profundidad a la que se pueden inyectar y los posibles usos para tratar enfermedades. Los investigadores esperan hacerlos funcionar con campos magnéticos o ultrasonidos para permitirles así viajar profundamente en el cuerpo humano.

Aunque todavía no se sabe cuánto tomará hacer que estos nanobots funcionen, en el caso de las dos investigaciones que hemos mencionado,
algo ya salta a la vista: el futuro de la medicina va de la mano de la tecnología, pero ya a otro nivel. Se trata de un salto en el que pasaríamos de administrarnos medicamentos a inyectarnos —quién sabe si tomarnos también—, partículas nanométricas capaces de combatir enfermedades por sí solas, desde que las detecten.

El principio de estos nanobots es el mismo que se emplea en ropas o materiales como el vidrio, que se «autorreparan» ante cualquier eventualidad. Para ello se utilizan materiales capaces de responder de forma autónoma al estrés.

Acaso tampoco es muy descabellado pensar que igualmente sería posible construir computadoras moleculares completamente funcionales utilizando nanobots de ADN. Y hasta quizá los humanos podrían tener sistemas informáticos moleculares dentro de sus cuerpos, aunque esto sea ya una mirada muy futurista.

 

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