Blackwater se convirtió en el ejército mercenario más famoso del mundo. Autor: Radar Austral Publicado: 26/07/2025 | 10:34 pm
LUEGO de su aciaga presencia al lado de las tropas estadounidenses en Irak y en Afganistán, Blackwater, quizá la más famosa de las llamadas empresas contratistas de seguridad en el mundo, ha hecho irrupción en América Latina.
Su fundador y líder, Erick Prince, un antiguo Seal de la marina de Estados Unidos, ha firmado contratos en Ecuador al influjo de la declarada lucha de su relecto presidente, Daniel Noboa, contra bandas delincuenciales que han convertido a ese país en el más violento de la región, y las autoridades de Perú, también, acaban de abrirle las puertas, sin contar los convenios establecidos con el Gobierno transitorio de Haití, enrolado en una batalla difícil contra bandas armadas nacidas de la pobreza y la anarquía que campean por su respeto, y disputan el poder.
Pero Blackwater asusta. Su participación en las mentirosamente denominadas «guerras contra el terrorismo» con que George W. Bush abrió los años 2000 en Medio Oriente, colocó a la firma en los primeros planos, luego que se revelara el asesinato de 17 civiles en la plaza Nasour de Bagdad por sus efectivos, en septiembre de 2007.
Ese fue el corcho de la botella que, al derramar, dejó al descubierto otras ilegalidades y crímenes de la empresa en Irak, como el uso indiscriminado de la fuerza, y el empleo de armamento y agentes antidisturbios, como el gas CS, en acciones civiles o como despejar el tráfico para el paso de alguna comitiva estadounidense.
Hasta se ha narrado que un mercenario en estado de embriaguez asesinó a un agente de la seguridad del vicepresidente iraquí Adil Abdul-Mahdi, en diciembre de 2006.
Investigaciones realizadas por expertos estadounidenses como el politólogo Peter W. Singer concluyeron que Blackwater llegó a tener 160 000 hombres en Irak, tantos como el propio ejército de Estados Unidos y, aunque su propósito debía ser proteger la seguridad de las altas personalidades del Pentágono, sus efectivos cometían atropellos y eran conocidos por su agresividad.
Otro tanto ocurrió e hizo en Afganistán, donde —según publicó el investigador Jeremy Scahill en su libro Blackwater: The Rise of the World’s Most Powerful Mercenary Army—, la CIA pagó cinco millones de dólares a Blackwater en abril de 2002 para desplegar mercenarios.
Además, lucró cuando el presidente, Joseph Biden, ordenó en 2021 la retirada de sus tropas y el multimillonario contratista abrió otro negocio: billetes de avión para escapar del retorno de los talibanes a
6 500 dólares por asiento, según publicó entonces el Wall Street Journal.
Pero, Blackwater también fue contratada por la defensa de Estados Unidos para sus misiones en Yemen, donde la empresa estuvo entre 2015 y 2016, y se le adjudican convenios con la CIA. Además, ha sido acusada de violar los embargos de armas a Somalia y Libia
El sobreseimiento por Donald Trump, hace apenas cinco años, de las causas judiciales que terminaron con la condena de cuatro de los mercenarios victimarios de la masacre de la plaza iraquí de Nasour, ha hecho que analistas reparen en los vínculos entre el mandatario y Prince, y la influencia que esa relación pudiera tener en esta llegada del exmarine a Latinoamérica.
Entre las condenas a los encartados acusados desde Irak, había penas de cadena perpetua y de cárcel hasta por 30 años. Pero los cuatro recibieron en 2020 el indulto de Donald Trump.
Durante el dilatado proceso judicial; sin embargo, familiares de los iraquíes asesinados habían acusado a Prince de «dirigir personalmente y permitir un ejército privado fuertemente armado para recorrer las calles matando civiles inocentes».
Pero el ex Seal pudiera tener otros «méritos». Un artículo reciente del diario argentino Página 12 le atribuye a Prince la presentación a Trump, al asumir su segundo mandato, de un proyecto para «facilitar» las deportaciones masivas emprendidas por el republicano contra los inmigrantes indocumentados, y hasta le adjudican la autoría de las tratativas con el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, para usar sus cuestionadas mega cárceles como destino de los latinos expulsados.
Aunque tanto en Ecuador como en Perú sus respectivos ejecutivos afirman que la labor del jefe de Blackwater será solo asesorar, el análisis publicado en Argentina por Daniel Kersffeld, Doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), advierte que los recientes convenios de Prince con naciones de Latinoamérica pretenderían también establecer bases de sus mercenarios en esos países, que amenazarían desde allí la integridad de Venezuela.
Pretendida academia
Eufemísticamente, a Blackwater se le describe como una empresa privada de seguridad, pero en verdad es una compañía de mercenarios que ha actuado ferozmente en tiempos de guerra, y jugó un papel importante en Irak y Afganistán.
Después de los hechos de Nasour, el nombre de la compañía desapareció de los primeros planos noticiosos por algún tiempo y para el año 2010 se hacía llamar Xe, tras lo cual ha vuelto a la escena bajo el rótulo de Academi, una identificación más cercana al declarado interés fundacional de este enorme grupo paramilitar, nacido en Carolina del Norte para 1997 con la compra de los que serían sus campos de entrenamiento, y establecida formalmente un año después, tras lo cual acumuló contratos con el Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
En países como Ecuador, donde Noboa había anunciado sus tratativas con Prince desde antes de su relección, preocupan no solo los antecedentes de este ejército irregular y las tropelías que pueda cometer bajo los «consejos» de su titular, sino la demostración de ineficacia de las fuerzas policiales y armadas de la nación andina que ello encierra.
Por otra parte, siempre queda por discernir hasta dónde puede resolver los problemas la represión, sin cambios estructurales que eliminen la violencia social, que es cuna de la delincuencia.
Otro de los problemas que asusta es la impunidad con que han actuado siempre los efectivos de esa fuerza paramilitar, como lo demostraron los sucesos de Irak, pese a que se ha prometido que su labor será solo la consejería.
Las mismas preocupaciones planean sobre Perú, donde no está claro bajo qué términos Academi operará, y defensores de los derechos humanos advierten que su presencia erosionará la soberanía nacional y la subordinación de la fuerza armada al Estado.
Llama la atención el hecho de que en ambas naciones se han aprobado leyes que facultan la presencia militar extranjera en la nación y, al menos en Ecuador, se sabe que hay un interés expreso del Pentágono de establecer otra base militar, un deseo que el ejecutivo de Daniel Noboa, apoya.
¿Tendrá que ver la presencia de Prince y Academi en América Latina con otro proyecto estadounidense de intervención e injerencia?