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La vida en ética: un texto para crecer y disfrutar

Tal vez quienes conozcan a estos autores solo de la consulta, las pantallas o sus decenas de libros previos, no logren entender el esfuerzo para compilar un contenido tan multifacético, en parte ajeno a sus títulos académicos o sus proyecciones sociales

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

El ejemplo no es lo principal para influir en otros: es lo único.
                                                                          Albert Schweitzer

Carlos y Betty son una pareja de la vida real. Una que dialoga sobre sus respectivos espacios laborales y siempre que pueden los hacen coincidir para beneficio de sus pacientes, colegas, amistades y, como en este caso, de un público sensible que agradece una cultura práctica sobre temas variados en la que los principios éticos no queden al final.

Betty, o más formalmente la Doctora Beatriz Torres (sicóloga, sexóloga, ducha en promoción de salud a través de los medios y presidenta de la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad, Socumes), y el Doctor Carlos G. Gutiérrez (nefrólogo, intensivista, presidente de varios comités científicos), valoraron que a Cuba le hacía falta más textos sobre Bioética presentados desde nuestros paradigmas, desde paladines que han hecho de esa ciencia un arte.

Lo pensaron, lo dialogaron en casa, lo soñaron, sacaron tiempo de su variopinta y siempre cargada agenda, y en esta Feria Internacional del Libro materializaron el necesario proyecto en complicidad con la Editorial Científico-Técnica.

La vida en ética es el título del libro (en homenaje a una canción francesa, La vida en rosa), y tal vez quienes conozcan a estos autores solo de la consulta, las pantallas o sus decenas de libros previos, no logren entender el esfuerzo para compilar un contenido tan multifacético, en parte ajeno a sus títulos académicos o sus proyecciones sociales.

Pero basta hojear el prólogo de Manuel Calviño, o el diálogo introductorio entre Betty y Carlos, o los primeros capítulos, que tienen mucho de un sentido común en peligro de extinción… para entender.

Basta incluso degustar el índice para pasar de la sorpresa al interés —como ocurrió este lunes mientras presentábamos el libro en el grupo Senti2 de WhatsApp—. Para sumarse a la reflexión de conceptos que el texto hilvana a través de citas poéticas, científicas y experienciales, y caer en la evocación de situaciones en las que, ciertamente, hubiéramos agradecido que la sapiencia del profesional a cargo vistiera ropajes de una ética amorosa y empática, una decencia que por momentos se nos pierde en la maraña de las nuevas tecnologías, el estrés moderno, la ¿idiosincrasia?, a despecho de niveles y entornos.

El tema de los conflictos de pareja, tan presente en décadas de trabajo clínico e investigativo, toma asiento en este libro con toda naturalidad. Quien lee su análisis sobre los procesos de duelo cotidiano —agolpados muchas veces, como las penas de aquella canción trovadoresca del pasado siglo—, siente el ritmo tranquilizador con que comunica habitualmente la experta, y la calidez del médico que no duda en sentarse cerca, sin buró por medio, para dar buenas y malas noticias.

De ética y bioética pudieran hablar ambos en primera persona con toda autoridad porque es parte de su ejercicio cotidiano y su filosofía de vida, más allá de la investidura profesional o sus profundos estudios sobre el tema. Pero la fe en construir consensos desde miradas multidisciplinarias está tan arraigada en su quehacer, que este libro es profuso en anécdotas ajenas, en opiniones de colegas y en la visión de autores admirados y disfrutados durante sus intercambios domésticos sobre arte, ciencia, leyes, política…

Se agradece en especial el abordaje a las relaciones del personal de Salud con sus pacientes; los criterios sobre el trabajo en equipo y su costo emocional; las recomendaciones para contribuir, en el entorno familiar, a ver crecimiento en las rupturas y consuelo en el desenlace de la existencia.

Impresiona, además, lo que escriben sobre los trasplantes y las investigaciones médicas, dos ramas que se abren camino desde hace al menos tres siglos entre la bondad y el egoísmo, cuyos resultados dependen en altísimo grado de la ética asumida por sus ejecutores, tanto como la de sus gestores más allá del quirófano o el laboratorio. 

Un lector de este espacio auguraba en el debate del lunes: «Ese libro vuela en ventas». Ojalá sea así, para que su contenido cale en quienes necesitan repensar el alcance de sus acciones presentes y futuras… O sea, en todo el que sienta hoy que la decencia es cualidad intrínseca de los seres humanos.

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