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Mi marido aún habla de la madre de sus hijos como si estuviera viva

Pasados los años aún hoy tengo que escuchar que mi compañero hable de su pasado amoroso y no sé si me convertiré en su esposa de pleno derecho

Autor:

Mariela Rodríguez Méndez

O.P.: Comencé con mi compañero hace más de diez años, poco tiempo después del fallecimiento de su esposa y madre de sus hijos. Aunque siempre mostró interés en nuestra relación, tuve que esperar mucho para que se atreviese a reconocerla públicamente. Todavía hoy tengo que escuchar que hable de ella como «su mujer» ante otras personas. Eso me duele, y al parecer él no se da cuenta, aunque hemos hablado del tema. ¿Será que siempre tendré que aceptar esta situación? ¿No me convertiré nunca en su esposa de pleno derecho?

Aquella mujer que él llama esposa tiene un lugar que su partida inmortaliza. Señalas que él es capaz de defender la relación de ustedes. Debes tener tu propio lugar de pleno derecho, pero no exactamente el que guarda para aquella. Después de diez años podrías analizar si puedes disfrutar este vínculo aceptando que él preserve un espacio para aquella historia, trunca por el capricho del destino.

Durante este tiempo él tuvo que aceptar lo irremediable, pero no ha podido cerrar la conexión afectiva con quien lo dejó por razones ajenas a la voluntad de ambos. Es una situación compleja. Es posible que él quiera preservar un lugar para aquella con quien creó su familia y tuvo una intimidad, con pactos de lealtad y amor que tal vez quiera respetar.

Por alguna razón, él necesita revivirla ante quienes la conocieron. Tal vez se siente culpable por disfrutar la vida que a ella se le negó y quiere mostrarle su amor, no puede separarse de su historia o quiere justificarse ante los amigos en común. Lo más probable es que no logremos imaginar las razones que él tiene para hablar de ella, y en diez años debes haber aprendido a respetar sus sentimientos. Tal vez puedas pedirle determinados límites, a cambio de respetar que él pueda darles un lugar a ambas en sus afectos.

Mariela Rodríguez Méndez, máster en Sicología clínica

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