Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Rusia: la estrategia para prevalecer

Pensar el destino de un país y proyectar sus posibilidades infinitas, implica asumir conscientemente la cultura de la que es hija su pueblo y redimensionar sus potencialidades

Autor:

Yailin Orta Rivera

Los símbolos son uno de los más poderosos patrimonios que configuran la subjetividad de los pueblos, porque estructuran el sentido de la vida, los modelos de felicidad y las expectativas, y establecen las bases imprescindibles sobre las que se erige el alma de cualquier nación.

Pensar el destino de un país y alimentar sus posibilidades infinitas, implica la asunción y reproducción consciente de esos componentes que forman parte esencial de la cultura de sus mujeres y hombres.

Bien dominan esta tesis quienes pretenden ser los dueños del mundo, los que ofrecen recetas para olvidar pasados y hacer relecturas ahistóricas de los procesos contemporáneos…, por eso las maquinarias bélicas no solo se presentan bajo el sello de los prototipos convencionales, sino que se pueden operar desde laboratorios de pensamiento dispuestos a desmontar las esencias que perfilan un país.

No es esta una verdad nueva, apenas descubierta, es la reafirmación de una urdimbre ensayada una y otra vez para someter a los que arriesgan y ponen su piel a favor de la emancipación, de los que entienden que su camino no tiene que repetir el mismo esquema o las lógicas de comportamiento que apuestan por la mundialización de una forma de vida que genera profundas desproporciones.

Discernir la necesaria búsqueda del desarrollo humano, pasa también por un complejo tejido de prácticas y articulaciones universales amenazadas por los intereses que aspiran a la homogenización de las sociedades, y reproducen sofisticadas formas de dominación que apelan al conjunto de posibilidades inimaginables que ofrecen las ciencias sociales.

Rusia puede dar fe de lo que supone la deconstrucción, pieza a pieza, de avances maravillosos, y del desmontaje dramático y desgarrador que entrañó la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

En los 90 del siglo XX, su vida previa parecía negada y los símbolos quedaron expuestos a la descalificación que sufrió el socialismo. De hecho, hubo quien asumió el riesgo de profetizar absurdamente el fin de la historia, como postulado concluyente de la cultura de la resignación.

Sin embargo, a contracorriente de aquel lamentable parteaguas, hoy podemos ver más claramente cómo este país se ha limpiado del polvo y el fango de los derrumbes, y traza un mapa de influencias en su búsqueda de futuro.

Si se atiende con detenimiento la recomposición de poderes en la geopolítica internacional, podría entenderse que no es un hecho fortuito que se haya celebrado aquí este Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes que invita a las fuerzas que históricamente han sido las principales protagonistas de la renovación, de la creación y de la concreción de un cuerpo de ideas para la emancipación humana.

Es reveladora hasta en su concepción previa, en la que por primera ocasión se encontraron, en la antesala de esta fiesta, los delegados de más de 70 países de casi todos los continentes en la Reunión Ministerial Internacional de Responsables de las instituciones que se ocupan de la implementación de políticas para la juventud, en la que Cuba estuvo representada por Susely Morfa González, primera secretaria del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas.

La concreción de los sueños y esperanzas de los más nuevos en las agendas estatales de los Gobiernos, fue el marco de exposición y debate sobre una construcción social alternativa, en el mismo escenario en el que se celebra el centenario del triunfo de la Revolución de Octubre, hecho extraordinario en la historiografía mundial al que también se le dedican los espacios en el Parque Olímpico de Sochi que han convocado a una cifra superior a los 20 000 jóvenes de más de 150 naciones.

Estos números tampoco son para despreciar, y a la mirada de un cubano suelen ganar en magnitud cuando pulsa lo que significa la logística que asegura las intensas jornadas, que van desde la alimentación, la transportación, el personal desplegado para la orientación y atención de los participantes, hasta el obsequio de un móvil a cada delegado e invitado al evento.

Pero preste atención al siguiente detalle, todo este riguroso, delicado y diligente esmero no lleva en sí el signo del gasto, sino el rédito de la inversión. La mirada positiva, la impresión cercana y entrañable que comienza a delinearse posicionan a Rusia en otro nivel de afectos y aceptación en los que tienen la edad del futuro, cuando la guerra de símbolos sigue su camino subrepticio en el terreno de las mentes.

Si se repara en el regalo de los móviles, con línea incluida libre de pago, se comprende la aguda certeza de emplear en este contexto a las redes sociales como ese otro planeta al que se ha desplazado la tierra en un juego de espejos refractarios. Sume por un momento a los más de 20 000 usuarios y deténgase a imaginar el asombroso resultado que dará la adición de sus amigos y de los amigos de estos, que entrarán virtualmente a esta geografía a través de las emociones.

La sede del Festival tampoco debe haber sido escogida al azar. Sochi es una ciudad diseñada y concebida para los grandes acontecimientos —anótese como cercanos megaeventos los 22dos. Juegos Olímpicos de Invierno, en 2014 y el Mundial de Fútbol en 2018, en el mismo parque que acoge al Festival—, con un paisaje que parece trabajado a mano, detalle a detalle, por las manos sensibles de un artista.

En ese armonioso entramado también se inserta la campaña visual del 19no. Festival, toda una reverencia al buen gusto y a la modernidad, al anchuroso desarrollo tecnológico y a la automatización, en la que alcanzaron las notas de más alto relieve la concepción de la gala inaugural: un espectáculo electrizante por su belleza y sensibilidad, en una noche de cielo coronado por la chispeante y colorida profusión de formas pirotécnicas.     

El discurso de bienvenida del presidente Vladimir Putin igualmente generó confianza, empatía y seguridad, y más que reafirmarlo como el más sólido posible candidato a las presidenciales, lo presentó como líder mundial con un carisma y una autoridad indiscutibles, en tiempos en los que una de sus contrapartes internacionales hace gala de gestos y poses despreciables por grotescas y absurdas.

Estas elementales lecturas paralelas de la dramaturgia de un espacio en el que los cubanos no dejaron de defender su programa, comprometido con las causas nobles de los pueblos y de los olvidados a partir del fundamento ético de su Revolución, me llevaron a reflexionar sobre los aprendizajes que este país ha asumido con vigor para que otros errores no le vuelvan a ajustar las cuentas.

La plataforma estratégica de Rusia, a ojos vistas, trasciende el marketing político, y tiene el valor de redimensionar la cultura de la que es hija su pueblo para afrontar los desafíos que les plantea este tiempo, apuntalados por los valores imprescindibles que dimanan de ella. Conocen con profundidad que negar estas potencialidades implicaría abrirles las puertas a los enemigos que los acechan.

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