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Allende, un factor de unidad

Pablo Sepúlveda Allende, nieto del asesinado Presidente chileno, conversa sobre  el acontecer en su patria a 46 años del golpe. EE.UU. contra Venezuela: el mismo guion

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Cuando conversé con Pablo Sepúlveda Allende en La Habana, no habían tenido lugar las manifestaciones que unos días después protagonizaron miles de personas en Chile para repudiar otra vez el sangriento golpe de Estado que depuso al Gobierno de la Unidad Popular liderado por Salvador Allende: un golpe preparado en las mentes calenturientas de los Henry Kissinger en Washington, y llevado a cabo hace 46 años por el general y después dictador Augusto Pinochet.

Los hechos corroboraron la semblanza que me había dado el joven médico cuando habló de las demandas insatisfechas de amplios sectores de su pueblo, que podrían ser punto común, y elemento de unidad, en un eventual programa político que aglutinara a los partidos y movimientos populares de centro e izquierda opuestos al modelo neoliberal instaurado con Pinochet.

Algunos de esos reclamos pendientes fueron visibles en la masividad y la combatividad de las marchas del pasado día 8, que clamaron por justicia y el paradero de los desaparecidos de la dictadura pinochetista, y terminaron en  represión de parte del ejército. Pero los pendientes de la institucionalidad chilena con el pueblo, son muchos más.

Graduado de Medicina en Cuba y residente hace diez años en Venezuela luego de una estancia de dos años en su tierra natal, Pablo tiene en plan retornar pronto a su patria y «hacer lo mejor; asumir la responsabilidad que haya que asumir para aportar a la unidad de la izquierda. Sé que Allende es un factor de unión, y tener esa ascendencia resulta muy simbólico. Eso implica para mí una responsabilidad en lo político».

Pero no se trata solo del apellido. Pablo es un convencido defensor de los ideales de su abuelo.

Ha dicho en alguna otra entrevista que sería una inconsecuencia ser allendista y no chavista, y cuando le pregunto qué considera como «allendismo», responde: «No hay una diferencia; podría llamarse «allendismo», «chavismo», «fidelismo»… En el fondo, se trata de luchar hasta las últimas consecuencias por construir una sociedad anticapitalista: el socialismo. Un tipo de sociedad, desde luego, con sus diferencias en cada país.

Pablo Sepúlveda Allende.Foto: Marina Menéndez Quintero

«En Chile, cuando la Unidad Popular, se decía: “un socialismo con chicha y empanadas”. Entonces era una experiencia inédita que un Gobierno se planteara una Revolución y accediera al poder político por los votos, como lo logró Salvador Allende. Era algo muy parecido a lo que después encabezó Hugo Chávez.

«Cada 11 de septiembre, fecha del golpe en Chile, generalmente Chávez repetía esta frase: “Nuestra Revolución, igual que la de Allende, es pacífica y democrática; solo que la nuestra está armada”. Es decir, no es exactamente que el pueblo esté armado, sino que tenga cómo defender el proceso.

«Chávez aprende esa experiencia fundamental del Gobierno de Allende; él venía del ámbito militar y comprendió muy bien la experiencia chilena… Hay que tener la capacidad de defenderse, pues el imperialismo siempre buscará atacar y desestabilizar a todos los países que no se le alinean.

«Chávez encabezó una Fuerza Armada muy distinta a la chilena, con una conciencia de clase diferente y portadora del legado bolivariano, que él profundizó. Pero los ataques que ambos procesos han recibido son muy similares.

«Quienes atacan a Venezuela dicen ahora de ella lo mismo que decían de Chile antes del golpe: que Allende “había llevado” al país al colapso económico.

«Se aplica a Venezuela la misma estrategia que fue aplicada contra Chile. (Richard) Nixon (entonces presidente de Estados Unidos) dijo: “Haremos chillar la economía chilena”. El año pasado, el exembajador de EE. UU. en Caracas declaró que las sanciones a PDVSA están dirigidas a hacer colapsar el país.

«Así fue el golpe de Estado en Chile. En Venezuela lo han intentado, pero no han podido».

La unidad y 2021

Desde su defensa de la Revolución Bolivariana como coordinador en Venezuela de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad, Pa-blo sigue también al detalle los acontecimientos en su país, y se notan en él expectativas en torno a lo que podrían lograr la izquierda política y los movimientos populares antineoliberales chilenos, si acuden con un solo programa y un solo candidato a las elecciones presidenciales de 2021.

Considera que en Chile hay una ruptura del tradicional bipartidismo que afloró con el retorno a la democracia,  representado en el gran bloque conocido como Concertación para la Democracia, con la presencia de la Democracia Cristiana, el Partido Socialista, el PPD y otros partidos menores, y por la alianza de la derecha, donde están el partido Renovación Nacional y la UDI, entre otros.

«Eso se rompió», asevera, y evoca la gestación de ese rompimiento en las manifestaciones de los estudiantes chilenos de los liceos, en el año 2006, y luego, de los universitarios, en 2011, quienes recibieron un gran apoyo de otros sectores sociales, lo que dio origen a marchas con una masividad no vista desde el fin de la dictadura, considera.

Fue aquel un reflejo del descontento social, ostensible después en las elecciones legislativas de noviembre de 2017, que «oficializaron» el fin del bipartidismo. El Frente Amplio (FA), recién surgido entonces, obtuvo 20 escaños en la Cámara de Diputados y un asiento en el Senado.

Con muchas caras provenientes del movimiento estudiantil entre las que se cuentan las de Camila Vallejo, Karol Cariola y Giorgio Jackson, el FA es un movimiento diverso pero con punto común en el antineoliberalismo.

Considera «interesante» la correlación de fuerzas que se da en el FA, y la importancia de lograr que se unan ese bloque y el Partido Comunista, sobre todo de cara a las presidenciales chilenas del año que viene. 

Una alianza entre ellos, dice, con un programa y un candidato único, claramente antineoliberal. Y que esté en  su agenda acabar con los pilares del sistema político que dejó la dictadura de Pinochet, con el Código de Agua que puso nombres y apellidos a los arroyos y los ríos; terminar  con la privatización de los recursos naturales y plan-tearse su renacionalización incluyendo al cobre, privatizado después de su nacionalización por Allende; que se proponga acabar con el sistema privado de pensiones, que se declare la gratuidad de la educación y se facilite un mayor acceso a la salud…

Pablo Sepúlveda Allende lo resume con una frase: «Todo eso que el pueblo quiere».

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